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Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Christoph Waltz será parte de la nueva película de Woody Allen que se filmará lejos de Hollywood



Christoph Waltz , Wallace Shawn y Gina Gershon son algunos de los actores que protagonizarán la nueva película de Woody Allen . Este es el primer film que dirigirá Allen tras el auge del movimiento #MeToo, después del cuál perdió un gran acuerdo de distribución debido a las denuncias de abuso sexual que realizó su hija, Dylan Farrow.

El director se convirtió en una persona no grata en Hollywood después de que Dylan volviese a hablar públicamente sobre el abuso sexual que habría sufrido por parte de su padre cuando era una niña, algo que él niega desde hace años.

En medio del movimiento que concientiza sobre los abusos en la industria del espectáculo, muchos actores se negaron a trabajar con él. Una editorial rechazó publicar sus memorias y Amazon canceló la distribución de cuatro de sus películas en su plataforma, lo cual llevó al director a iniciar un juicio contra la empresa por 68 millones de dólares .



El largometraje será poducido por una compañía española, y comenzará a rodarse el próximo 10 de julio en San Sebastián, España. Según se pudo saber a través del comunicado que emitió la productora, la película se trata de una pareja que comienza a sentir atracción por otras personas durante el festival de cine que se lleva a cabo en la ciudad.

Además de Waltz, Shawn y Gershon, el elenco estará conformado por la española Elena Anaya y el francés Louis Garrel, entre otros. Será producido por Mediapro, la misma empresa que estuvo a cargo en 2008 de Vicky Cristina Barcelona y, en 2011, de Medianoche en París.

Allen tiene una gran base de fans en Europa. Su última película, A Rainy Day in New York, no tiene fecha de estreno en Estados Unidos, en donde se mantiene archivada. Sin embargo, en el Viejo Continente son varios los distribuidores que la han elegido para proyectarla a fines de 2019.


Extraído de www.lanacion.com.ar/espectáculos/cine
Continente son varios los distribuidores que la han elegido para proyectarla a fines de 2019.

Los directores...

Coppola, Allen y Scorsese

La estrella: Nueva York


Por Anibal Vinelli

Como idea cinematográfica e industrial el éxito está asegurado en la acumulación de talentos, sobre todo si estos, inevitablemente artísticos y por tanto inestables y contestatarios, no tienen que compartir el común estudio de filmación. Los nombres son -verdadera constelación- los de Woody Allen, Francis Ford Coppola y Martín Scorsese, reunidos y separados en una misma película, los tres episodios de "New York Stories" que ya han comenzado a rodarse en Manhattan (recordemos que la nota es de 1988) y que tendrían su estreno mundial en esa ciudad a fines del corriente año.


Caricatura de Pratico.


No los une el estilo filmico y esa es casi la única divergencia: entre las similitudes han de apuntarse que los tres aman a Manhattan aunque como el resto de su población ninguno haya nacido allí, el hecho de que varias de sus mejores películas transcurren en la Manzana Dorada, la contemporaneidad biológica y una pasión por el cine que se ha proyectado más allá del oficio de realizador.

Por estricto orden alfabético, para evitar problemas de cartel, siguiendo el orden del rodaje, inicialmente habrá que mencionarlos por separado. Woody Allen (Brooklyn, Nueva York), es el más obsesivamente neoyorquino con obras como "Dos extraños amantes, Manhattan, Hannah y sus hermanas, Días de radio y Septiembre". Sus aficiones son tan obsesivas y monotematicas como su personalidad, siempre el cine, por ejemplo en su lucha permanente para resguardar sus films de los temibles televisión y video, inclusive al punto de supervisar personalmente la emisión o el procesado, cuando, agotada su carrera en las salas, pasan a los otros medios.

Francis Ford Coppola (Detroit, Michigan) de "El padrino I y II" -todavía sus opus máximos- es el gran jugador de la pantalla, fue multimillonario hasta que "One from the heart" (Corazonada, se llamaría en el supuesto caso de que se estrenara en la Argentina, cosa que no sucedió) lo dejó en la ruina. Eso y aventuras inolvidables para experiencias ajenas, como la sonorización de "Napoleón" de Abel Gance o el auspicio para las presentaciones  norteamericanas de Akira Kurosawa, títulos del cine polaco y o de Ingmar Bergman.


Y Martín Scorsese (Flushing, Nueva York) de "Calles peligrosas, Taxi Driver, New York New York y esa Después de hora" que es un monumento a la paranoia urbana, es el líder del gran movimiento que intenta preservar los clásicos del cine, que insiste en la defensa de sus tonalidades originales y que combate como pocos el sacrilegio de la colorización que por unos pocos dólares más ha teñido a "El halcón maltés" o a los cortos de Laurel y Hardy en el video.

En algún momento de su carrera los tres, sin previo acuerdo, por separado, confesaron su ambición por filmar a ese inolvidable retratista de Nueva York -a la que llamó acertadamente "Bagdad sobre el Hudson"- del cuentista O'Henry. En cierta forma, a su manera lo harán, aunque el autor de "Los 4 millones y La última hoja" no figure en el proyecto.

Woody Allen, Francis Ford Coppola y Martín Scorsese se han unido para dirigir un film de tres episodios que será filmado por Buena Vista (el brazo adulto de la corporación Walt Disney) y a estrenarse a fines de 1988 o principios del año siguiente.

Titulado tentativamente "New York Stories (Historias de Nueva York), consiste en segmentos de 30 o 40 minutos cada uno ambientado en la época actual. El colaborador permanente de Allen, Robert Greenhut producirá el conjunto con el apoyo de Rollins-Joffe Productions; Fred Roos y Fred Fuchs lo hacen para Coppola y Barbara De Fina para Scorsese.

El primero que ya se colocó detrás de las cámaras, desde el 4 de abril, ha sido Allen, con el cotizado Sven Nykvist como fotógrafo, y una presencia peculiar delante del objetivo, el alcalde de Nueva York, Ed Koch. El resto, como en cualquier film de Allen, es secreto. O casi.

 Coppola, que es coautor con su hija Sofía, estudia el elenco y rodará desde junio (de 1988). Richard Price, guionista de "El color del dinero", lo será también para el segmento de Scorsese, con fecha de inicio en agosto. Nestor Almendros ha de oficiar como fotógrafo mientras Coppola aun no eligió el suyo. El tiempo de rodaje estimado para cada capitulo ronda las 4 o 5 semanas.



El productor Greenhut explicó que la génesis del operativo hay que detectarla en las discusiones que sostuvo con Allen durante varios años. "Woody siempre volvía a la carga diciendome que tenia ideas muy prometedoras, pero que no soportarían por si solas la expansión a un largometraje. No tenia espacio para ellas, así que las dejaba en la congeladora. Lo hablamos, inclusive empezamos a imaginar que directores podían sumarse, consideramos inclusive a famosos nombres del extranjero, pero los descartamos por un criterio artístico que ya era de por sí demasiado disímil como para, encima, sumarle el de la multinacionalidad. Woody insistió en que fuesen tres episodios con directores totalmente distintos en su estilo y sin otra relación entre sí que no fuese la misma ciudad".

Al aproximarse a Coppola y Scorsese, Greenhut les aseguró "control total y sin interferencias", pidiendo, en cambio, solamente -y no es poco- "algo que me enorgullezca, como un film de Francis Ford Coppola o uno de Martín Scorsese".

La idea de Nueva York en episodios no es nueva, ya estaba, por ejemplo, en parte de "Lágrimas y risas" (1952), con directores y elencos distintos, sobre el inevitable O'Henry y donde paradojicamente el mejor segmento no era el neoyorquino, sino el que transcurría en un villorrio del oeste. Hablamos de "El rescate del jefe Rojo" que, dicho sea de paso, años después inspiraría a la excelente "Por fin me la quité de encima".

