Por Woody Allen
Los pasajes siguientes han sido tomados del hasta ahora secreto diario íntimo de Woody Allen que se publicará póstumamente o después de su muerte, lo que suceda primero.
Esperar a que la noche llegue a su fin se me hace cada vez más duro. Ayer experimenté la incómoda sensación de que unos cuantos hombres intentaban irrumpir en mi cuarto para lavarme la cabeza. Pero ¿Por qué? Estuve imaginándome que vislumbraba formas tenebrosas, y a las tres de la madrugada la ropa interior que arrojé sobre una silla me pareció el Kaiser con patines. Cuando por fin logré dormirme, volví a padecer ese horrible sueño en el que una ardilla trata de cobrarme como premio en una rifa. Desesperanza.
Creo que me consunción empeora. Y también mi asma. El jadeo va y viene, y siento vahídos cada vez más frecuentes. Me poseen ahogos y desmayos violentos. Mi habitación está húmeda y sufro escalofríos y palpitaciones continuamente. Observo, también, que me he quedado sin Kleenex. ¿Acabará esto alguna vez?
Idea para un cuento: Un hombre se despierta y descubre que su loro ha sido nombrado Subsecretario de Agricultura. Los celos le consumen y se pega un tiro, pero desgraciadamente la pistola es de ésas que sale una banderita que pone “Bang”. La banderita le saca un ojo, pero sobrevive… un ser humano redimido que, por primera vez, disfruta de los placeres elementales… de la vida, tales como labrar la tierra o sentarse sobre una manga de riego.
Pensamiento: ¿Por qué mata el hombre? Mata por comida. Y no sólo por comida: con frecuencia debe ser por bebida.
¿Debo casarme con W.? No, si no me revela las restantes letras de su nombre. Pero, ¿y su carrera? ¿Cómo voy a pedirle a una mujer de su belleza que renuncie al Campeonato de Patinaje? Decisiones…
Una vez más he intentado suicidarme… esta vez mojándome la nariz para meterla en el enchufe de la luz. Infortunadamente, se produjo un cortocircuito y sólo conseguí que explotase la nevera. Obsesionado siembre con la idea de la muerte, cavilo sin cesar. Sigo preguntándome si existe vida más allá de la muerte, y si la hay ¿le cambiarán a uno un billete de veinte pavos?
Me encontré hoy con mi hermano en un funeral. No nos habíamos visto desde hacia quince años, pero como de costumbre se sacó una vejiga de cerdo del bolsillo, y empezó a golpearme con ella en la cabeza. El tiempo me ha ayudado a comprenderle mejor. Por fin he comprendido que su observación acerca de que soy “una abominable sabandija digna de exterminio” viene dictada más por la compasión que por la ira. Reconozcámoslo: ha sido siempre mucho más brillante que yo… más ingenioso, más culto, mejor educado. El porqué continúa trabajando en Hamburguesas McDonald’s es un misterio.
Idea para un cuento. Unos castores se adueñan del Carnegie Hall y representan “Wozzeck” (Tema consistente. ¿Cuál será la estructura?)
Dios mío, ¿por qué me siento tan culpable? ¿Será porque odié a mi padre? Probablemente la causa está en el incidente de la ternera alla parmigiana. Bueno, ¿Qué hacía eso en su cartera? De haberle escuchado, ahora estaría ahormando sombreros para ganarme la vida. Me parece que le estoy oyendo: “Ahormar sobreros… ¿concibes algo mejor?” Recuerdo su reacción cuando le dije que pretendía dedicarme a escribir. “Lo único que tú escribirás será en colaboración con un búho” Sigo sin tener ni idea de lo que quiso decir ¡Qué hombre tan triste! Cuando representaron en el Liceo mi primera obra, “Un quiste para Gus”, se presentó la noche del estreno con frac y careta antigás.
Hoy vi un crepúsculo rojo y gualda y pensé ¡Que insignificante soy! Naturalmente, también pensé eso ayer, y llovió. Me sentí asaltado por el odio hacia mí mismo, y proyecté de nuevo suicidarme… esta vez por el sistema de aspirar hondo cerca de un viajante de seguros.
Relato breve: Un hombre se despierta por la mañana y se descubre convertido en el arco de sus propios pies. (Esta idea puede funcionar a muchos niveles. Psicológicamente, es la quintaesencia de Kruger, el discípulo de Freud que descubrió la sexualidad en el bacon.)
¡Qué equivocada estaba Emily Dickinson! La esperanza no es “esa cosa con plumas”. La cosa con plumas ha resultado ser mi sobrino. Tengo que llevarle a un especialista en Zúrich.
He decidido romper mi compromiso con W. No comprende lo que escribo, y la pasada noche declaró que mi Crítica de la Realidad Metafísica le recordaba Aeropuerto. Nos peleamos, y volvió a tocar el tema de los niños, pero la convencí de que resultarían demasiado jóvenes.
¿Creo en Dios? Creía en el hasta el accidente de mamá. Se cayó encima de un pastel de carne, lo cual exacerbó su melancolía. Estuvo en coma durante meses, incapaz de hacer otra cosa que no fuese cantarle “Granada” a un arenque imaginario. ¿Por qué esta mujer en la primavera de la vida se sentiría tan afectada…? ¿Sería porque en su juventud osó desafiar las convenciones y contrajo matrimonio con una bolsa de papel marrón en la cabeza? ¿Y cómo puedo creer en Dios si la semana pasada me pillé la lengua en el rodillo de una máquina de escribir eléctrica? Me siento atormentado por las dudas. ¿Y si todo es una ilusión y nada existe? En tal caso, he pagado demasiado por la alfombra. ¡Si al menos Dios me enviase una señal clara! Como hacer una cuantiosa imposición a mí nombre en un banco suizo.
Hoy tomé café con Melnick. Me habló de su idea de vestir de gallinas a todos los funcionarios del gobierno.
Idea para una obra: Un personaje inspirado en mi padre, pero sin el dedo gordo del pie tan prominente. Le mandan a la Sorbona para estudiar armónica. Al final, muere, sin consumar jamás su único sueño… tomar un baño de asiento con salta tártara. (Veo un brillante telón para el segundo acto, cuando dos enanos se encuentran con una cabeza decapitada en una remesa de pelotas de vóleibol.)
Al dar hoy mi paseo del mediodía, me asaltaron nuevos pensamientos mórbidos. ¿Qué hay en la muerte que tanto me desazona? Los horarios. Melnick afirma que el alma es inmortal y que continúa viviendo después de morir el cuerpo, pero si mi alma existe sin mi cuerpo, estoy convencido de que todos mis trajes le vendrían demasiado grandes. Oh, bueno…
No he tenido que romper con W. después de todo, pues por un golpe de suerte se ha fugado a Finlandia con un fenómeno de circo. Todo sea para bien, supongo, aunque tuvo otro de esos ataques en los que empiezo a toser por las orejas.
La noche pasada eché al fuego todas mis obras y mis poemas. Irónicamente, mientras quemaba mi obra maestra, Pingüino sombrío, la habitación se incendió y ahora me ponen un pleito unos individuos llamados Pinchunk y Schlosser, Kierkegaard tenía razón.
Extraído de “Sin plumas” de Woody Allen, cuadernos ínfimos 71, Tusquets Editores, octubre 1978.