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Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Colección Cahiers du Cinemá: Woody Allen

Serie Cahiers du Cinemá – Una cierta tendencia del Cine de Autor


El humor en Woody Allen: reír para no llorar - por Luis Fernando A. Perez




La prueba de que Woody Allen es un gran humorista es que ha hecho películas dramáticas. Sin un sentido trágico de la vida, el humor resulta pobre, superficial, ramplón. “Reír para no llorar” es la esencia del humor judío –tradición a la que él pertenece por sus ancestros rusos- y que ha dado tantos nombres ilustres en la historia de las artes. Humor de escépticos y lúcidos, como el que también practicaba el maestro Oscar Wilde: “El humor es la gentileza de la desesperación”.

En una entrevista a Richard Schickel en 2003, Woody Allen le confesaba: “Y cada cien años, usted sabe, es como si alguien descargara la cisterna del inodoro y de pronto todo el planeta cambiase. Todos, toda la gente que te preocupa ahora y todos los problemas que tienes, todos los terroristas y esa gente que te da quebraderos de cabeza, y las relaciones con las mujeres que te hacen suspirar, y los maridos que han abandonado a sus esposas. De todo eso, pasado el tiempo, no queda nada”. No hay Dios, no hay esperanza en su visión de mundo. Entonces, vale la pregunta: ¿cómo este autor que era en su juventud lector de Tenessee Williams y William Faulkner, de Dostoievski y Tolstoi, termina siendo un director y un actor de comedias? O mejor: ¿de qué manera su visceral pesimismo se va revistiendo de humor? “Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo no gozo de buena salud."

Woody Allen en un comienzo quiso ser dramaturgo. Las películas no le interesaban y en los años cincuenta en Estados Unidos, el prestigio lo tenían las obras de teatro. Ni siquiera tuvo una cámara; no lo atraía la tecnología. Su primer acercamiento al cine fue con la escritura del guión ¿Qué pasa, Pussycat?, un verdadero fiasco que lo hizo sentirse avergonzado y humillado. Juró que sólo volvería a escribir para el cine si le daban la oportunidad de dirigir. Y se la dieron en Robó, huyó y lo pescaron, su primera película. Un pseudo-documental con escenas divertidas. Y se la volvieron a dar en Bananas, donde contó un crimen político en un país sudamericano al estilo de una crónica deportiva. Para ese entonces, el aspirante a dramaturgo ya había sido captado por la televisión que descubrió su talento innato para escribir diálogos punzantes y actuarlos él mismo; también había debutado en nightclubs. Ahora, disfrutaba de las parodias y las imitaciones descaradas de sus maestros: Chaplin y Buster Keaton. Del primero, los gags: sus dos primeras películas son una sucesión de gags con una línea argumental muy débil. Del segundo, el humor surrealista y la heroína cómica a la que todo se le complica, a la que nada le sale al derecho: la génesis de los personajes de Diane Keaton en El dormilón, La última noche de Boris Grushenko, Annie Hall (Dos extraños amantes) y Manhattan.

En Todo lo que usted quiso saber sobre el sexo y no se atrevió a preguntar y El dormilón, sus siguientes películas, seguía todavía atrapado en el modelo de Chaplin y Keaton. Es quizá en La última noche de Boris Grushenko donde por primera vez las escenas cómicas no ahogan el relato.
Allí hay esbozado un contenido filosófico, hay una intención de hablar del amor y de la muerte en clave cómica. Aunque no lo consigue del todo. Él mismo es el primero en reconocerlo: “Lo verdaderamente importante para mí era que el público se riera. Y luego, si mi estrategia daba frutos (y creo que no fue así), que toda esa reflexión resonara tenue y vagamente en su cerebro. Y me refiero a que resonara después, esa misma noche al llegar a casa o durante el sueño en medio de la noche, y que los espectadores se despertaran riéndose del chiste. Para que después, pasada la fase de la hilaridad, se tomaran unos minutos y pensaran: Dios, me pregunto cómo me sentirían frente al pelotón de fusilamiento y sabiendo que voy a morir acribillado por las balas al cabo de escasos minutos”. Es claro: aún no había conseguido el difícil equilibrio entre la reflexión y el humor.

Ese equilibrio sólo llegará hasta Annie Hall, su primera gran película y un punto de quiebre dentro de su ya larga carrera cinematográfica. Annie Hall es más que una suma de gags: es la historia del amor y el desamor de Annie y Alvy. Contada un año después, como una evocación de Alvy. La pasión y las cenizas vistas desde una irónica distancia. El pesimismo de Woody Allen se ha focalizado en las relaciones amorosas. Bajo la misma premisa de su visión trágica del mundo: como la felicidad de la pareja es algo imposible de alcanzar, hay que divertirse con eso. Las secuencias, más largas, permiten que afloren los monólogos y la conversaciones ingeniosas y burlescas sobre el sexo, la convivencia, la inseguridad de los roles masculino y femenino. El talento de Woody Allen es verbal y aquí se desborda con juegos de palabras y parodias culturales. El que sepa quién es Federico Fellini, Marshall McLuhan o Sigmund Freud, gozará más. El que no, allá él. En los setentas todavía no se había impuesto la absurda idea de “respetar” la ignorancia de los espectadores. Las escenas cómicas abundan en Annie Hall pero no forman repúblicas independientes, están finamente encajadas dentro de una estructura narrativa. Y en una idea central que las engloba: la irracionalidad de las relaciones de pareja, el halo triste y risueño que provoca el desencuentro entre hombres y mujeres. Gracias a la colaboración de Marshall Brickman (coguionista), a Gordon Willis (director de fotografía) y Ralph Rosenblum (montador), Woody Allen estaba descubriendo la mejor manera de expresar su humor y su desesperanza: con el arte del cine.