Y tan buena es la idea, que Allen-Coppola-Scorsese deberán apurarse para no perder la primicia. Desde hace un años el productor Scott Rudin está desarrollando para la 20th Century Fox un proyecto similar, "Tales of Manhattan" (Cuentos de Manhattan), con la idea de que lo realicen Jonathan Demme, Susan Seidelmann, Jim Jarmusch y otros directores que tienen su base en esa siempre estimulante Nueva York.


Extraído de Diario Clarín, suplemento Espectáculos, jueves 30 de junio de 1988

lunes, 4 de noviembre de 2019

Risas y más risas, 25

Extraído de Woody Allen 1
Un libro de humor
Editorial Nueva imagen, 1980




Woody o la risa que ayuda a olvidar.

Otro film de uno de los cómicos más exitosos del cine actual

En "Amor y muerte" (La última noche de Boris Grushenko) Woody Allen decía, mientras esperaba ser fusilado: "Todos los hombre mueren cuando llega su hora, pero yo soy diferente: tenían que fusilarme a las cinco pero moriré a las seis. Conseguí un buen abogado." En "El testaferro", por primera vez, el sofisticado Allen interpretará un papel que tras la sátira esconde un drama: el de un cajero de un bar que acepta dar su nombre como seudónimo para tres escritores de TV, incluidos en las "listas negras" del senador Joseph McCarthy.





 El testaferro, por primera vez, tratará de historiar uno de los periodos más discutidos en el mundo del espectáculo norteamericano. Entre 1947 y 1953 se estableció el llamado Comité de Actividades Antinorteamericanas, que presidia el senador Joseph McCarthy. Se inició entonces una "caza de brujas" que pasó a la historia americana con el nombre de "macartismo". Como acaba de decir Ernesto Sábato en sus Diálogos con Borges ("Cada vez que los teóricos invocan al hombre con H mayuscula hay que ponerse a temblar: o guillotinan a miles de hombres con minúscula, o los torturan en campos de concentración") el macartismo purgó el espectáculo como Robespierre a los girondinos. Para entender la democracia se cortó la cabeza a cientos de personas que hoy, a la distancia, ya reivindicadas, parece absurdo haberlas acusado de antinorteamericanas: Charles Chaplin, Arthur Miller (su obra "Las brujas de Salem" fue una acusación simbólica, apenas disimulada, al macartismo), John Garfield (cuya muerte sigue estando rodeada de misteriosos interrogantes), Aaron Copland, Lena Horne, Martín Ritt, Walter Bernstein y muchos más.

Precisamente Martin Ritt y Walter Bernstein son el director y el guionista de "El testaferro", y la
emprenden con el famoso Comité como ni siquiera Chaplin, en "Un rey en Nueva York" -filmada en el exilio de Suiza e Inglaterra- osó arremeter. Claro que los años pasan... y es más fácil ser valiente veinte años después.

Esto es lo que opina Woody Allen, quien resuelve ser decididamente cobarde: será un buen americano que tareará el himno nacional mientras agita los tragos que prepara en su coqueto bar. Pero, como él dice, "Los negocios son los negocios, y yo era judío antes que McCarthy fuera americano", y acepta dar su nombre a cambio del 10 % de las ganancias que obtengan tres famosos libretistas de TV que han sido prohibidos por sus actividades antidemocraticas (uno de ellos es el mismo Bernstein, autor de la idea, y el otro, aunque figura en la película con otro nombre, se supone que es Paddy Chayevsky, el famoso libretista, autor de "El décimo hombre". La tragedia del pobre cajero del bar, que como buen americano quiere ganar dinero, es que lo gana, y gana además una fama postiza que lo atormenta: "Porque si yo soy ellos y ello soy yo, yo soy bígamo varias veces. Además pediré el divorcio: Sally me engaña con yo, que soy ellos".

El humor genial de Woody Allen -un humor por el absurdo, al estilo del de Groucho Marx- tiene amplia posibilidad de explayarse en "El testaferro". "El sexo sin amor es una experiencia sin sentido, pero entre las experiencias sin sentido es la mejor", suele decir. Pero "El testaferro" no es un film cómico , 1953 -el año de la película es la época de Eisenhower, de Christine Jorgensen, de Joe Di Maggio, de los Rosenberg, de Corea. Los escritores de cine o TV que figuran en las "listas negras" inventaron su "frente secreto" y buscaban gente que por diez por ciento del pago prestaban su nombre para que los guiones pasaran la veda. Los acompañantes de Allen, Zero Mostel y Lloyd Gough, también figuraron en aquellas listas. De modo que, mitad en broma pero mucho más en serio, todos reviven  su propio drama.

Martin Ritt, actor, interdicto en 1951, entró a dirigir en el Actor's Studio; su primera película, "Cerco en la ciudad", es de 1957, Walter Bernstein, colaborador de "The New Yorker", guionista en 1940 de "Todos los hombre del rey", muy conocido en TV, fue prohibido en 1950 y tuvo que vender su producción a través de "El testaferro", Zero Mostel, un pintor convertido en comediante, apareció en "Pánico en las calles", de Elia Kazan, en 1950, y puesto en la "lista negra" tardó siete años en volver a Broadway con "Las noches de Ulises" y en lograr, en 1960, su gran éxito de "Rinoceronte", la obra de Eugene Ionesco sobre los colaboracionistas franceses durante la ocupación nazi.

Walter Bernstein, en una entrevista publicada en "The New York Time", declaró: "El punto dificil en "El testaferro" es que aunque hay muchas situaciones cómicas en la película, básicamente es un film serio, un cuento moral. Zero Mostel hace un papel muy emotivo, nada cómico, y Woody Allen aparece despojado de todos sus guiños, con pocas lineas verdaderamente cómicas". Sin embargo, la gracia de Allen supera el propósito del guionista: "Mejor reirse de todo aquello, ridiculizarlo, para que no vuelva a ocurrir". La situación cómica está dada porque el cajero del bar es iletrado, pero cuando logra la fama firmando libretos de otros, debe intervenir en debates de TV con gente notable y aceptar las citas de sus libros que le hace una despampanante secretaria. enamorada de él. "A pesar de esto", insiste Martin Ritt, "afirmo enfaticamente que no se trata de una comedia al estilo Mostel-Allen".

 
Extraído del Diario Clarín, domingo 7 de noviembre de 1976.


prenden con el

Imagen de Woody.


Caricatura de Morchoisne





lunes, 9 de septiembre de 2019

Yo estuve ahí...

...El día que Woody Allen no me invitó ni un vaso de agua.

Fue en Nueva York, en 1988, durante una entrevista que duró una hora. El cineasta bebió café -dos muy livianos- y comió un muffin. El autor de la nota no iba en busca de eso, claro, pero lo tomó como una incapacidad de Allen para ver que el otro también existe.

Woody Allen, con el autor de la nota. Nueva York, 1988


Por DANIEL ULANOVSKY SACK


Fue mi última carta manuscrita. No por romanticismo, confieso, sino por mera estrategia. Luego de recibir varias negativas a mi pedido de entrevista con Woody Allen decidí, en vez de enfrentarla, buscar a una aliada en la agente de prensa que lo representaba.

-No quiero quedarme con el “no”, lamenté en voz alta. ¿Qué me sugiere hacer?

-…

-¿Habrá alguna forma de que Mr. Allen revea la decisión?

-No… bueno, quizás una carta, murmuró.

Corría 1988 y sólo unos pocos contaban con impresoras de matriz de puntos (esas que hacen yiiiiii). Pero no me convencía buscar una, en Nueva York seguro ya eran moneda corriente. Y la máquina de escribir sonaba a commodity. Había que diferenciarse. ¿Si íbamos a charlar íntimamente –eso pretendía yo– por qué no empezar por una carta personal, manuscrita? Le conté quién era (como si le interesara), que trabajaba en Clarín, que me especializaba en entrevistas, que no podía prometerle sino un diálogo profundo para llegar a un público que lo admiraba y que él desconocía: el público de la Argentina. Fui al correo, pegué las estampillas, la puse en el buzón y unas tres semanas más tarde volví a llamar –operadora de Entel mediante, aún no había discado internacional directo– a la agente de prensa.

