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Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

martes, 29 de noviembre de 2011

Los actores de Woody: Lou Jacobi.


El actor Lou Jacobi, falleció el 23 de octubre a la edad de 95 años. Apareció en Broadway y en películas que van desde Irma la Dulce a Mi año favorito.



Lou Jacobi nació Louis Harold  Jacobovitch el 28 de diciembre de 1913 en Toronto. Empezó a actuar a una edad temprana, aparece en El rabino y el sacerdote en un teatro de Toronto en 1924, fue un niño prodigio del violín. Como adulto, trabajó como director de teatro de la YMHA Toronto, director social en un centro vacacional de verano, comediante, y como entretenimiento en funciones tales como despedidas de soltero y bodas. Jacobi fue a Londres, donde apareció en Guys and dolls, musicales americanos y Pal Joey. En 1952, fue parte de una actuación en el London Palladium.

Jacobi realizó su debut cinematográfico en la película británica de 1953, Es su luna de miel realmente necesaria. Hizo su debut en televisión en un episodio de Douglas Fairbanks Jr. Presenta en 1953. Fue en 1955 que hizo su debut en Broadway, interpretando el Sr. Van Daan en El Diario de Ana Frank. Que repetiría en la adaptación cinematográfica de 1959. Ese mismo año actuó en Broadway en la obra El décimo hombre.




Jacobi se mantuvo ocupado en los años sesenta. En el cine apareció en Irma la Dulce, El último de los agentes secretos, Penelope y Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar. En televisión como estrella invitada en The Defenders, El agente de CIPOL, y Esa chica. En Broadway apareció en Come Blow Your Horn, Fade Out - Fade In y No bebas el agua. En los años setenta apareció en películas como Harlem, Barrio bohemio, Roseland, y El mago de Lublin. En la televisión fue principal intérprete en el programa de televisión Iván el Terrible en el verano de 1976. También fue estrella invitada en el show de Dean Martin, El noviazgo del padre de Eddie, Love American Style, Barney Miller, y Sanford and Son. En Broadway apareció en Norman es que tú, Héroes insólitos, The Sunshine Boys, y Los tramposos.

En los años ochenta apareció en las películas Chu Chu y el flash de Filadelfia, Mi año favorito, Littlefeathers Isaac, y La esposa del jefe ". Actor principal en la serie Melba 1986, y fue estrella invitada en Demasiado cerca para la comodidad, San Elsewhere. Otra parte, y LA Law. Fue en los años noventa que hizo su aparición en la última película, en No compro besos más y Coeficiente intelectual




Lou Jacobi era un actor versátil capáz de jugar muchos papeles. Él podía interpretar a un genio, como amigo de Albert Einstein, en Coeficiente intelectual o alguien menos que honorable, como el señor Van Daan en El Diario de Ana Frank. En su carrera interpretó caracteres cómicos y étnicos, papeles dramáticos con la misma facilidad. En pocas palabras, él era uno de los mejores personajes de la última parte del siglo XX.

Largometrajes

IQ (1994), Kurt Gödel.
No compro besos ANYMORE (1992) como abuelo.
Avalon (1990) como Gabriel Krichinsky.
Amazonas en la Luna (1987) como Murray.
Littlefeathers Isaac (1987) como Abe Kapp.
El Boss 'Wife, (1986), Harry Taphorn.
El Lucky Star,  (1984) como Elia Goldberg.
Mi año favorito (1982) como el Tío Morty.
Arthur (1981) como dueño de la planta de almacenamiento.
Chu Chu y el flash de Filadelfia (1981) como propietario.
Mejor tarde que nunca (1979), Milton Cohen.
El mago de Lublin,  (1979), Wolsky.
Roseland (1977) como Stan.
Barrio bohemio (1976) como la hierba.
Café, té o yo? (1973) como camarero.
La Juez y Jake Wyler,  (1972) como el teniente Wolfson.
Little Murders (1971) como juez severo.
La batalla de Retorno del amor (1971) como cabeza parlante.
Algodón en Harlem (1970), Goodman.
Penélope (1966), Ducky.
Irma La Dulce (1963) como bigote.
Sueño de amor (1960), Potin.
El diario de Ana Frank (1959) como el Sr. Hans Van Daan.
Un chico para dos cuartos (1956) como Blackie Isaacs.