¿Es en la comedia urbana anti-romántica donde mejor ha logrado Woody Allen destilar el humor? No lo creo, aunque se trata de una veta que ha seguido explotando. Después de Annie Hall vino Manhattan y hace poco Vicky Cristina Barcelona. Nadie puede desahuciar a un director que hace una película por año y ha demostrado estar en plenas facultades creativas. Es admirable su capacidad para recrear y volver siempre sorpresivo e hilarante el eterno tema de las relaciones afectivas. En el capítulo catalán, la agotada pareja parecería encontrar nuevos aires y momentos de plenitud en el breve experimento del triángulo amoroso.

En La Rosa púrpura del El Cairo y Match Point, a mi juicio sus obras más ambiciosas, el humor alcanza otra dimensión porque se integra a una metafísica, lo que tanto había buscado –sin conseguir- desde la época de Boris Gruschenko. En la primera, con el tema aparente del cine y la cinefilia, explora la necesidad humana de ficción. Conscientes de las quiméricas ilusiones, no podemos hacerlas a un lado, vivir sin ellas. Hay una sutil e irónica sonrisa cuando el personaje de Cecilia, después de la cachetada de la realidad, regresa a las salas de cine. En la segunda, el destino, el libre albedrío, la voluntad histórica, la opción existencial, el éxito, son reducidos a un mero y vulgar asunto de suerte. La Antígona moderna puede ser escenificada en cualquier cancha de tenis. Ecos de un humor negro e implacable –que le hubiera gustado a Samuel Beckett- quedan resonando en nuestra mente.

Pero quisiera terminar con una película menor, Melinda y Melinda. Ahí se encuentra explícita -al alimón- su filosofía del humor. Allí, Woody Allen hizo el más interesante experimento de su filmografía: contar la misma historia en clave de tragedia y de comedia. ¿La vida es una tragedia o una comedia? Qué gran pregunta. O mejor: esa es la pregunta. Podría ser ambas cosas. O podría ser una tragedia que se vive como una comedia. Sófocles leído desde Aristófanes. Cada cual elige su camino de acuerdo a su talante. Elijamos bien, seamos coherentes. Para ayudarnos en semejante encrucijada, a lo largo de estos últimos años este neoyorquino de antepasados judíos y rusos, ha insistido tercamente en las ventajas de recorrer el valle de lágrimas con el bálsamo de la risa.

(Publicado originalmente en “Kinetoscopio” número 87)
Publicadas por Ghost Writer

Extraído de http://el-cinefilo-blog.blogspot.com.ar/

jueves, 17 de diciembre de 2015

Imagen de Woody.

 
Afiche de la gira por la Federación Rusa.
 
 
Extraído de Woody Allen Web
 
 

jueves, 3 de diciembre de 2015

Cinco preguntas para Woody.





Algunos directores hacen cinco ediciones de sus películas. ¿Cuántas hace usted?

Hacemos una edición y luego la mejoramos. No hago una nueva edición de todo el film. Puedo cambiar, recortar, eliminar y luego volver a incluir una escena, pero la primera edición del film es la definitiva.

¿Le piden que se ocupe de cosas como material para DVD?

Ni siquiera lo sugieren. Hago el film y ellos lo ponen en DVD. Me preguntan: “¿Tienes tomas adicionales?” Pero casi nunca las tengo.

¿Le importa si sus films son vistos en pantalla chica?

Preferiría que fueran vistas en pantalla grande. Supongo que llegaremos a que uno estará sentado en su sala y tendrá alta definición y una pantalla de 2,15 por 3 metros, y no habrá diferencia. Pero las películas están hechas para ser vistas en pantalla de cine, con público que entra en la sala y habla del film y luego sale y dice su opinión. Es una experiencia social y comunitaria. Así que no me agrada que sean vistas por primera vez en DVD.

¿Cada cuánto va al cine?

Tengo una sala de proyecciones y veo las cosas allí. Mi asistente llama y pide una película prestada. Los sábados en la noche acostumbro ver un film con mis amigos allí.

¿No le gusta la atmósfera de un cine público?

Sí, pero con los años me he vuelto flojo. Cada tanto voy al cine. Doy una caminata con mi esposa y entro a ver un film, pero en el día porque no hay tanta gente. Eso aún me resulta placentero.


 Extraído de https://woodyallenweb.wordpress.com/el-blog-de-woody-allen-web/page/16/

jueves, 19 de noviembre de 2015

A reirse con Woody número 19.


Ja jajajajaja...


 
 
 
 
Extraído de Woody Allen 1
Un libro de humor
Editorial Nueva imagen, 1980

jueves, 5 de noviembre de 2015

Los colaboradores de Woody: Mel Bourne.



