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Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

jueves, 13 de marzo de 2014

"Casino Royale", desastrosa parodia de James Bond.


 


Con bastante retraso (pido disculpas por ello) retomo hoy el especial dedicado a la carrera de Woody Allen. Lamentablemente, volvemos a él con un film mediocre que seguramente el actor, escritor y director estadounidense estaría encantado de borrar de su filmografía. A mí desde luego no me ha gustado nada tener que volver a verlo, pero considero necesario comentarlo aquí porque, al igual que los dos títulos anteriores —‘¿Qué pasa, pussycat?’ (‘What´s New, Pussycat’, Clive Donner, 1965), ‘Que pasa Tiger Lily’ (‘What´s Up, Tiger Lily?’, 1966’)—, fueron experiencias importantes para Allen, especialmente porque le llevaron a dar el salto a la dirección.

Ese primer trabajo tras las cámaras que fue ‘Toma el dinero y corre’ (‘Take the Money and Run’, 1969) no se habría producido si el neoyorquino no hubiera quedado frustrado al descubrir las miserias del negocio del cine. Convertido en una célebre figura cómica, apareciendo regularmente en televisión, tuvo la oportunidad de demostrar su talento en la gran pantalla. Le pagaron muy bien y aumentó su fama, pero para un apasionado del séptimo arte como él, esos primeros trabajos le dejaron un sabor sumamente amargo. Tras ver cómo destrozaban su guion para ‘¿Qué tal, pussycat?’ y perder el control creativo de la broma ‘Lily la tigresa’, Woody Allen aceptó intervenir por motivos puramente económicos en una peculiar producción plagada de estrellas, la primera película basada en la novela ‘Casino Royale’ de Ian Fleming, el mismo material del que partió Martin Campbell para renovar la saga 007 con Daniel Craig.

Es curiosa la historia de este proyecto. En 1955, el productor Gregory Ratoff aprovechó que Fleming necesitaba dinero y pagó apenas seis mil dólares los derechos del libro —publicado en 1953, es la primera aventura literaria de James Bond— con la idea de iniciar una serie cinematográfica, pero nadie vio el potencial del proyecto. En 1961, la viuda de Ratoff vendió los derechos por 75.000$ al también productor Charles K. Feldman, quien quiso sumarse al éxito cosechado por la primera película sobre el personaje, ‘Agente 007 contra el doctor No’ (‘Dr. No’, Terence Young, 1962). Tras fracasar un acuerdo con los productores de la saga 007 y el fichaje de Sean Connery, Feldman rechazó una oferta de medio millón de dólares por la adaptación del libro y optó por seguir adelante… a su manera.

En lugar de trasladar a la gran pantalla de un modo convencional la trama de ‘Casino Royale’, y como alternativa a la franquicia oficial, Feldman decidió partir del texto de Fleming para producir una parodia de James Bond y las historias de espías, una comedia absurda y chispeante llena de bellezas y celebridades, en la línea de otra de sus producciones, ‘¿Qué tal, pussycat?’. Para ello contrató a seis directores —John Huston, Val Guest, Kenneth Hughes, Joseph McGrath, Robert Parrish y Richard Talmadge (quien no aparece en los créditos)—, una larga lista de guionistas, la mayoría sin acreditar —cabe destacar a Billy Wilder y Woody Allen— y un impresionante reparto encabezado por David Niven, Peter Sellers, Orson Welles, Deborah Kerr, Ursula Andress, Jacqueline Bisset, Charles Boyer, William Holden, Jean-Paul Belmondo y Allen, entre muchos otros.

Hay muy poco de la novela en la película. Apenas los personajes y la partida de cartas. Pero ése no es el problema de ‘Casino Royale’, al contrario, lo que se quería hacer era una idea estupenda, una deconstrucción humorística del agente secreto. El film arranca con los jefes de los departamentos de espionaje más importantes del mundo visitando a Sir James Bond —interpretado por Niven, la primera opción de Fleming para el personaje—, que vive retirado en una escondida mansión en Escocia, para pedirle que acepte una nueva misión. Bond se ve obligado a aceptar cuando descubre que una misteriosa organización criminal, compuesta solo por mujeres hermosas, está liquidando a todos los agentes secretos, encontrándose él también en el punto de mira.