Especiales

juicio de Adolf Eichmann, El (1997) como la voz del juez Yitzhak Raveh.
Deep Dish TV (1990) como Floyd Miller.
Old Reliable, El (1988) como Jacob Glutz.
Día de los Niños se hizo cargo, El (1986) como el alcalde de R Van Winkle.
Arena, La (1986) como "Stormtrooper" Bernie Sagowitz.
San Pedro (1981) como Max.
Retaguardia (1976) como Raskin.
Allan (1971) como Harold Fisher, padre.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La entrevista.

 Entrevista. Woody Allen Entrevista. Woody Allen

Lleva 30 años haciendo películas (acaba de rodar la vigesimooctava) y proyectando a través de ellas sus obsesiones, neurosis y ansiedades. Pero, a pesar de haber creado a partir de sí mismo el personaje ficticio de más larga trayectoria en la historia del cine, niega parecerse a sus alter egos fílmicos. El pasado diciembre cumplió 62 años y se casó por tercera vez. Cuatro días antes de su enlace con Soon-Yi Previn, y en una suite del Hotel Palace barcelonés, Allen desprendía seriedad, autoconfianza e imperturbabilidad. Genial cineasta prolífico y hombre público de reciente perfil controvertido, su discurso y talante radian serenidad. 

Pregunta.-Lleva cinco años siendo protagonista de noticias escandalosas alimentadas por los medios sensacionalistas. Sin embargo, no ha dejado de trabajar. ¿No logra el escándalo afectar a su vida profesional y personal?
Respuesta.-No. Y, al principio, fui el primer sorprendido. No sé si llamarlo virtud, pero he llegado a saber compartimentar las cosas de una manera incluso sorprendente para mí. Esto me ha permitido no alterar mi vida en base a lo que algunas personas poco honestas y cierta prensa han dicho o publicado sobre mí. Considero que la acción es un antídoto para la ansiedad. De alguna manera, he podido seguir haciendo mis películas y mi música, he ido a juicios para defender mis derechos ante mis hijos y, aunque me considero víctima de una injusticia judicial, he continuado mi vida habitual. 

P.-¿Cómo es un día habitual en su vida?
R.-Tranquilo, quizá incluso le parezca aburrido. Escribo todos los días, sin excepción. Bueno, sí. Una, ayer, en París. No pude escribir por dos razones: un constipado y tener que coger un avión a Barcelona. Por lo general, me levanto no muy tarde y trabajo. Escribo, salgo a comer, practico mi música, vuelvo a escribir, veo algún partido interesante, si lo hay, en la televisión o en alguna cancha, y no hago ningún tipo de vida pública. No soy una persona social. 

P.-Los dos últimos personajes que ha creado para sí mismo, el Joe Berlin de Todos dicen te quiero, y Harry Block de Los secretos de Harry, han sido escritores. El último, en pleno bloqueo creativo. ¿Ha sufrido algún estado mental parecido?
R.-Nunca, jamás, no sé lo que es. Sólo recuerdo haber sufrido pánico escénico el primer día, fue en 1960, en que escenifiqué mi primer one man show en el club Blue Angel, de Nueva York. No vomité, pero no pude comer en todo el día. Pero, desde hace 40 años, escribo todos y cada uno de los días de mi vida. Escribir es mi vida. Y siempre escribiré. Nadie va a lograr que me detenga. 

P.-El público tiende a relacionarle con los personajes que interpreta, como si sus películas fueran episodios autobiográficos. ¿Cuánto hay de cierto en ello?
R.-Una película es un acto creativo, y ésa parece ser una idea a la que no mucha gente parece acostumbrarse. Las relaciones que he descrito con mujeres no son las mías... en su totalidad. O cuando un personaje va al psiquiatra, es una parte de la narración. Parece que hay que hacer un esfuerzo de imaginación suplementario para no relacionarme con todos mis personajes.