Mel Bourne, diseñador de producción de Woody Allen


El productor de cine Mel Bourne, nominado tres veces a los Oscar de la Academia de cine norteamericano y productor de siete películas de Woody Allen, entre otros éxitos, falleció el pasado jueves 16 a los 79 años de edad. Bourne murió en el Hospital presbiteriano de Nueva York, según anunció su hijo Timothy.




Mel Bourne estuvo cincuenta años en el negocio del espectáculo, durante los que realizó diseños de producción para teatro, televisión, publicidad y cine. Fue candidato por tres veces al premio Oscar por la dirección artística de Interiores (1978), de Woody Allen, The Natural, de Barry Levinson (1984) y El Rey pescador, de Terry Gilliam (1991).

Lanzó definitivamente su carrera en el diseño de producción cinematográfica con el éxito de Woody Allen de 1977 Annie Hall, que rompió los moldes de la comedia urbana y obtuvo el Oscar de la Academia como mejor película del año. Después, repetiría la colaboración con Allen en Interiores, Manhattan, Recuerdos, La comedia sexual de una noche de verano, Zelig y Broadway Danny Rose.

"Era un director artístico increíble y un tipo estupendo", declaró Allen en un comunicado tras conocer la noticia. "Hizo maravillosas contribuciones a mis películas", añadió. Timothy Bourne afirmó que su padre disfrutaba mucho de la colaboración con Allen, "y la oportunidad de contribuir al proceso creativo" en sus películas. "Entre él, Gordon Willis (responsable de la fotografía de aquellos filmes) y Woody Allen formaban como un triángulo. Él disfrutaba mucho de ese estímulo intelectual", dijo.

Aparte de estos trabajos, Mel Bourne fue responsable del diseño de producción de otros muchos éxitos como FX, efectos mortales, Atracción fatal, Cocktail, Una proposición indecente o El misterio Von Bülow. También diseñó la producción del episodio piloto de la serie Division Miami, la serie de televisión que lanzó al estrellato a Don Johnson en los años 80.

En una entrevista de 1997, Bourne explicaba su papel en el diseño de producción: "Mi trabajo consiste en escoger entre escenarios reales o artificiales, y después decorarlos con muebles, colores, texturas", decía. "Una película tiene una imagen, una personalidad visual". Lo que más le atraía de un proyecto era un buen escritor, no el director.

Mel Bourne nació en Chicago el 22 de noviembre de 1923 y creció en Nueva Jersey y Nueva York. Se graduó en ingeniería química en la universidad. Tras la segunda guerra mundial, empezó a trabajar como ayudante en el teatro hasta ingresar en la Escuela Dramática de Yale.-Obras Famosas




Cine, Diseñador de Producción

Interiores, United Artists, 1978
Nunzio, Universal, 1978
Manhattan, United Artists, 1979
(Unidad de América) Luna, 1979
(Como Melvin Bourne) de Windows, United Artists, 1980
Recuerdos, United Artists, 1980
Ladrón (también conocido como Calles violentas), United Artists, 1981
Comedia sexual de una noche de verano, Orion / Warner Bros., 1982
Todavía de la noche, Metro-Goldwyn-Mayer / United Artists, 1982
Zelig, Orion / Warner Bros., 1983
Broadway Danny Rose, Orion, 1984
El Natural, TriStar, 1984
F / X (también conocido como F / X - Asesinato por la ilusión y el asesinato byIllusion), Orion 1986
Manhunter (también conocido como Red Dragon: En busca de Hannibal Lecter), DEG, 1986
Atracción fatal, Paramount de 1987
Cóctel, Buena Vista, 1988
The Accused (también conocido como Imprudencia Temeraria), Paramount, 1988
Rude Awakening, Orion, 1989
Inversión de la fortuna, de Warner Bros. de 1990
El rey pescador, TriStar, 1991
Trouble Man, Twentieth Century-Fox, 1.991
Una proposición indecente, Paramount, 1993
Angie, Buena Vista, 1994
Beso de la Muerte, Twentieth Century-Fox, 1995
Algo de que hablar (también conocida como Grace Under Pressure), Warner Bros., 1995
Striptease, Columbia, 1996
Gloria, Sony Pictures Entertainment, 1999
Esposa eventual, AtomFilms, 2000


Cine,  Director de Arte

(Como Melvin Bourne) Los infractores de 1957
Esa noche !, universal, 1957
Annie Hall, United Artists, 1977
Ventanas, United Artists, 1980


Cine, Director de Arte Adjunto

(Con George Jenkins) The Miracle Worker, United Artists, 1962
El magnate griego, Universal, 1978


Cine Decorador

Nunzio 1978


Diseño de Cine Consultor

El acusado, 1988


Apariciones en pantalla

(Sin acreditar) Langdon Carmichael, El rey pescador, TriStar 1991


Diseñador de Producción de Televisión, Series

Howdy Doody, 1947-1960
Nosotros, el Pueblo, 1948-1949
Believe It or Not, 1949-1950
La familia de Aldrich, 1949-1953
Los Goldbergs, 1949-1954
El Robert Quinlan Show, 1949-1951
El Video Theatre Lux, 1950-1954
Kojak, 1973
Equal Justice, ABC, 1990
Michael Hayes, CBS, 1997-1998

También trabajado como diseñador de producción en Mr. Propios; Hallmark Hall ofFame; Armstrong Circle Theatre; Goodyear-Philco Playhouse; Estrella Estrella escenario.