-Se va a dar, creo, me contestó sin emoción. ¿Cuándo dijo que iba a estar en Nueva York?

-Marzo.

-Llámeme unos días antes, haremos todo lo posible.

Nunca supe si la carta había llegado realmente a su destinatario o si ella se había conmovido por tanta precariedad. O si simplemente había sido mi día de suerte. Pero la aventura, de una manera o de otra, había comenzado.

En aquella época, a mis veintialgos, admiraba demasiado a Woody Allen. Alguna de sus películas prehistóricas, como “Bananas”, me parecían un hallazgo sobre esa necesidad heroica que muchos tenemos escondida y de los problemas de lost in traslation: perderse en lo que uno cree que sabe pero le es infinitamente ajeno. “Hannah y sus hermanas” me había sumergido en el fresco perfecto de las familias que parecen ideales hasta que lo subterráneo se devela.

Creo que en esa época todos éramos allenistas. Luego, demasiadas películas generaron algo de redundancia y todas las polémicas, reales o no, cayeron sobre sus hombros. Cuando uno es un periodista joven –o mejor dicho cuando yo era un periodista joven– siente que la grandeza de su cobertura va de la mano del nombre de quien tiene enfrente. Una entrevista con Allen era poderosa, más allá de lo que dijera, sólo por ser él. Curioso, quizás ese haya sido el punto de inflexión, el momento de darme cuenta de que la grandeza de una entrevista está dada por su emoción y contenido, por su información y su sorpresa, por mostrar algo desconocido que alerta. Y a veces una persona de a pie puede resultar más brillante que un inalcanzable. Pero hasta ese momento no lo sabía y yo era pura ilusión y expectativa.



Llegó marzo y aterricé por primera vez en Nueva York. La ciudad hacía honor a su leyenda pero, estoicamente, me instalé dos o tres días adentro del hotel repasando ideas y preguntas. Si algo me faltaba, algún compañero de la redacción me mandaba vía fax –reciente invención– artículos publicados para que no equivocara ninguna cita. Mi inglés se suponía decente pero tenía pavor de no entenderle por lo que fui con una traductora que cumplía el rol de acompañante terapéutica: “Si yo no entiendo, te miro y me traducís”. Esa era la consigna. Todo se completaba con dos grabadores -¿y si uno no andaba?– y un chequeo incesante del bar donde nos encontraríamos con el fotógrafo.

Llegó la mañana del día D. Mi ansiedad se calmó cuando en el café nos sonreímos los tres y, tipo armada Brancaleone, enfilamos al edificio de Park Avenue, cerca del Central Park que habíamos visto tantas veces en sus películas, y a metros de su propio departamento. Mi amiga, la agente de prensa, no estaba pero sí una mujer muy alta, zapatos chatos, rubia y algo gélida. Ella marcó el tono de lo que vendría: amable pero cero cercanía y marcando límites en forma tácita. O no tanto. Nos hizo pasar a una sala algo desangelada. Leo hoy la entrevista y en vez de usar esa palabra, escribí “sillones de pana marrón, estándares, sin lujo especial que junto a una alfombra verde, configuran una habitación media americana”. Creo que lo que me impactó no era el ambiente poco show bizz sino la falta de creatividad. Woody merecía más.

Nos sentamos y el fotógrafo empezó a desplegar el trípode. A los minutos nomás, llegó él. Flaquito, algo desgarbado y –así lo hubiera dicho mi madre– no vestido para la ocasión ya que los codos de su sweater estaban entre gastados y con algún agujero. Su asistente nos informó que teníamos una hora y cumplió con precisión suiza: a los sesenta minutos entró a la sala para decir que ya estábamos en tiempo.

Saludé a Woody, prendí mis dos grabadores y antes de que empezara la charla la secretaria le sirvió café a él –tomó dos, muy livianos y comió un muffin–. A nosotros, ni un vaso de agua. No íbamos en busca de eso, claro, pero siempre lo tomé como una incapacidad de Allen y de su equipo para ver –en todo sentido– que el otro también existe.

Me asombra un símbolo de cómo la globalización nos ha afectado en estos años. Releo la nota publicada y algo parece fuera de lugar: elegí explicar qué era un muffin. Acá eran desconocidos y parecía necesaria la aclaración. Pasó agua bajo el puente. Hoy, contrariamente, la clásica palabra budín da la impresión de oler a naftalina y todos tenemos un muffin en la manga.

Volvamos a Allen. Comenzamos a hablar de sus películas: le pregunté si él se tenía esa desconfianza con las mujeres que muestran sus tramas (aunque en la realidad ha tenido muchas parejas, y bellas). Me rebatió, dijo que esa imagen correspondía a sus primeros filmes, que ya no.

Yo no estaba de acuerdo, creo que se seguía mostrando como alguien superado por la situación amorosa pero, bueno, no había por qué pensar igual.

Pasaron 31 años y si uno realiza una lectura de época, destacan los desfases. El non plus ultra de fines de los 80 no pasaba por la identidad fluida en el sexo ni por el #MeToo ni por el poliamor. Era la decisión de algunas parejas de no compartir techo. Amor, pero cada uno en su casa. Woody cuenta en la entrevista que su relación con Mia Farrow incluía dos departamentos pero que en la práctica parecían vivir como “en una casa grande” porque él estaba en un costado del Central Park y Mia, en el otro. A diez minutos caminando. Y eso le permitía disfrutar lo más lindo de los chicos y evitar los momentos densos o aburridos. Era época de novedades: Woody y Mia acababan de tener a su único hijo biológico, Ronan, cuya paternidad ahora algunos ponen en duda y la adjudican a Frank Sinatra. Tres años antes habían adoptado a Dylan que, tiempo después, acusó a su padre de haberla molestado sexualmente aunque la Justicia nunca avaló los cargos.

En esa época yo aún no era padre pero las respuestas acerca de sus chicos no me convencieron. Las intuí un poco frías, como si uno tuviera hijos con beneficio de inventario. En algún momento, casi lo dice: “Mia hace todo el trabajo terrible, como los pañales”. Y cuando habla de la concepción de Ronan reitera que fue un accidente, que siempre se va a tener que disculpar ante su hijo por eso. ¿Valía la pena decirlo o hay cosas que es mejor callar? En ese momento lo atribuí a que él parecía un poco frío en sus relaciones. O a la cultura del divismo. O no sé bien a qué. Muchos años después, cuando Woody formó pareja con Soon-Yi, la hija de su esposa, y se destapó toda la guerra entre Mia y él, entendí que seguramente habían tenido razones más complicadas para vivir separados. Esa familia, si lo fue, debe haber sido un infierno. Curiosamente, Woody me dijo: “Soy tranquilo, mi familia es tranquila”. ¿Percepción errada?

La entrevista se realizó cuando se acababa de estrenar la película “Septiembre”, uno de sus filmes menos taquilleros –filmado sólo en interiores– que refleja los problemas emocionales de Lane (Mia Farrow). En el argumento, ella había tenido un intento de suicidio y cargaba sobre sus espaldas el haber disparado al amante maltratador de su madre mucho tiempo antes. Relaciones complejas, disfuncionales que podían o no reflejar el clima que Woody vivía a nivel pareja y que tres años después derivó en el ya largo, aunque algo extraño, matrimonio de Allen con la hija de Mia.

Debo reconocer que Woody respondió todas mis preguntas. La entrevista fue larga y si bien el clima no sobresalió por su amenidad o calidez, sí resultó muy profesional. Nada para criticar, sólo que no hubo mucha química. Ingenuamente, yo pensaba que hablar de la Argentina iba a ser un punto de inflexión, quería contarle que en Buenos Aires él era ídolo y sus películas, un éxito. Preguntarle, también, cuándo vendría. Pero me frustré, amigos. Intuyo que no sabía dónde quedaba Buenos Aires –hoy lo puedo entender más, en esa época yo era algo chauvinista– y me dijo que no le gustaba mucho viajar a lugares donde hacía calor. Respondí rápido, pero algo confundido, que Buenos Aires en invierno no era cálido y que siempre estaba la Patagonia disponible para una eventual visita. No lo convencí.

