por CARLOS BOYERO
ver las series norteamericanas
que exhibían los televisores en
blanco y negro
de mi infancia,
muchas de ellas dobladas en
Puerto Rico
y con
expresiones y
giros lingüísticos entre el exotismo y la comicidad. Además de las aventuras y el
suspense que te esperaba cuando aparecían los prohibitivos rombos y debías ingeniártelas para verlas desde la clandestinidad y los lugares más
impensables, recuerdo como adictivas aquellas series. Imagino que lo más probable si decidiera revisarlas es que me parecieran polvorientas, tópicas,
de una calidad dudosa o inexistente. Es mejor que estén guardadas con mimo y
sin sentido crítico en un rincón de la memoria. Les debo momentos felices.
Hubo una brillante generación de directores en el cine norteamericano (Ritt, Lumet, Frankenheimer y otros) que empezaron su carrera trabajando en
las series televisivas.
Pero siempre tuvieron claro que ese camino iniciático era circunstancial, que su
vocación era dirigir películas, que la auténtica medida de su talento se la
ofrecería el cine.
La televisión podía otorgar popularidad y dinero pero el prestigio pertenecía
al cine, el sueño de los que narraban con imágenes se centraba en crear para
la gran pantalla, su paso por la televisión les servía como aprendizaje o era un
trabajo exclusivamente alimenticio.
Con el nuevo siglo se ha producido el milagro de que artistas incuestionables del cine consideren un honor que su nombre aparezca en los créditos de las series de televisión, como creadores, productores ejecutivos, dirigiendo algunos capítulos.
Estoy hablando de luminarias de Hollywood como Martin Scorsese, Steven Spielberg, David Fincher y Michael Mann.
Aunque el pavor a morirse o a vegetar en su mansión induzca al ya anciano Woody Allen a rodar todos los años una película, a mantener en activo su inagotable creatividad, también él ha accedido a la
oferta de Amazon para rodar una serie. Y es un motivo de gozo para la cinefilia que la inteligencia, la imaginación y la gracia de este hombre se pongan al servicio de un medio que desconoce y que está viviendo su edad de oro.
Afirma Allen: “No sé cómo me he metido en esto, no tengo ninguna idea y no estoy seguro por dónde empezar”. Pero podemos apostar a que va a meter la risa en nuestras casas.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/17/television/1421518467_799906.html