Películas

Cupid y Cate, CBS, 2000


Televisión director de arte, Películas

El silencio, la NBC, 1975
El Quinn, ABC de 1977


Especiales

El Perfiles Wallace Mike, CBS, 1981


Diseñador de Producción de Televisión, Pilotos

División Miami, NBC, 1985
Equal Justice, ABC, 1990


Televisión Visual Consultor: Películas

División Miami, 1984


Etapa de Trabajo

Diseñador de producciones de Broadway en la década de 1950, incluyendo el animal Hombre, Gaviotas sobre Sorrento, La millonaria y End como un hombre, y la producción de Los Ángeles de luz Opera de Carrusel.



Extraido de http://elpais.com/diario/2003/01/19/agenda/1042930802_850215.html
http://www.filmreference.com/film/47/Mel-Bourne.html

jueves, 29 de octubre de 2015

A propósito de Maridos y esposas (1992).




Maridos y esposas es la 21 película escrita y dirigida por Woody Allen.
 
Esta es una de las mejores películas de Allen. Es su película 21 como escritor/director, y lo muestra en su más enérgica, creativa y vital, aunque el tema es extremadamente sombrío. La película, es un examen del matrimonio moderno, fue lanzada al mismo tiempo que terminó su relación con Mia, y es difícil separar. Sin tener en cuenta el drama que rodea la película, la película en sí es un rotundo éxito.
 
Woody Allen interpreta a Gabe Roth, un profesor que está casado con Judy (Mia Farrow). Cuando anuncian sus mejores amigos Jack (Sydney Pollack) y Sally (Judy Davis) que se están divorciando, conduce a un camino de descubrimiento de los cuatro personajes y sus vidas nunca serán las mismas.
 
 


50 premios globo de oro: 1 nominación
Mejor actriz de soporte – Judy Davis (nominada)

46ª premios BAFTA – 1 gana de 2 nominaciones
Mejor guión, Original – Woody Allen
Mejor actriz – Judy Davis (nominada)
 
Reparto & equipo
  • Película pensada para Mia Farrow con Woody Allen, después de 13 en una fila. Antes había terminado su relación personal.
  • El segundo de los cinco aspectos de la película de Judy Davis. Ella se estableció originalmente el papel de, bueno, Judy, antes de que fue dado a Farrow.
  • El último de tres apariciones en las películas de Allen para Blythe Danner.
  • Jeffrey Kurland  aparece como el narrador/entrevistador. Kurland trabajó como diseñador de vestuario en más de una decena de películas de Allen – incluyendo éste. Él aparecería en pantalla en Poderosa afrodita.
  • Jane Fonda le fue ofrecido inicialmente el papel de Sally.
  • Emily Lloyd fue echada y el material de archivo fue descartado, porque Allen decidió que no estaba funcionando. Las escenas se volvieron a realizar con Juliet Lewis. Kristy Swanson también audiciono para el papel.
Preguntas y respuestas
  • La primera de dos películas de Allen, distribuida por TriStar Pictures. Allen sigue con Mike Medavoy , quien había supervisado la carrera de Allen en Artistas Unidos y Orion. Fue pensada como un reparto del multi-picture.
  • Inspirado en la película de Ingmar Bergman 'Escenas de la vida conyugal'.
 

jueves, 10 de septiembre de 2015

Woody escribe sobre Ingmar Bergman.




Vida de un genio.

Por Woody Allen(*)

¡La voz del genio! "Día tras día me llevaban o me arrastraban, gritando de angustia, al colegio. Vomitaba encima de cualquier cosa, desfallecía y perdía el sentido del equilibrio." Sobre su madre: "Intenté abrazarla y besarla, pero me apartó con una bofetada." Sobre su padre: "Las palizas brutales eran su argumento favorito." "Me pegó, y yo le devolví el golpe. Se tambaleó, y acabó sentado en el suelo." "Llevaron a mi padre al hospital, para operarle de un tumor maligno en el esófago. Mi madre quería que yo fuese a visitarle. Le contesté que no tenía tiempo ni ganas." Sobre su hermano: "Mi hermano tenía escarlatina... (naturalmente, yo esperaba que se muriera. La enfermedad era peligrosa en aquellos días)." "Cuando mi hermano abrió la puerta, le golpeé con la garrafa en la cabeza. La garrafa se hizo añicos y mi hermano se desplomó mientras la sangre manaba de la herida. Alrededor de un mes más tarde, me agredió sin previo aviso, y me saltó dos dientes. Respondí pegándole fuego a la cama mientras dormía." Sobre su hermana: "Mi hermano mayor y yo, normalmente enemigos mortales, hacíamos las paces y tramábamos planes para asesinar a ese diablillo repulsivo." Sobre él mismo: "Una o dos veces en mi vida he acariciado la idea de suicidarme."