P.-Sin embargo, ¿considera Los secretos de Harry una de sus películas más personales?
R.-Harry habla por mí, lo hace en mi nombre: sus ideas filosóficas, sus pensamientos acerca de las relaciones entre la gente, sus opiniones sobre la religión judía o las demás religiones... todo lo que dice a lo largo de la película expresa mis sentimientos más profundos acerca de las cosas que pienso. Pero, esto ocurre también en la película que acabo de rodar, Celebrity. Lo que ocurre es que Harry no es como yo: yo no vivo su vida. Si lo hiciera, con todo ese ajetreo de mujeres, alcohol, sabotajes sentimentales, pastillas, mentiras y traiciones emocionales, no tendría tiempo para crear. Es un personaje muy extremo y por eso, divertido. Pero, filosóficamente habla por mí. 

P.-Harry Block es neurótico, infiel, creativo, mujeriego... ¿No teme que el público pueda establecer afinidades entre usted y el personaje que interpreta?
R.-En primer lugar, no quise interpretar el papel, en absoluto. Busqué a los actores que me parecían idóneos para el personaje: Dustin Hoffman, Elliott Gould, Robert de Niro, Robin Williams, Albert Brooks... pero todos estaban de gira o en otra película. A mi pesar, me tuve que contratar. Soy el último actor en el que pensé, lo cual no me convierte en el más idóneo. Y, en segundo lugar, no soy en la vida real lo que parezco ser en el cine. Los personajes que creo para mí tienden a ser exagerados para resultar graciosos. En esta película soy cobarde, histérico, nervioso, incompetente y neurótico. Y en la vida real... sólo comparto algunos de esos defectos.

P.-¿Es cierto que quiso subtitular la película, El peor hombre del mundo?


"Mi prioridad ahora es el amor, es la mujer que está conmigo, Soon-Yi Previn
R.-Sí, porque es un tipo desagradable, vacío, superficial y obsesionado sexualmente. Aunque él, en su defensa y cuando una de sus mujeres le acusa de ser el peor hombre de mundo, dice que es el cuarto en la lista, tras Hitler, Goebbels y Goering. 

P.-Su humor es muy cruel, ¿hasta dónde puede llegar y qué es capaz de sacrificar por un buen chiste?
R.-Cualquier cómico profesional de cabaret, cine, teatro o televisión aspira a llegar muy lejos por un buen chiste, por alcanzar la carcajada de su audiencia. Yo suelo ir extremadamente lejos, aunque escribo líneas que no pretendo que hieran. Pero suelo ir muy lejos, sobre todo si soy yo el personaje central y los chistes son sobre mí. Aspiro a crear carcajadas, pero lo único que quiero evitar es insultar la inteligencia del público. 

P.-Al igual que usted, Harry se relaciona con numerosas mujeres bellas, inteligentes y jóvenes.
R.-Las mujeres de la película son mucho más superiores que él. Son jóvenes, inteligentes, competentes, estables y fuentes de su inspiración. Pero, les hace algo terrible, convertirlas en sus víctimas, algo que no puede evitar por el componente autodestructivo de su carácter. En mi vida personal, siempre he encontrado a las mujeres más fiables, sustanciales y con mayores contenidos que los hombres. Y también, por lo que observo alrededor de mí, sienten una mayor afinidad con la vida que los hombres. De hecho, mis mejores y más largas relaciones de amistad, las mantengo con mujeres. . 

P.-Usted ha sido comparado con Chaplin en genio y en lo prolífico. Ambos comparten haber creado en plena libertad y con el control absoluto sobre sus obras.
R.-Le considero un creador infinitamente superior a mí. En mi caso, me siento afortunado. Puedo hacer la película que quiero, con el total control sobre todo. Puedo hacer una comedia o un drama y elegir a los actores. Todo eso gracias a un grupo de gente que me da apoyo y libertad, y yo no he hecho nada para merecerlo. Me ha sido dado por personas llenas de generosidad.