Seguimos conversando hasta que la asistente nos dijo que habíamos cumplido la hora. Nos saludamos. Yo tenía un extraño ánimo, entre eufórico y decepcionado. Me había aluciando tener la entrevista pero no sabía si me había gustado esa entrevista. Al llegar a Buenos Aires, le entregué los casetes a Josefina Tapia, una traductora brillante que nos dejó muy joven, y cuando ella me pasó la desgrabación intuí que la conversación había sido mejor de lo que suponía. No era una cuestión de profundidad, sino de empatía.

¿Si hay algo que hoy me interesaría volver a preguntar? Woody remarcó que había películas suyas que le gustaban pero que aún no había filmado una grande, para la Historia, así, en mayúscula. ¿Cómo cuál? Mencionó, como un ejemplo de esos filmes que siempre se van a recordar, “El séptimo sello”, de Ingmar Bergman, que incluye elementos fantásticos y se desarrolla durante la epidemia de peste negra en la Europa medieval. Hoy me gustaría tenerlo a Woody enfrente por unos pocos minutos para saber si siente, a sus 83 años, que ha logrado esa enorme película o si aún, incansablemente, la sigue buscando.


Fuente: www.clarin.com

domingo, 8 de septiembre de 2019

¿Está Woody Allen tomándose un descanso como director?


Según la prensa americana Amazon podría querer romper su contrato con el director al que además le estaría costando mucho encontrar financiación y actores de primera línea que quieran trabajar con él.


POR YOHANA DESTA




Woody Allen se va a tomar un descanso, según revelan sus fuentes a Page Six. Si el reportaje es preciso, esta sería la primera vez en décadas que el prolífico director, que ahora tiene 82 años, haga una pausa en su ajetreado calendario. Desde finales de los 70, Allen ha promediado una película al año. Su próxima (número 48) cinta es A rainy day in New York, que Amazon distribuirá alrededor de final de año.

Entonces, ¿por qué este supuesto parón especialmente si, como cuenta Page Six, a Allen aun le quedan tres películas por hacer por contrato con Amazon? Una fuente le cuenta a Page Six que Allen está supuestamente luchando por encontrar apoyo financiero para su próxima película. Además, hay una desagradable nube que le rodea desde 2014 y especialmente desde que el movimiento #MeToo se ha encendido el último año. Dylan Farrow ha acusado durante mucho tiempo a su padre de haber abusado de ella cuando era niña. Su hermano, el periodista Ronan Farrow –cuyo reportaje sobre Harvey Weinstein ha ayudado a inaugurar la lista de aquellos con comportamientos sexuales inapropiados– apoya incondicionalmente sus reivindicaciones. Allen ha negado repetidamente las alegaciones y nunca ha sido imputado por ellas. Según Page Six, un portavoz de Allen ha dicho que “nada de esto es cierto”, sobre el parón del director. También un representante de Allen niega las acusaciones en respuesta a la petición de Vanity Fair. En Amazon aun no han respondido a Vanity Fair.

Incluso si Allen no tiene intención de parar de hacer películas, la nueva conversación alrededor de la mala conducta sexual en Hollywood ha pillado al director en el punto de mira –y probablemente le ha hecho difícil cerrar una lista de actores de primera para sus nuevos proyectos además del apoyo financiero. Dylan escribió un ensayo a finales de 2017 preguntándose por Allen ha seguido trabajando a pesar de las alegaciones contra él y por qué actrices mainstream seguían sumándose a sus películas. Desde entonces, una avalancha de estrellas, incluidas Ellen Page, Greta Gerwig, Colin Firth y Michael Caine, han renegado de él; Gerwig y Page han dicho que se arrepiente de haber trabajado en sus películas. Además los actores Timothée Chalamet, Rebecca Hall y Griffin Newman, que trabajaron todos ellos en A rainy day in New York, anunciaron que donarían sus salarios a organizaciones como Time’s up y RAINN. Chalamet, que se pasó todo el año pasado en el circuito de la prensa que cubre los premios, dijo que no podía comentar directamente por qué había elegido trabajar con Woody Allen debido a obligaciones contractuales, pero no quería sacar provecho económico de la película.

Incluso el contrato de Allen con Amazon ha pasado a ser objeto de escrutinio en los albores del movimiento ya que fue negociado por el exejecutivo de Amazon Studios, Roy Price en 2016. El año pasado, Price dimitió de su puesto en la compañía después de ser acusado de acoso sexual. (Nunca hizo ningún comentario sobre las acusaciones) . Durante su etapa en la compañía Price también rechazó series protagonizadas por mujeres como The handmaid’s tale y Big Little lies y canceló Good girls revolt. Según el Hollywood Reporter, algunos insiders declaran que Amazon está estudiando romper lazos con Allen incluso aunque eso signifique pagarle una gran cantidad de dinero. Por el momento, Allen no tiene ningún proyecto oficial en marcha, a pesar de que en su página de imdb se señala un proyecto sin título para 2020.


Fuente: https://www.revistavanityfair.es

Woody convierte a Elena Anaya...


...en la protagonista de la nueva comedia romántica que rodara en San Sebastián este 
verano.

El neoyorquino pasará julio y agosto en España rodeado de un equipo en el que también se han incluido nombres como Sergi López, Louis Garrel o Christoph Waltz.


POR CLAUDIO M. DE PRADO

¡Pues claro que Woody Allen tiene un cariño especial hacia España! ¿Cómo no tenerlo después de lo bien que le ha tratado siempre este país? Incluso en los momentos más difíciles nunca le ha fallado. Lo decimos porque mientras que en otros territorios es imposible saber cuando se estrenará Día de lluvia en Nueva York, filme que le produjo Amazon en 2017 y que la compañía se niega a exhibir hasta que se aclaren las acusaciones de supuesto abuso por parte de su hija adoptiva Dylan Farrow; aquí ya se ha confirmado el 4 de octubre como la fecha en la que los seguidores del director podrán ver en pantalla grande esta cinta inédita protagonizada por Timothée Chalamet y Selena Gomez.

Aunque no es solo eso por lo que Allen ama nuestro país. A parte de concederle premios tan importantes como el Príncipe de Asturias, de aquí también ha salido el dinero gracias al que ha podido rodar películas como Vicky, Cristina, Barcelona, gracias al cual Penélope Cruz consiguió por fin su tan deseado Oscar.

Una proeza para la estrella española que, quién sabe, ojalá pueda repetir en breve otra compañera suya: Elena Anaya. Más que nada porque, según acaba de anunciarse, ella será la protagonista de la nueva película que en breves semanas Woody Allen rodará en San Sebastián del 10 de julio al 23 de agosto.

Se trata de la cinta número 51 en la filmografía del neoyorquino, cuyo título todavía no está elegido y que, además de Anaya o Sergi Lopez, tendrá en su reparto a actores internacionales como Louis Garrel, Christoph Waltz o Wally Shawn.

Lo que sí se ha confirmado es su argumento, que narrará la historia de un matrimonio estadounidense que acude al Festival de Cine de San Sebastián y que, una vez allí, quedará prendada del festival y de la belleza de la ciudad. Además ella tendrá un affaire con un brillante director de cine francés, mientras que él se enamora de una bella española.

Ojalá esta vez Allen logre salir de los tópicos que mostró cuando rodó en Barcelona, que salvo por las apariciones de Penélope y Javier Bardem; parecía un vídeo promocional de la capital catalana con mucha postal pero muy poca chicha.


Fuente: https://www.revistavanityfair.es

lunes, 15 de julio de 2019

Ironías y absurdo para las peripecias de un antihéroe.