Un entorno religioso: "La mayor parte de nuestra educación se basaba en conceptos tales como el pecado, la confesión, el castigo, el perdón y la gracia. Este hecho bien pudo contribuir a nuestra sorprendente aceptación del nazismo." Y finalmente, una evaluación de la vida: "Se nace sin objeto, se vive sin sentido... Y al morir, no queda nada."




Con esos antecedentes uno tiene que ser un genio. O eso, o hacer muecas en una celda cerrada a cal y canto y con paredes almohadillas con cargo al Estado. No me inspiraban motivos precisamente nobles cuando vi mi primera película de Ingmar Bergman. Los hechos fueron así: yo era un adolescente que vivía en Brooklyn, y corrió la voz de que iban a dar en un cine del barrio una película sueca, donde una muchacha se bañaba completamente desnuda. Raras veces he pasado la noche en la calle para ser el primero en la cola de una película, pero cuando Un verano con Mónica se estrenó en el cine Jewel, en Flatbush, un chico pelirrojo con gafas de negra montura fue visto atropellando a ciudadanos respetables en su afán por conseguir la butaca más selecta y discreta.

Yo no sabía quién era el director de la película, ni me importaba, ni tenía sensibilidad entonces para apreciar su fuerza: la ironía, las tensiones, el estilo expresionista alemán con su poética fotografía en blanco y negro y los toques eróticos sadomasoquistas. Yo salí pensando únicamente en el momento en que Harriet Andersson se quita la ropa, y aunque era mi primer contacto con un director que acabaría considerando con fervor como el mejor de todos, no lo comprendí entonces. Hasta que unos pocos años más tarde, en busca de algo más estimulante que una tarde de minigolf, la chica con que me había citado y yo fuimos paseando para ver una película titulada Noche de circo. Yo era un poco mayor y empezaba a sentir un más amplio interés por el cine, y la experiencia fue decididamente más profunda esta vez. El sentido alemán seguía siendo su influencia principal y había una paliza tremenda, sádica en el clímax; aunque el argumento no estaba del todo centrado, la película había sido dirigida con tan inmenso talento, que estuve en vilo en mi butaca hora y media, con los ojos como platos. Realmente, la secuencia en la que Frost, el payaso, va a buscar a su casquivana esposa, que chapotea desnuda en el agua para divertir a unos cuantos soldados, era tan magistral en su planificación, ritmo de montaje e inspirada evocación de la humillación y el dolor, que había que retroceder hasta Eisenstein para hallar una fuerza cinematográfica comparable. Esta vez, desde luego, anoté el nombre del director, que era sueco y que, como me pasaba siempre entonces, archivé y olvidé.


Hasta fines de los cincuenta, cuando llevé a la que era mi mujer entonces a ver una película muy comentada y con el título no muy prometedor de Wild Strawberries (Fresas silvestres) no comenzó lo que se convertiría en una adicción de por vida a las películas de Ingmar Bergman. Todavía me acuerdo que la vi con la boca seca y el corazón latiendo con fuerza desde la primera y misteriosa secuencia inicial del sueño hasta el sereno primer plano final. ¿Quién podría olvidar tales imágenes? El reloj sin agujas. El carruaje tirado por un caballo que se atasca. El sol cegador y el rostro del viejo arrastrado al ataúd por su propio cadáver. Evidentemente, había ahí un maestro con un estilo inspirado y personal; un artista de profunda inquietud e intelecto, cuyas películas se revelarían a la altura de la gran literatura europea. Poco después vi El mago, una audaz dramatización en blanco y negro de ciertas ideas de Kierkegaard presentadas como un cuento de ocultismo, potenciadas por una cámara hipnótica, original, cuyo estilo hallaría su crescendo años más tarde en la onírica Gritos y susurros. La referencia a Kierkegaard no acarrea que la película sea árida o didáctica en exceso. Tengan la plena seguridad, por favor, de que El mago, como la mayoría de las películas de Bergman, posee un brillante sentido del espectáculo.

Porque, además de todo eso –y quizá lo más importante– Bergman sabe entretener, es un gran narrador de historias que jamás pierde de vista un hecho: sean cuales fueren las ideas que desea comunicar, las películas tienen que emocionar al público. Su teatralidad es realmente inspirada, e imaginativo su empleo de la iluminación gótica, pasada de moda, y las elegantes composiciones. El exagerado surrealismo de sueño y símbolos, el montaje inicial de Persona, la cena de La hora del lobo, y en La pasión de Ana, el descaro de parar a intervalos el absorbente relato, para que los actores expliquen al público lo que intentan expresar, constituyen momentos de gran espectáculo.



El séptimo sello fue siempre mi película favorita, y me acuerdo de cuando la vi, con no mucho público, en el viejo cine New Yorker. ¿Quién podría imaginar que un tema semejante pudiese proporcionar una tan agradable experiencia? Si tuviese que explicar el argumento, para convencer a un amigo de que la viese conmigo, ¿qué podría yo decir? "Bueno, transcurre en una Suecia medieval azotada por la peste y explora los límites de la fe y de la razón a partir de conceptos filosóficos daneses y hasta cierto punto alemanes." Eso no guarda gran relación con lo que se entiende por pasar un rato divertido, pero está todo contado con imaginación, suspenso y olfato tan pasmosos, que uno se queda clavado como un niño oyendo un desgarrador cuento de hadas. La negra silueta de la Muerte aparece de pronto en una playa, y el Caballero de la Razón la desafía a una partida de ajedrez, intentando ganar tiempo y descubrir algún sentido en la vida. La fábula arranca y se despliega con siniestra inevitabilidad. ¡Y las imágenes, una vez más, quitan el aliento! Los flagelantes, la quema de la bruja (digna de Carl Dreyer), y el final, con la Muerte que conduce el baile de los condenados al infierno, en uno de los planos más memorables de todos los tiempos.