"Me considero víctima de una injusticia judicial"
P.-¿Ve sus películas antiguas?
R.-No las he vuelto a ver, sobre todo aquellas que realicé en los años sesenta. Me resultaba una experiencia brutal, siempre pensando en que querría rehacerlas, para mejorarlas. Si pudiera, de cada una de ellas cambiaría diez escenas que hoy me resultan embarazosas. Dejar de verlas me evita sentirme deprimido durante semanas. 

P.-Los estrenos de sus películas son acogidos como eventos y tiene un público extraordinariamente fiel.
R.-Es algo que no me explico. Yo he tratado justamente de que ocurriera lo contario: de que ninguna película mía fuera un acontecimiento. Yo simplemente amo hacer una película. No leo las críticas ni sigo los resultados en taquilla. Las hago, las dejo a un lado e intento hacer otra. En eso es en lo que encuentro el máximo placer. El resto no es más que incertidumbre y azar. 

P.-¿Qué es el éxito para usted?
R.-Poco menos que nada. El éxito aporta menos alegría de lo que se piensa, está sobrevalorado. En cuanto al fracaso, tampoco es tan terrible como se dice. Por eso, lo que hago es concentrarme en el trabajo. Yo ruedo una película, la estreno y hay gente que va a verla. A veces me preguntan, ¿cuál es su público? Jamás lo he sabido. 

P.-¿Con qué se quedaría si se viera obligado a elegir entre el trabajo y el amor?
R.-Elegiría... nunca he sido un perfeccionista, al contrario, soy un imperfeccionista y el trabajo no ha sido nunca mi prioridad. Trabajo mucho, pero tengo otras prioridades. Pero, ciertamente, el amor es para mí personalmente más prioritario que el trabajo. Mi prioridad ahora es el amor, es la mujer que está conmigo.

P.-Usted ha permitido en el documental Wild Man Blues filmar su relación privada con Soon-Yi.
R.-Sí, porque es mi mejor relación, la más armónica, tranquila y feliz que he tenido nunca. Ella es una mujer estupenda que me hace muy feliz.

Fuente: Revista El mundo, España,  http://www.elmundo.es/magazine/num117/textos/entrevista1.htm

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sí, la cosa funciona.


Por José Luis Caviaro, 19 de octubre de 2009



Todos los años acudo al cine, con gran ilusión, a ver lo nuevo de Woody Allen. Como ya sabeis, es uno de mis cineastas favoritos. Una de las ventajas de ser un fan del neoyorquino es que trabaja con una regularidad impresionante, así que no hay que esperar demasiado para ver su último trabajo. Claro que esto, paradójicamente, dota de una cierta irregularidad a su cine, pudiéndose uno encontrar con que un año entrega una película maravillosa, y al siguiente un entretenimiento pasajero. En todo caso, salvo alguna mala cosecha, el cineasta no suele caer bajo.
Precisamente, sentía especial interés por ver ‘Whatever Works’ para quitarme el mal sabor de boca que me dejó la que considero que es su peor obra, ‘Vicky Cristina Barcelona’, cuya mediocridad me dejó perplejo hace un año, planchado en la butaca. La primera vez que Woody Allen rodaba en España, sí, pero miremos lo que hizo cuando rodó en Londres… El cineasta debió revisar muy poco uno de sus peores guiones, y a los productores españoles les traería sin cuidado, pensando en lo que iba a recaudar una comedia donde Scarlett Johansson y Penélope Cruz se metían mano. En fin, un mal año. Desde hace una semana está en nuestros cines la siguiente, que afortunadamente es mucho mejor.
Decía Allen recientemente, mientras rodaba su nueva película (de nuevo en Londres), que nunca piensa en el título hasta que el trabajo ya está terminado, y ve el resultado completo. Entonces lo decide, según crea que es buena o mala, dando una pista al público, para que no se lleve un chasco. Si esto es así, y no otra broma de un hombre íntimamente vinculado al humor, parece que el director no apostaba demasiado por ‘Whatever Works’, traducida feamente en nuestro país como ‘Si la cosa funciona’.
En realidad, dejando a un lado las suposiciones, el título le viene estupendamente a la película. Primero, porque es una frase que el protagonista usa en varias ocasiones, para destacar la escasa relevancia (verdadera) de nuestros actos; segundo, porque la película, aun con sus errores y la modesta potencia de su motor, funciona, consigue su propósito, divierte y hace reflexionar. De hecho, el principal problema de ‘Whatever Works’ es que Woody Allen ya ha filmado otras como ésta, y le han salido mejores, más completas. Si por el contrario, esta película nos hubiera llegado un par de décadas atrás, el impacto sería mayor, y también su valoración.