Napoleón y Tolstoi en manos del desopilante Woody Allen.






Escribe Agustín Mahieu

Uno de los peros que suelen esgrimirse contra el excelente cómico Woody Allen es que sus ideas -y consecuentemente sus historias cinematográficas- son brillantes pero sueltas, sin un desarrollo que podría darles unidad y mayor fuerza. Este carácter episódico permanece en "La última noche de Boris Gruschenko" (poco feliz traducción del original Love and Death, "Amor y muerte") pero no lo afecta demasiado. Tal vez porque sus gags y sus escenas son casi siempre notables; pero también porque esta vez su relato consigue una efectiva progresión imaginativa.

Ubicada en la época de la invasión napoleónica a Rusia, la historia del pacifico, esmirriado y filosófico Boris Gruschenko es una parodica y muy libre evocación de "La guerra y la paz", de Tolstoi. Tratándose de Woody Allen, naturalmente, su visión es bastante distinta. Curiosamente coinciden en un punto: las guerras son episodios históricamente enigmáticos, cuyo desarrollo es tan confuso como para despistar a mariscales y soldados y arrastrar a sus personajes a situaciones imprevisibles.





Como el fuerte de Woody Allen es la sátira y el absurdo impasible, el centro de la historia es la odisea de Boris, que parte a la guerra y trata por todos los medios de escapar, incluso escondiéndose en un cañón. Este peligroso refugio lo convierte en héroe por casualidad, cargado de condecoraciones. Este episodio no cambia su carácter. pero lo arrastra a una loca conjura (imaginada por su prima Sonia) para asesinar a Napoleón.

La conspiración fracasa, envuelta, en delirantes circunstancias, y Boris es condenado a muerte. Más allá de este hilo argumental, importa como siempre el personaje absorbente de Woody Allen, serio, apocado, desatado a veces como Harpo Marx en súbitas explosiones de erotismo. Pero como otro de los famosos hermanos, Groucho (al cual se ha dicho que este film contiene un homenaje), muchas de sus características se transmiten en una pirotecnia verbal. Son monólogos o diálogos incesantes, como las increíbles conversaciónes filosóficas con su prima Sonia, que mezclan con aparente solemnidad frases de Hegel, Kant, o ensaladas desopilantes de la terminologia existencial o estructuralista.





Reaparece en su nuevo personaje, asimismo, el humor judío, la obsesión por el sexo, la constante autoironia respecto de su físico desventajoso, o su timidez convertida en sarcasmo de la cobardía. Es, al fin, una figura completa y sutil, de un humor personalísimo, a veces irregular y desordenado, pero siempre brillante.

Sin convertirse nunca en un "pastiche", la historia patética y mordaz de Boris acude a ciertas citas artísticas y literarias ("homenajes", se ha dicho) que se revelan en diálogos alusivos a Dostoievsky, recuerden al Eisenstein de "Alexander Nevsky" mediante el uso constante de la música escrita para ese film por Prokofieff, o reflejan actitudes que transforman en clave satírica el mundo de Tolstoi o Chejov.



La ambientación, las ironías sobre el amor por su prima Sonia (que lo "quiere como un hermano") y la vasta reflexión sobre la guerra y sus absurdos, que incluye una insólita presencia de la muerte, hacen que esta obra de Woody Allen pueda considerarse mucho más ambiciosa que las anteriores. Sus alegorías (la muerte, la paz, el sexo, la antisolemnidad) son más elaboradas y sutiles. Pero su seriedad escondida no excluye la diversión y, el humor, más ácido cuando más revela la habitual locura de los hombre serios.


Fuente: Diario La Opinión, martes 24 de febrero de 1976.

miércoles, 26 de junio de 2019

Woody Allen dirigirá ópera de Puccini en La Scala





El director general de La Scala Alexander Pereira dijo que él mismo aparecerá en "Die Tote Stadt" de Erich Wolfgang Korngold, en un papel con diálogo que bromeó que no será remunerado. 

La temporada del próximo año incluirá 15 óperas, en su mayoría italianas y nuevas producciones. "Attila" será el segundo estreno de gala dedicado a las composiciones más joviales de Verdi, después de "Giovanna d'Arco" en 2015. 

Allen ya dirigió "Gianni Schicchi" para la Ópera de Los Ángeles. El espectáculo se presentará junto a una nueva producción de La Scala de "Prima La Musica Poi Le Parole" de Antonio Salieri.



Extraído de www.ciudad.com.ar

miércoles, 19 de junio de 2019

Woody Allen, por Miles Palmer.

La ocurrencia impresa

A quien no conociera las recopilaciones escritas "Geeting Even" (Como acabar de una vez por todas con la cultura) y "Without Feathers" (Sin plumas), le seria fácil relegar a Allen y colocarle en algún casillero menor dentro de las capas inferiores de la comedia americana; pero ante tan brillantes parodias y tan fantasiosos vuelos por cielos inesperados es preciso situarle junto a Kaufman, Perelman y Charles Marowitz. 1977.



En casa con sus fantasias


El señor Marowitz es un destacado critico teatral que también se ha desempeñado bien como director de escena. No obstante, aquí he de discrepar con él. Woody Allen no es un escritor. Cierto que entre los cómicos más celebrados se destaca por ser más culto y serio; pero eso no le convierte en gran escritor humoristico. Allen sólo es un cómico capaz de escribir cortos artículos graciosos.

La gran ficción en prosa no es lo suyo. ¿Qué debiera hacer? ¿Encerrarse en una habitación durante cinco años y ver si puede escribir una novela mejor que "Catch 22"? No es esa su especialidad, sino la narración ocurrente y breve. Es eso, Allen resulta imbatible. La novela no puede fundarse en una ocurrencia. No es una rápida corrida, sino una maratón. No creo que Woody sea un fondista.

Woody ventila en sus escritos situaciones referidas a complejos de inferioridad en materia intelectual y también física. En eso alcanza extraordinaria altura. El tema del hombre abrumado y sometido por la astucia femenina vuelve una y otra vez. En "Desquitarse", primera de sus colecciones de cuentos, uno de los personajes, Weinstein, dice: "No digo que mi mujer no sea estupenda. Cuidado. Pero no se puede hablar de la poesía de Ezra Pound con ella. Ni de la obra de Eliot. Ignoraba eso cuando me casé. Yo necesito una mujer que sea mentalmente estimulante, amigo Kaiser. Y estoy dispuesto a pagar por ella. No quiero relaciones durables, sino una experiencia intelectual rápida. Una vez alcanzada, que la chica desaparezca, Kaiser, yo soy un hombre casado y feliz".

También narra que llegó a constituirse en la víctima de un equipo de cultas prostitutas acaudilladas por cierta Madame Flossie, a las cuales visitara en busca de estímulos intelectuales. Una de ellas le hace chantaje: está en posesión de una cinta grabada en la cual ambos discuten los méritos de "tierra baldía" en una habitación de motel. La chica quiere diez de los grandes. Si no los recibe, entregará la cinta a la esposa.

Kaiser acepta el caso. Telefonea a Madame Flosie y solicita que se le envié una muchacha a cierta habitación del Plaza Hotel para hablar de Melville con ella. No tarda en presentarse Sherry, "una joven pelirroja metida en sus pantalones como si sus piernas fuesen dos cucharadas de helado de vainilla". Charlan y él le asigna una mala calificación. De inmediato agita su placa ante ella y le dice que es detective. Ella deja entonces de fingir y confiesa ser una estudiante con problemas económicos, que necesita el dinero para completar su tesis:

Todo salió a la luz. Toda la historia. Su educación en un buen barrio de Nueva York, la concurrencia a los campamentos socialistas. Brandeis. En el fondo ella era la mujer respetable que uno ve haciendo cola ante la taquilla del Elgin o del Thalia y que, al leer, escribe las palabras "si, si, muy cierto" junto a una frase de Kant. Pero había sucedido que a cierta altura de su vida, la muchacha había jugado mal sus cartas.