Bergman es prolífico, y las películas que siguieron a sus primeras obras han sido ricas y variadas, según sus obsesiones se desplazaron del silencio de Dios a las torturadas relaciones de almas llenas de angustia que tratan de comprender sus sentimientos. (En realidad, las películas descritas no son exactamente sus primeras, sino obras medias, porque había dirigido algunas películas, desconocidas hasta que su estilo y reputación fueron generalmente reconocidos. Estas primeras películas son muy buenas, pero sorprendentemente convencionales, sabiendo adónde irían a parar.) En los cincuenta había asimilado sus influencias, al tiempo que su genio se afirmaba. Los alemanes todavía le impresionaban. Yo veo a Fritz Lang en su obra, y a Carl Dreyer, el danés. Y también a Chéjov, Strindberg y Kafka.



Yo divido sus películas entre las que son sencillamente soberbias ( Detrás de un vidrio oscuro, Luz de invierno, El silencio, La fuente de la doncella, La pasión de Ana, por citar algunas) y las obras maestras verdaderamente notables (Persona, Gritos y susurros y Escenas de la vida conyugal), junto con otras que había visto antes. Hay también películas atípicas como Vergüenza y Fanny y Alexander, que proporcionan sus propios placeres particulares, e incluso algún traspié ocasional como El huevo de la serpiente o Cara a cara.

Pero hasta en los experimentos menos afortunados de Bergman hay instantes memorables. Ejemplos: el sonido de una sierra fuera de la ventana durante una escena íntima entre los amantes adúlteros en El toque, y el momento en que Ingrid Bergman enseña a su patética hija cómo debe interpretarse al piano cierto preludio en Sonata de otoño. Sus fracasos son con frecuencia más interesantes que los logros de otros. Y pienso ahora en De la vida de las marionetas y Después del ensayo.


 


Una digresión sobre el estilo. El ámbito predominante en las películas acostumbraba a ser el mundo físico, externo. Sin duda, así ha sido durante años. Ahí están las películas cómicas y los westerns, y las películas de guerra, y las de persecución, y las películas de gángsters, y las películas musicales, para atestiguarlo. Pero, al afirmarse la revolución freudiana, sin embargo, el ámbito más fascinante del cine derivó hacia lo interior, y las películas se encontraron con un problema. La psique no es visible. ¿Y qué hay que hacer cuando las batallas más interesantes se libran en el corazón y en la mente? Bergman desarrolló un estilo para abordar el interior del hombre, y es el único director que ha explorado los campos de batalla del alma hasta el último confín. Impunemente, ha escrutado con su cámara los rostros hasta perder la conciencia del tiempo, mientras sus actores y actrices lidiaban con su propia angustia. Y veías grandes interpretaciones en tremendos primeros planos que duraban mucho más tiempo del que los libros de texto consideran conveniente para el arte del cine. Los rostros lo son todo para Bergman. Primeros planos. Más primeros planos. Extremados primeros planos. Creó sueños y fantasías, para combinarlos con tanta delicadeza con la realidad, que gradualmente un cierto sentido de la interioridad humana salió a la superficie. Y empleó enormes silencios con increíble eficacia. El territorio de las películas de Bergman es diferente del de sus contemporáneos. Hace juego con las playas desoladas de la isla rocosa donde habita. Ha encontrado un medio para mostrar el paisaje del alma. (Ha dicho que ve el alma como una membrana, una membrana roja, y así la mostró en Gritos y susurros.) Al rechazar la norma de acción convencional establecida en el cine, ha permitido que en el interior de los personajes bramen guerras tan agudamente visuales como los movimientos de un ejército. Vean Persona.

Por si esto fuera poco, damas y caballeros, Bergman es un director barato. Es rápido, sus películas cuestan poco, y su minúscula banda de colaboradores es capaz de completar una verdadera obra de arte en la mitad del tiempo y por una décima parte del dinero que muchos dilapidarían en un suntuoso desperdicio de celuloide. Y, además, escribe los guiones él solito. ¿Qué más se puede pedir? Significado, profundidad, estilo, imágenes, belleza visual, tensión, instinto narrativo, rapidez, economía, fecundidad, innovación, una dirección de actores sin par. A todo eso me refiero cuando digo que es el mejor. Tal vez otros directores le superan en áreas aisladas, pero nadie es un artista tan competo como él.