Así podía haber sido, si Allen no llega a guardar el guión en ese famoso cajón a donde van todas sus ideas, hasta que llega el momento apropiado para rodarlas. Al parecer, escribió la historia de ‘Whatever Works’ pensando en que Zero Mostel interpretaría al protagonista; la muerte del cómico, en 1977, hizo que Allen se olvidara del guión. Treinta años después, ante la amenaza de huelga de los actores, el director de ‘Annie Hall’ se acuerda de la vieja historia de Boris Yellnikoff. La reescribe, actualizando las referencias políticas, y se lo entrega a su equipo de casting, con la esperanza de encontrar al protagonista adecuado.
A diferencia de lo que se ha aventurado en muchos textos sobre la película, Allen nunca se planteó dar vida a Boris, porque no se parece a él. Según sus propias palabras, el personaje es demasiado antipático para que él lo pudiese encarnar adecuadamente, el público no se pondría en su lugar, lo rechazaría; necesitaba a alguien que pudiera insultar y menospreciar a los demás, pero que al mismo tiempo cayera bien, resultara simpático. Cuando se le dio a Allen el nombre de Larry David, todo cobró sentido. David ya había trabajado para él en un par de ocasiones (en ‘Días de radio’ e ‘Historias de Nueva York’), pero ésta sería la primera vez que tendría un papel importante. Y lo cierto es que está perfecto, es justo lo que necesitaba este guión.
La película se beneficia del gran trabajo de Larry David, pero para que el conjunto funcionara era necesario igualmente encontrar a una actriz que encajara en el molde de Melodie St. Ann Celestine, una de las chicas clásicas del cine de Allen. Es la chica tonta, ingenua, muy viva y alegre (posiblemente por ser tonta), el contrapunto perfecto para el protagonista, pesimista y amargado, con la idea del fin del universo siempre en mente. Uno ve a David en el personaje y cree firmemente que el hombre no haya necesitado mucho esfuerzo para interpretarlo (recomiendo desde aquí su desternillante serie ‘Curb Your Enthusiasm’). No sé hasta qué punto Evan Rachel Wood es como Melody, pero lo cierto es que la chica está impecable. Al parecer, el acento sureño lo incorporó después de que Allen le diera el papel, lo cual viene a confirmar que Wood se tomó muy en serio el trabajo.
La película brilla cuando gira en torno a estos dos personajes, Boris y Melody, pero pierde fuerza cuando se desvía para contarnos otros encuentros, otros romances (Henry Cavill es muy guapo, pero tiene el talento de un muñeco de cera) y otras vivencias paralelas. Cuando el destino, siempre presente en el cine de Allen, trae a escena a los padres de Melody (Patricia Clarkson y Ed Begley Jr.), baja bastante el interés, pues aunque haya momentos simpáticos a costa de estos dos personajes, con los que el neoyorquino puede jugar ampliamente, se interrumpe lo que verdaderamente importa, la relación entre el tipo trágico y la chica cómica, dando la impresión de que se han unido, torpemente, dos historias en un mismo guión.
Pasando por alto la escasa fortuna de Allen en este aspecto, y que se llegue a un desenlace que me parece muy forzado, creo que ‘Whatever Works’ es una de sus mejores películas. A mi compañera Beatriz no le parece que funcione, y estoy seguro que no es la única que lo piensa. Es una película muy irregular, llena de imperfecciones, pero también, sobre todo, con grandes aciertos. Logró hacerme reír a carcajadas (creedme, no soy de los que se ríen fácilmente en una sala de cine) y las reflexiones del protagonista sobre la vida y la sociedad son viejas, pero no dejan de ser acertadas y necesarias. La vida puede ser triste y monótona, corta y fugaz, pero siempre podemos recurrir al cine de Woody Allen, profundo y divertido.
 Fuente: Blog de cine.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Selecciones de los memorándums de Allen.