Había sido arrestada ya dos veces. Una por leer el "Commentary" en un aparcamiento. Duro pero comprensivo, Kaiser se apiada y la deja ir. Visita la librería que es la pantalla del prostíbulo y en rápida sucesión de golpes que llevan al desenlace desarma a Flossie -que resulta ser un hombre- llama a la policía y resuelve el caso.

"La prostituta de Mensa" es una obra original, medida, elegante y graciosa. Considerada bajo cualquier ángulo es una excelente muestra de literatura humoristica. Tal vez pueda afirmarse que es la más ocurrente y sustanciosa de las contenidas en cualquier colección. Tiene la exacta duración, porque no es tan corta como para privarnos antes de tiempo de un escenario que merece ser saboreado, ni tan larga como para permitirnos sospechar que Woody se regodea con su propia ingeniosidad, aunque se le pueda imaginar, si, sonriendo muy contento detrás de su máquina de escribir. Ojalá todas las partes del libro fuesen tan brillantes.

Hay que decir que su prosa no se parece en nada a la de S.J.Perelman. El literato Woody es tenso, moderno, periodístico, nunca recargado. Si Perelman parece un genio orquestal que dirige una sinfonía de palabras, se diría que Woody es un violinista callejero que se sabe algunas buenas tonadillas. Si Perelman es el Nabokov del cuento corto humoristico. Woody es el Ed McBain. El estilo del primero se distingue por el virtuosismo en el arte de agregar, el del segundo por la habilidad de quitar.

El sinfónico Sid desenvuelve una prosa de fantástica hermosura, que hace bailar mágicamente a las palabras en inspiradas y deslumbrantes disgresiones. Se extasia ante la fertilidad de su propia imaginación y el alcance amplísimo de sus posibles referencias. En cambio las frases que Woody usa parecen recortadas con un hacha y guardan parecido con la prosa procesal empleada por la policía del 87º Distrito. Hoy Woody reconoce que su primeros escritos fueron muy influenciados por Perelman. Un cuento típico de Perelman a menudo comienza con una frase muy larga; y hasta en sus más medidas introducciones pueden apreciarse atisbos de la elegante locuacidad que se avecina. Este, por ejemplo, es el inicio de una obra maestra de Perelman: "Crazie like a Fox" (Chiflado como un zorro):


Siempre recibe uno su choque de sorpresa cuando, al acercarse a un kiosco de revistas especializado en publicaciones comerciales, ve el "Boletín del corsé y de la ropa interior" junto al "Boletín de la abeja americana". Sin embargo en los kiosco se producen extraños maridajes, como bien lo sabe quien ha pasado una noche con un kiosco. Si piensa usted un poco en el asunto (en lugar de quedarse ahí medio dormido y con la boca abierta) verá que la proximidad no tiene por qué ser tan sólo alfabética. Cierto que tanto el Boletín del corsé y de la ropa interior como el Boletín de la abeja americana tienen que ver con la miel; pero yo soy lo bastante bestia como para preferir una fotografía de una suculenta ninfa con liguero de raso Lastex y sujetador Plus a la más espectacular instantánea de una apiario. Cada cosa tiene su lugar en mi plan.

Entre los humoristas, Perelman hace figura de arrogante aristócrata que paladea su propio genia y lo pone de manifiesto, haciendo sentir al lector su superioridad. Su tono  es altanero. Woody es a menudo tan fantasioso como él; pero su estilo es mucho más modesto y prosaico. Su inicio más perelmanesco se encuentra en "Yes, but Cant the SteamEngine Do This? (Si, pero ¿puede hacer esto la máquina a vapor?).

Hojeaba una revista mientras esperaba a Joseph K., un amigo, que estaba en su regular visita de cincuenta minutos con cierto terapeuta de Park Avenue -un veterinario seguidor de Jung que por cincuenta dólares la sesión batalla laboriosamente para convencerle de que una quijada prominente no tiene porqué constituir una desventaja en el mundo- cuando me detuve ante una frase situada al pie de la página que retuvo mi vista como si de un anuncio de sobregiro se tratara.

El estilo, a medida que la acción progresa, se va haciendo más sencillo. El narrador deja libre su fantasía, la cual termina por revelar la asombrosa noticia de que el sandwich fue realmente inventado por el conde de Sandwich. Woody reconstruye episodios destacados de la vida de este mal valorado innovador, como en este pasaje:

1741: Afincado en el campo merced a una pequeña herencia, el conde trabaja día y noche, saltándose a veces las horas de las comidas a fin de ahorrar dinero para alimentarse. Su primera obra completa -una loncha de pan, otra loncha de pan y una loncha de pavo encima de aquellas dos -fracasa estruendosamente. Muy desalentado, con amargura, vuelve a su gabinete para comenzar de nuevo.

Otro pasaje culminante de "Desquitarse" tiene que ver con el ajedrez postal y se institula "Los papeles de Gossage-Vanderbian. Está escrito en estilo epistolar y consta de nueve cartas entre ambos. En su primera carta, Gossage sostiene que uno de sus caballos, eliminado veintitrés jugadas antes, lo fue porque un movimiento suyo se perdió en el correo. A partir de ahí la correspondencia se inflama con las mentiras, las trampas y los sarcasmos más descarados. Ambos contendientes están claramente locos. He de admitir que este pasaje no puede aspirar a una amplia acogida, pues llega a resultar incomprensible para la gente que no juega al ajedrez. Pero la audiencia de Woody tiende a quedar constituida por personas que juegan un poco al ajedrez y algo saben de jazz, de literatura y de cine extranjero.

A Twenties Memory (Recuerdo o memoria de la década de los veinte) implica una vuelta a otra obsesión de Allen: la intelligentsia, los faros brillantes y cerebrales, a menudo más ridículos por la intensidad con que se toman a si mismos en serio. Está lleno de lineas inteligentes y de insensatez inspirada: Picasso era un hombre pequeñito que tenia la cómica costumbre de andar colocando un pie delante del otro hasta que obtenía lo que el llamaba "pasos"; y Dalí decidió hacer un show en solitario, que se transformó en gran éxito sólo cuando apareció él.

Woody es un comediante culto, pero no un especialista académico. Precisamente por no serlo y porque sabía que no es preciso ser estudiante para leer buenos libros dejó la universidad, pasando a escribir chistes para diversos actores cómicos. Este autodidacta frívolo por naturaleza y profesión tenía que reírse inevitablemente de los intelectuales y de lo que a éstos preocupa. En My Philosophy (Mi filosofía) cuenta cómo comenzó a leer los más grandes pensadores de Occidente durante un mes de convalescencia en un hospital, a donde fue a parar a causa de un accidente doméstico: su mujer dejó una cucharada de souflé que estaba cocinando, sobre uno de sus pies.

Dentro de las tradiciones del humor judío Woody ha delimitado su propio o sus propios territorios. Hace bromas con la suerte de cosas que nadie osa tomar como motivo de broma. Pocos podrían haber escrito: Había sido un niño precoz. Un intelectual. A los doce había traducido los poemas de T.S. Elliot al inglés luego que algunos vándalos, introduciéndose por la fuerza en la biblioteca, los habían traducido al francés.

A veces su estilo escrito se parece curiosamente al de la palabra hablada.

En este caso, por ejemplo:
De nada valía. Ríen á´faire, ríen á faire. Weinstein se marchó y fue hasta Union Square. De pronto las lágrimas brotaron impetuosas. Cálidas y saladas lágrimas contenidas durante tantos años, corrieron por su rostro en una franca ola de emoción. Pero algo iba mal, porque le salían de los oídos. Vaya, se dijo; ni siquiera soy capaz de llorar como Dios manda. Se secó las orejas con un Kleenex y se marchó a casa.

Esta prosa se parece mucho a la palabra hablada: tiene parecido ritmo y la misma estructura de frase que las historias narradas por Woody. El lector puede casi escuchar su voz.