De acuerdo, volvamos a Linterna mágica, su libro. Habla mucho de problemas del estómago. Pero es interesante. Es informal, anecdótico. No es cronológico, como se supone que debería ser la historia de la vida de uno. No se monta una saga acerca de cómo empezó y, poco a poco, dominó el teatro y el cine de Suecia. La narración da saltos, hacia delante y hacia atrás, aparentemente a capricho de la inspiración del autor. Contiene extrañas anécdotas y sentimientos tristes. Una extraña anécdota: de niño se quedó encerrado en un depósito de cadáveres, donde le fascinó el cuerpo desnudo de una muchacha. Un sentimiento triste: "Mi mujer y yo vivimos muy próximos. Uno de los dos piensa, y el otro responde, o al revés. No sé cómo definir nuestra afinidad. Pero un problema es insoluble. Algún día un golpe caerá para separarnos. Y ningún dios afable nos convertirá en árboles que den sombra a la granja." Omite cosas que uno creía que iba a considerar. Sus películas, por ejemplo. Bueno, tal vez no las omita exactamente, pero dice mucho menos de lo que cabía esperar, considerando que ha hecho más de cuarenta. Tampoco se habla mucho de sus esposas en este libro. Las ha tenido en abundancia. (Y montones de hijos también, aunque apenas se les mencione.) Entre ellas está Liv Ullmann, que vivió años a su lado, fue la madre de unos de sus hijos, y una gran estrella en sus películas. Tampoco se dice mucho sobre los actores y las actrices de sus películas.



¿Y qué hay entonces? Pues hay muchas revelaciones apasionantes, pero sobre su infancia en la mayor parte. Y sobre su trabajo en el teatro. Detalle interesante, dibuja cada escena antes de ensayarla. Y hay un relato emocionante de cómo dirigía a Anders Ek, un actor en varias de sus películas, enfermo de leucemia y que utilizaba su miedo a la muerte próxima para interpretar un personaje de Strindberg. Bergman adora el teatro. Es su verdadera familia. De hecho, la cálida, entrañable familia de Fanny y Alexander nunca existió en la realidad, es un símbolo del teatro. (Eso no está en el libro. Pero lo sé.) Bergman habla también de sus enfermedades: "He padecido varias dolencias indefinibles, y no puedo decir a ciencia cierta si deseaba sobrevivir o no." Y sobre sus funciones corporales: "En todos los teatros donde he trabajado un cierto tiempo, he tenido siempre mi propio retrete."

Su crisis mayor también está aquí, el escándalo de los impuestos. Uno se queda hipnotizado leyendo su recuento. En 1976, Bergman fue groseramente sacado de un ensayo y llevado a la jefatura de policía para declarar sobre el dinero que debía al gobierno, porque su declaración era incorrecta. Eso es algo que puede pasar cuando uno recurre a un gestor, presume que él lo llevará todo estupenda y abiertamente, y descubre luego que, confiadamente, ha firmado papeles sin entenderlos, o siquiera leerlos. La cuestión está en que Bergman era inocente de la acusación de fraude premeditado, pero la hacienda sueca no evitó que las autoridades le trataran de forma desabrida y cerril. El resultado fue una depresión nerviosa, una hospitalización, y un exilio autoimpuesto en Alemania, entre sentimientos de rabia y profunda humillación.

En fin, la imagen que uno saca es la de una personalidad altamente emotiva, no fácilmente adaptable a la vida en este mundo frío y cruel, pero muy profesional y productiva, y desde luego un genio del arte dramático. A juzgar por la traducción, Bergman escribe muy bien y, con frecuencia, sus descripciones prenden y emocionan. Yo devoré cada página, pero no se me puede hacer demasiado caso, porque siento el mayor interés hacia este artista particular. Se me hace difícil creer que ha cumplido ya los setenta años. En su libro recuerda que, cuando tenía diez años, le regalaron una linterna mágica, que proyectaba sombras en la pared. Eso despertó en él una pasión amorosa por el cine, conmovedora en la intensidad de su sentimiento. Ahora que su fama es mundial y ya no hace más películas, escribe lo siguiente: "La butaca es cómoda, la habitación acogedora, se hace la oscuridad y las primeras imágenes tiemblan en la pantalla blanca. Todo está en calma, el proyector susurra débilmente en la insonorizada sala de proyección. Las sombras se mueven, vuelven sus rostros hacia mí, quieren que preste atención a sus destinos. Han pasado sesenta años, pero la emoción sigue siendo la misma."



(*)Tomado de La Jornada Semanal. Domingo 22 de junio de 2003. Num. 43


Publicado por Julio Diz en El Revisionista, el 5 de agosto de 2007

martes, 8 de septiembre de 2015

A propósito de La maldición del escorpión de jade (2001)



A finales del año pasado, cuando le dije a un amigo que estaba pensando en embarcarme en ver una de Woody a la semana, mi amigo pensó que era una buena idea, pero añadió: "Usted sabe que va a tener que ver  La maldición del escorpión de Jade de nuevo. Esta película de 2001 es a menudo señalada como un punto bajo en el medio de tres comedias que parecen insignificantes en el mejor y en el peor, no es gracioso. No obstante lo vi otra vez esperando lo mejor.
Situado en el Nueva York de la década de 1940, la historia sigue a un investigador de seguros, el señor C.W. Briggs (Woody Allen), que ahora tiene que justificar su trabajo a una nueva experta en eficiencia, de la oficina, Betty Ann Fitzgerald (Helen Hunt). El detesta a la otra, sin embargo, cuando son arrastrados al escenario de un espectáculo de magia y se colocan bajo el hechizo de un hipnotizador (David Ogden Stiers), se revelan los sentimientos más profundos de la atracción. Más tarde, el hipnotizador vuelve a Briggs a un estado hipnótico y le da instrucciones para utilizar toda su experiencia para robar joyas de mujeres ricas - que se traduce, en ser Briggs un ladrón de guante blanco involuntario por la noche y un investigador tratando de atraparse a sí mismo de día.