Por Woody Allen
Los pasajes siguientes han sido tomados del hasta ahora secreto diario íntimo de Woody Allen que se publicará póstumamente o después de su muerte, lo que suceda primero.

Esperar a que la noche llegue a su fin se me hace cada vez más duro. Ayer experimenté la incómoda sensación de que unos cuantos hombres intentaban irrumpir en mi cuarto para lavarme la cabeza. Pero ¿Por qué? Estuve imaginándome que vislumbraba formas tenebrosas, y a las tres de la madrugada la ropa interior que arrojé sobre una silla me pareció el Kaiser con patines. Cuando por fin logré dormirme, volví a padecer ese horrible sueño en el que una ardilla trata de cobrarme como premio en una rifa. Desesperanza.
Creo que me consunción empeora. Y también mi asma. El jadeo va y viene, y siento vahídos cada vez más frecuentes. Me poseen ahogos y desmayos violentos. Mi habitación está húmeda y sufro escalofríos y palpitaciones continuamente. Observo, también, que me he quedado sin Kleenex. ¿Acabará esto alguna vez?
Idea para un cuento: Un hombre se despierta y descubre que su loro ha sido nombrado Subsecretario de Agricultura. Los celos le consumen y se pega un tiro, pero desgraciadamente la pistola es de ésas que sale una banderita que pone “Bang”. La banderita le saca un ojo, pero sobrevive… un ser humano redimido que, por primera vez, disfruta de los placeres elementales… de la vida, tales como labrar la tierra o sentarse sobre una manga de riego.
Pensamiento: ¿Por qué mata el hombre? Mata por comida. Y no sólo por comida: con frecuencia debe ser por bebida.
¿Debo casarme con W.? No, si no me revela las restantes letras de su nombre. Pero, ¿y su carrera? ¿Cómo voy a pedirle a una mujer de su belleza que renuncie al Campeonato de Patinaje? Decisiones…
Una vez más he intentado suicidarme… esta vez mojándome la nariz para meterla en el enchufe de la luz. Infortunadamente, se produjo un cortocircuito y sólo conseguí que explotase la nevera. Obsesionado siembre con la idea de la muerte, cavilo sin cesar. Sigo preguntándome si existe vida más allá de la muerte, y si la hay ¿le cambiarán a uno un billete de veinte pavos?
Me encontré hoy con mi hermano en un funeral. No nos habíamos visto desde hacia quince años, pero como de costumbre se sacó una vejiga de cerdo del bolsillo, y empezó a golpearme con ella en la cabeza. El tiempo me ha ayudado a comprenderle mejor. Por fin he comprendido que su observación acerca de que soy “una abominable sabandija digna de exterminio” viene dictada más por la compasión que por la ira. Reconozcámoslo: ha sido siempre mucho más brillante que yo… más ingenioso, más culto, mejor educado. El porqué continúa trabajando en Hamburguesas McDonald’s es un misterio.
Idea para un cuento. Unos castores se adueñan del Carnegie Hall y representan “Wozzeck” (Tema consistente. ¿Cuál será la estructura?)
Dios mío, ¿por qué me siento tan culpable? ¿Será porque odié a mi padre? Probablemente la causa está en el incidente de la ternera alla parmigiana. Bueno, ¿Qué hacía eso en su cartera? De haberle escuchado, ahora estaría ahormando sombreros para ganarme la vida. Me parece que le estoy oyendo: “Ahormar sobreros… ¿concibes algo mejor?” Recuerdo su reacción cuando le dije que pretendía dedicarme a escribir. “Lo único que tú escribirás será en colaboración con un búho” Sigo sin tener ni idea de lo que quiso decir ¡Qué hombre tan triste! Cuando representaron en el Liceo mi primera obra, “Un quiste para Gus”, se presentó la noche del estreno con frac y careta antigás.