Otros fragmentos no son prosa, sino pequeñas obras teatrales, como God a play (Dios, pieza de teatro) y Death, a play (La muerte, pieza de teatro), obras ambas que tienen que ver con las Grandes Preguntas, que son (sorpresa, sorpresa) la Muerte y Dios. En otra pieza corta llamada Death Knocks (Golpes mortales) Nat Ackerman, un anciano fabricante de prendas de vestir, es visitado por la Muerte a medianoche. La visita acepta jugar con él a la canasta. Si la Muerte gana, Nat ha de acompañarla de inmediato, pero si ganada Nat, podrá vivir una día más. Gana, naturalmente, y la Muerte ha de retornar a la noche siguiente.

Como ya se sabe, Woody es famoso por sus frases breves. Las observaciones agudas y cortas son en general más graciosas oídas que leídas. Cuando dos o más personas hablan, el observador breve puede colocar una frase, interrumpir, sorprender con disparos verbales surgidos en el momento. Pero desarrollar una observación breve e incisiva en frases que se transforman en párrafos que cubren paginas que se convierten en cuentos humorísticos es otro asunto. Algunos de los relatos de Allen son meras sucesiones de fragmentos, series de párrafos desvinculados que contienen observaciones o reflexiones sobre esto o lo otros.

La salud es frecuente tema de los cómicos, y Woody es, o quiere hacernos creer que es, un hipocondríaco imaginario. En una vivaz narración llamada A Little Louder, Please (Un poquito más alto, por favor) encarna a un crítico y comentarista de la cultura:

Todo comenzó un día del último enero. Yo estaba de pie ante la barra del McGinnis, en Broadway, devorando una tajada del budín de queso más rico del mundo y sufriendo la alucinación culpable y colesterolosa de rigor. De pronto pude oír a mi aorta que se congelaba y transformaba en un puck de hockey.

Más adelante, en el mismo relato, hay un ejemplo clásico de viñeta que fue pasaje culminante en las actuaciones públicas de Woody. Dentro de su actuación la dejaba caer como al descuido, precedida acaso por la última observacion sobre el tópico de las proezas con las mujeres. El narrador (que es el personaje encarnado por Woody) acaba de recibir de regalo dos entradas para una velada en el teatro "off-Broadway".

No me fue posible invitar a nadie con sólo seis semanas de anticipación , de modo que dí la entrada que no iba a usar a Lars, el limpiaventanas, a manera de propina. Pero es un tío lentísimo y su sensibilidad sólo puede compararse al Muro de Berlín. Al principio creyó que el trocito de cartón anaranjado era para comer. Cuando le expliqué que valía para gozar de una velada de pantomimas -único espectáculo, con excepción de un incendio, que estaba en condiciones de entender- me agradeció calurosamente el gesto.

Resulta poco frecuente que un escritor de chistes y cómico profesional publique relatos humoristicos de calidad; y que los incluya "The New Yorker"  en sus páginas, es cosa notable. Once de los diecisiete relatos incluidos en "Getting Even"  vieron primeramente la luz en el New Yorker, revista celebrada por su escrupulosidad y considerada desde hace muchos años como la celadora de ciertas tradiciones en materia de chistes dibujados, crítica y ficción. Para ella la palabra escrita significa cosa sagrada. Es el bastión de la sofisticación literaria metropolitana.

Una colosal galería de inmortales ha engalanado sus páginas: Dorothy Parker, Irwin Shaw, Nabokov, Thurber, O'Hara, Salinger, Cheever, Updike, Capote. Cierta vez confesó Updike: "Desde que cumplí doce años, fecha en que mi tía me regaló una suscripción de Navidad, el New Yorker me parecía la mejor de las revistas. Cuando, en 1954, me aceptaron un poema y un relato, sentí que irrumpía realmente en la vida literaria. Ese instante sigue siendo el más importante de mi carrera. El cuidado que se derrocha en editar la revista y la gratitud con que acepta un trabajo que le interesa son incomparables".

Para Woody Allen ha de haber sido prodigioso. Hete aquí que entre columnas de escritura flanqueadas por anuncios de cristales Waterford, relojes suizos de seis mil dólares, licores importados de Escandinavia, abrigos de piel de zorro, vacaciones lujosas en lugares famosos por sus pistas de tenis y despertadores Bulova para viajes, el hijo de un chofer de taxi de Brooklin se dirigía a los más cultos, inteligentes y civilizados lectores de revistas de los Estados Unidos.



Extraído de Woody Allen, biografía ilustrada, por Miles Palmer, Los libros de Plon, Barcelona, Septiembre 1981.

sábado, 13 de abril de 2019

Análisis de películas: “Medianoche en París”



Obra de Stuka Racuda

Midnight in Paris” (“Medianoche en París”), la última película de Woody Allen, con Owen Wilson, Marion Cotillard y Rachel McAdams entre otros, se ha convertido en una de las sorpresas de la taquilla de esta primavera. Ha conseguido además poner de acuerdo a (gran parte del) público y (una mayor parte aún de la) crítica. Posiblemente desde “Match Point” Allen no conocía un éxito así.


Vamos con el análisis de la película desde el punto de vista del guión. Si lo leéis, no os garantizo que encontréis muchos sentido común pero sí una buena cosecha de spoilers.

Breve resumen

Gil, siguiendo el ejemplo de la Generación Perdida de la que es un gran admirador, quiere ser un novelista bohemio en París. Inez, su prometida, no comparte estos planes. De manera sorprendente, Gil consigue vivir en el París de los años 20. Pero esto le alejará cada vez más de Inez.





Pequeño análisis de la estructura
Detonante de la acción:

Gil y su novia Inez viajan juntos a París poco antes de su boda.

Primer acto:
La visita a la ciudad, las cenas con los padres de Inez y los encuentros con una pareja amiga van mostrando cada vez con mayor claridad las diferencias entre la pareja protagonista.
Mientras él sueña con vivir en París (ciudad que tiene idealizada por su glorioso pasado) y escribir una novela protagonizada por un tipo nostálgico, Inez pretende que se establezcan en Estados Unidos y que Gil siga siendo guionista de películas malas y comerciales.
Primer punto de giro: Gil se pierde de camino al hotel. A medianoche, un vehículo se detiene junto a él. Gil sube y…  es trasladado a los años 20. (Minuto 18)

Segundo acto:
Gil se encuentra en su salsa en los años 20. Hace varios viajes nocturnos a la época y conoce a muchos artistas que le inspiran para su obra (Picasso, Hemingway, Dalí, Fitzgerald, Gertrude Stein…). También encuentra a la adorable Adriana, una musa de este grupo.
Mientras, la relación de Gil e Inez se va enrareciendo: él prefiere vivir en el pasado y ella no tiene interés alguno en sus extrañas excursiones nocturnas. Cada vez pasan más tiempo separados pero ninguno de los dos parece sufrir por ello: Gil escribe a buen ritmo inspirado por sus nuevos amigos mientras Inez dedica el tiempo a salir a bailar con Paul, al que ella, inexplicablemente, no encuentra pedante.
Gracias a unos diarios que compra a un librero de viejo en el tiempo presente, Gil se entera de que la fascinante y algo elusiva Adriana está(ba) enamorada de él.
Gil vuelve al pasado con un regalo para declarar su amor a Adriana. No le confiesa su secreto (que viene del siglo XXI) y parece decidido a quedarse en los años 20 con ella. Adriana se conmueve y besa a Gil. De pronto, llega un coche de caballos.
Segundo punto de giro: El coche lleva a Adriana y Gil a la Belle Époque parisiense. (Min. 74)

Tercer acto: Se ha repetido el fenómeno. Un nuevo salto al pasado. Adriana, fascinada en esa época, decide quedarse en ella, aunque esto le separe de Gil.
Éste vuelve al presente, asumiendo que es su tiempo, que no puede huir de él. Sin embargo, también sabe que existe un amor más auténtico que el que tienen él e Inez. Rompe con ella.  Decide seguir en París y perseguir su sueño de ser escritor.
A medianoche, paseando solo, encuentra a una chica con la que tiene muchos gustos comunes. Se intuye que entre ellos puede surgir el amor.