Similar a  Ladrones de medio pelo (Small Time Crooks), una trama que esta configurada bastante ingeniosa, por desgracia la historia no avanza. Debido a que el público está a la cabeza de los personajes que estamos esperando, ya sea por los caracteres para ponerse al día, o para otro giro de la trama mas inteligente. Desafortunadamente, estructuralmente, no hay nada nuevo, hace que sea una larga comedia.

Estilísticamente, sin embargo, hay mucho que recomendar en esta película, sobre todo si eres un fan de la  cena de los acusados  ​​estilo delincuencia romántics de ese periodo. Como siempre, el diseño de producción, vestuario, cinematografía y música son todos de excelente factura. A menudo se siente menor, dentro del estilo de una película de época, como el tipo de película La rosa púrpura de El CairoCharlize Theron hace un gran lago de Verónica, como una dama de clase alta de ocio activado por el personaje de Woody (y ni siquiera en estado de hipnosis).

El propio Woody Allen ha hablado acerca de cómo esta película no estuvo a la altura de sus expectativas, culpando a su propio desempeño y el hecho de que el presupuesto no era tan alto, y no podía volver atrás y a disparar como suele hacer cuando algo no está funcionando. También cree que fue un desperdició las habilidades cómicas del reparto, incluyendo a Dan Aykroyd y Wallace Shawn.
Tiendo a pensar que el problema está en el guión. Está salpicada de gags que en su mayor parte simplemente no lo son. Las bromas entre Briggs y Fitzgerald tiene el ritmo y el tono de ingeniopero mientras que el diálogo a menudo crepitaba, la energía de la película es empapada como la trama que explota los árboles a lo lejos.

Mientras que algunas de las líneas y las grandes actuaciones, y grandes representaciones visuales, La maldición del escorpión de Jade  se siente demasiado reverencial y muy lejos del estilo salvaje de 1970, de sus primeras comedias. Tal vez si hubiera sido lanzada en la década de 1940 habría sido un gran éxito.
Extraído de www.woodyallenpages.com/woody-allen/links/014/09/07/the-curse-of-the-jade-scorpion-2001/

lunes, 31 de agosto de 2015

Más risas con Woody, número 18.


Más risas... más risas....



 
Extraído de Woody Allen 1
Un libro de humor
Editorial Nueva imagen, 1980
 

jueves, 13 de agosto de 2015

También él.



No he vuelto a 
ver las series norteamericanas 
que exhibían los televisores en 
blanco y negro 
de mi infancia, 
muchas de ellas dobladas en 
Puerto Rico 
con 
expresiones y 
giros lingüísticos entre el exotismo y la comicidad. Además de las aventuras y el 
suspense que te esperaba cuando aparecían los prohibitivos rombos y debías ingeniártelas para verlas desde la clandestinidad y los lugares más 
impensables, recuerdo como adictivas aquellas series. Imagino que lo más probable si decidiera revisarlas es que me parecieran polvorientas, tópicas, 
de una calidad dudosa o inexistente. Es mejor que estén guardadas con mimo y 
sin sentido crítico en un rincón de la memoria. Les debo momentos felices.
Hubo una brillante generación de directores en el cine norteamericano (Ritt, Lumet, Frankenheimer y otros) que empezaron su carrera trabajando en 
las series televisivas. 
Pero siempre tuvieron claro que ese camino iniciático era circunstancial, que su 
vocación era dirigir películas, que la auténtica medida de su talento se la 
ofrecería el cine.
La televisión podía otorgar popularidad y dinero pero el prestigio pertenecía 
al cine, el sueño de los que narraban con imágenes se centraba en crear para 
la gran pantalla, su paso por la televisión les servía como aprendizaje o era un 
trabajo exclusivamente alimenticio.

Con el nuevo siglo se ha producido el milagro de que artistas incuestionables del cine consideren un honor que su nombre aparezca en los créditos de las series de televisión, como creadores, productores ejecutivos, dirigiendo algunos capítulos. 
Estoy hablando de luminarias de Hollywood como Martin Scorsese, Steven Spielberg, David Fincher y Michael Mann.










Aunque el pavor a morirse o a vegetar en su mansión induzca al ya anciano Woody Allen a rodar todos los años una película, a mantener en activo su inagotable creatividad, también él ha accedido a la 
oferta de Amazon para rodar una serie. Y es un motivo de gozo para la cinefilia que la inteligencia, la imaginación y la gracia de este hombre se pongan al servicio de un medio que desconoce y que está viviendo su edad de oro. 
Afirma Allen: “No sé cómo me he metido en esto, no tengo ninguna idea y no estoy seguro por dónde empezar”. Pero podemos apostar a que va a meter la risa en nuestras casas.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/17/television/1421518467_799906.html