Hoy vi un crepúsculo rojo y gualda y pensé ¡Que insignificante soy! Naturalmente, también pensé eso ayer, y llovió. Me sentí asaltado por el odio hacia mí mismo, y proyecté de nuevo suicidarme… esta vez por el sistema de aspirar hondo cerca de un viajante de seguros.
Relato breve: Un hombre se despierta por la mañana y se descubre convertido en el arco de sus propios pies. (Esta idea puede funcionar a muchos niveles. Psicológicamente, es la quintaesencia de Kruger, el discípulo de Freud que descubrió la sexualidad en el bacon.)
¡Qué equivocada estaba Emily Dickinson! La esperanza no es “esa cosa con plumas”. La cosa con plumas ha resultado ser mi sobrino. Tengo que llevarle a un especialista en Zúrich.
He decidido romper mi compromiso con W. No comprende lo que escribo, y la pasada noche declaró que mi Crítica de la Realidad Metafísica le recordaba Aeropuerto. Nos peleamos, y volvió a tocar el tema de los niños, pero la convencí de que resultarían demasiado jóvenes.
¿Creo en Dios? Creía en el hasta el accidente de mamá. Se cayó encima de un pastel de carne, lo cual exacerbó su melancolía. Estuvo en coma durante meses, incapaz de hacer otra cosa que no fuese cantarle “Granada” a un arenque imaginario. ¿Por qué esta mujer en la primavera de la vida se sentiría tan afectada…? ¿Sería porque en su juventud osó desafiar las convenciones y contrajo matrimonio con una bolsa de papel marrón en la cabeza? ¿Y cómo puedo creer en Dios si la semana pasada me pillé la lengua en el rodillo de una máquina de escribir eléctrica? Me siento atormentado por las dudas. ¿Y si todo es una ilusión y nada existe? En tal caso, he pagado demasiado por la alfombra. ¡Si al menos Dios me enviase una señal clara! Como hacer una cuantiosa imposición a mí nombre en un banco suizo.
Hoy tomé café con Melnick. Me habló de su idea de vestir de gallinas a todos los funcionarios del gobierno.
Idea para una obra: Un personaje inspirado en mi padre, pero sin el dedo gordo del pie tan prominente. Le mandan a la Sorbona para estudiar armónica. Al final, muere, sin consumar jamás su único sueño… tomar un baño de asiento con salta tártara. (Veo un brillante telón para el segundo acto, cuando dos enanos se encuentran con una cabeza decapitada en una remesa de pelotas de vóleibol.)
Al dar hoy mi paseo del mediodía, me asaltaron nuevos pensamientos mórbidos. ¿Qué hay en la muerte que tanto me desazona? Los horarios. Melnick afirma que el alma es inmortal y que continúa viviendo después de morir el cuerpo, pero si mi alma existe sin mi cuerpo, estoy convencido de que todos mis trajes le vendrían demasiado grandes. Oh, bueno…
No he tenido que romper con W. después de todo, pues por un golpe de suerte se ha fugado a Finlandia con un fenómeno de circo. Todo sea para bien, supongo, aunque tuvo otro de esos ataques en los que empiezo a toser por las orejas.
La noche pasada eché al fuego todas mis obras y mis poemas. Irónicamente, mientras quemaba mi obra maestra, Pingüino sombrío, la habitación se incendió y ahora me ponen un pleito unos individuos llamados Pinchunk y Schlosser, Kierkegaard tenía razón.

Extraído de “Sin plumas” de Woody Allen, cuadernos ínfimos 71, Tusquets Editores, octubre 1978.