Protagonista: Gil, guionista de cine con aspiraciones más “artísticas”.
Antagonista: Inez, su novia. Práctica y algo materialista.
Objetivo del protagonista: Vivir una vida de escritor bohemio en un París que ha idealizado. Desarrollar todo su talento.
Aliados: Adriana, Hemingway, Fitzgerald, Gertrude Stein, Dali…
Obstáculos, reveses: Familia de Inez, el pedante Paul, malentendidos, anacronismos, etc.





Mi análisis:
Posiblemente “Midnight in Paris” sea, de las que he analizado aquí, la película de estructura más clara. Aunque hay opiniones para todos los gustos, yo diría que cualquier espectador mínimamente atento coincidiría en que los dos saltos en el tiempo son los dos puntos de giro de la trama, los dos momentos en que todo cambia de manera inesperada.
Evidentemente, que una estructura sea sencilla no quiere decir, ni mucho menos, que la historia sea poco interesante. En este caso pasa, en mi opinión, todo lo contrario.
Tratando de escribir el resumen de esta película me he dado cuenta de que el primer acto es especialmente escaso en hechos dramáticamente importantes. Suele ser un acto de presentación pero… en este caso eso se cumple a rajatabla. Consiste básicamente en una serie de secuencias que nos proporcionan la siguiente información: Gil es un guionista de éxito que sueña con vivir en París e imitar a los  novelistas norteamericanos que se instalaron en esa ciudad en los 20. Inez, su novia, no comparte ninguna de esas ilusiones. Lo mismo ocurre con todos los demás personajes del entorno de la pareja, que parecen ver a Gil como un bicho raro, nostálgico y poco práctico.
Cuando suenan las campanas de la medianoche, como en algunos cuentos, se hace realidad el sueño de Gil: viaja a los años 20 y se codea con los artistas que idolatra.

El segundo acto es, principalmente, el sueño de Gil hecho realidad. Rodeado de artistas que aprecian su trabajo y de una maravillosa mujer que le quiere, Gil parece decidido a huir hacia atrás en el tiempo. Pese a parecer imposible, su objetivo, vivir como un escritor de los años 20 en París está a punto de hacerse realidad. Aún sin romper explícitamente, Gil parece decidirse por abandonar a Inez. Opta por Adriana.
Todo parece positivo para Gil en este instante. Sin embargo, llega un nuevo giro: el salto a la Belle Époque, el periodo histórico preferido por Adriana hace que ésta opte por permanecer en esta época.
En la escena clave del Moulin Rouge, Gil se da cuenta de algo que siempre había preferido ignorar: la vida es siempre insatisfactoria, cualquier periodo de tiempo es triste o aburrido si lo comparamos con los mundos irreales que forja nuestra imaginación. Su tiempo es el siglo XXI, por prosaico que le parezca.







Abandonado por Adriana, resgresa a su siglo, pero ya no es el mismo Gil. Por primera vez en la película, toma la iniciativa, de manera valiente y adulta: deja a Inez (decisión facilitada por la infidelidad de ella) y decide quedarse en la ciudad. Intentará ser escritor. Seguramente seguirá admirando a los autores del pasado pero ya no deseará ingenuamente vivir en su época.

En cierto modo, la película, como muchas otras, podría verse como la historia de una persona que, finalmente, acaba por tomar las riendas de su vida. Hasta el instante, Gil se ha comportado como un niño soñador y pasivo, arrastrado a una vida que no le gusta por complacer a los demás. En lugar de responder a esas presiones y tratar de establecer su propio espacio de autonomía, Gil se ha refugiado en un mundo nostálgico e ilusivo y, (como casi todos los mundos irreales), perfecto. La realización de su supuesto sueño le hace ser consciente de la falacia de la nostalgia. Al final de la película, Gil tomará decisiones de manera madura, sin engañarse sobre sus consecuencias.

En mi opinión, el guión de “Midnight in Paris” contiene unas cuantas ideas simplemente geniales. El primer giro, siendo divertido, no resulta especialmente original. Todos hemos visto docenas de películas en las que un personaje salta al pasado. Además, el encuentro casual con personajes históricos es siempre fuente de buenos gags.

Los momentos más geniales de la trama, en mi opinión, son otros dos. El primero, cuando, casualmente, entre los libros de un anticuario, el protagonista encuentra una declaración de amor escrita por Adriana. Esa confesión llegada a través de ochenta años de historia surte el efecto de una gran revelación que, además, orienta la acción del protagonista en el presente (hacia el pasado).


El segundo momento, para mí el más genial de la película, es cuando el coche de caballos en el que viajan Adriana y Gil, enamorados, les conduce hasta la Belle Époque. De pronto, con la misma ligereza (y ausencia de justificación dramática, por cierto) con la que se introdujo un giro fantástico que resultaba positivo para el protagonista, se produce uno que le resulta negativo.

Este giro sitúa a Gil ante su propia contradicción. Al tratar de convencer a Adriana para que no se quede en la Belle Époque, el protagonista se da cuenta de lo absurda que era su nostalgia de una época que sólo conoce superficialmente.

Por otra parte, el guión está escrito de una manera muy hábil y aparentemente sencilla. Allen no dedica ni un segundo a explicar la manera en que se realiza el viaje al pasado (nadie dedica una frase al asunto). Basta una simple secuencia muda (la de la tienda de lavadoras o lavandería) para explicar cómo el pasado se desvanece una vez que uno sale de él.

Con la misma sencillez se enuncian los conflictos (las primeras réplicas de la película sirven ya para mostrar el entusiasmo de Gil por París y su pasado y contrastarlo con las reservas de su prometida).

También con sencillez se describe a los personajes. Una réplica sobre un rinoceronte describe a Dalí, un par de explicaciones pedantes, al “amigo” Paul, unos párrafos sobre el valor y la caza, a Hemingway, algunos comentarios nacionalistas, al padre de Inez… Lo esencial, lo diferente, de cada uno de los personajes queda inmediatamente a la vista.


Siento escribir como un hooligan incondicional, pero me resulta difícil encontrar defectos al guión de esta película. Lo voy a intentar en los dos próximos párrafos.

Mis únicas pegas a la historia tienen que ver con los personajes que se oponen a los deseos de Gil. La difícil relación entre el protagonista y su novia, el conflicto principal de la historia, está enunciada de manera muy expresa desde la primera frase de la película. En mi opinión, las diferencias entre ellos están tan marcadas y repetidas que casi resulta imposible verlos como una pareja que está a punto de casarse. Apenas hay gestos de cariño o complicidad. Algo similar ocurre con los padres de Inez, tan opuestos a Gil que llegan a parecer caricaturas y no siempre muy graciosas.

Por otro lado, también es posible que el segundo acto tenga un desarrollo excesivamente superficial, con una sucesión de imposibles cameos de artistas gloriosos. Además, personalmente, nunca acabé de sentir que la historia entre Adriana y Gil tuviera una gran intensidad ni desarrollo. Por esto mismo, la escena del Moulin Rouge me pareció más conmovedora por lo que revelaba sobre Gil que como desgarradora despedida de amantes separados por décadas de historia y preferencias artísticas.

Pese a estas pequeñas pegas, “Midnight in Paris” me parece una maravillosa película y un maravilloso guión. Un ejemplo de escritura ligera pero, a la vez, muy sabia. Una muestra de que la profundidad no implica aburrimiento, de que el humor no obliga a la superficialidad. De que público y crítica no siempre se llevan la contraria. Un ejemplo de lo que sólo puede conseguir un guionista (y director) con mucho oficio y todavía mucho más genio.



Fuente: bloguionistas.wordpress.com/2011/06/26/analisis-de-peliculas-midnight-in-paris-spoilers/