Por desgracia, solo la premisa tiene interés. La película es un aburrido desastre, un puzle de secuencias encajadas a la fuerza donde queda patente que no había orden alguno y se daba por válida la improvisación más ocurrente. Los segmentos van por libre, no hay nada que contar, los diálogos carecen de chispa, las situaciones se alargan hasta perder la gracia y ninguna de las estrellas del reparto se muestra inspirada, quedando en pantalla la peor versión de muchos de ellos; destaca en especial las lamentables aportaciones de Kerr y Welles, lo desaprovechado que está Sellers y la plana interpretación de Niven. Woody Allen se las apaña para intervenir en las escenas más divertidas de ‘Casino Royale’ —dentro del ruinoso conjunto— con su papel de Jimmy Bond, el sobrino del héroe. Aparte de diseñar uno de los planes más hilarantes de la historia del cine, su breve participación apenas arranca un par de sonrisas.

La producción de ‘Casino Royale’ fue un caos. El presupuesto inicial de seis millones de dólares se disparó hasta los doce —Allen recuerda que se pasó una semana en lujoso hotel sin que le llamaran para nada— y el rodaje se tuvo que prolongar varios meses más de lo previsto, entre otras razones por el problemático comportamiento de Sellers, quien fue despedido antes de que se rodaran todas sus escenas —de ahí el brusco desenlace de su personaje—. Aun así, ‘Casino Royale’ fue un éxito comercial, terminando el año como el tercer título más taquillero en EE.UU., a muy poca distancia de una entrega oficial de 007 que casualmente se estrenó también en 1967, ‘Sólo se vive dos veces (‘You Only Live Twice’, Lewis Gilbert). Una prueba más de que la recaudación no tiene nada que ver con la calidad. La única manera en la que recomiendo ver este film es con alguna copa de más y en compañía de amigos de risa fácil, de lo contrario puede ser un suplicio.
 
 
 
 
Casino Royale
Ficha técnica
Dirección
ProducciónJerry Bresler
Charles K. Feldman
GuionWolf Mankowitz
John Law
Michael Sayers
MúsicaBurt Bacharach
SonidoSash Fisher
Chris Greenham
Richard Langford
John W. Mitchell
James Shields
Bob Jones
MaquillajeJohn O'Gorman
Joan Smallwood
Neville Smallwood
FotografíaJack Hildyard y Nicolas Roeg
VestuarioJulie Harris
Guy Laroche
Paco Rabanne
ProtagonistasDavid Niven
Deborah Kerr
Orson Welles
Peter Sellers
Barbara Bouchet
Geoffrey Bayldon
Ursula Andress
William Holden
Charles Boyer
Peter O'Toole
John Huston
Jean-Paul Belmondo
Woody Allen
Billy Wilder
Jacqueline Bisset
Ver todos los créditos (IMDb)
Datos y cifras
País(es)Reino Unido
Estados Unidos
Año1967
GéneroComedia
Duración131 min.
Idioma(s)Inglés
Compañías
ProductoraColumbia Pictures
DistribuciónColumbia Pictures
Presupuesto12 millones de dólares

 
 
Fuentes: Blog de Cine.
http://es.wikipedia.org/wiki/Casino_Royale_(1967)
 

miércoles, 5 de marzo de 2014

"A Roma con amor", Woody salvado de nuevo por el surrealismo.



 Por Beatriz Maldivia



En la película anterior de Woody Allen, ‘Midnight in Paris’ (2011), el mejor momento lo ponía un surrealista, Salvador Dalí, encarnado por Adrien Brody. En ‘A Roma con amor’ son los escarceos con el surrealismo del guion lo que salva al film de caer en el tópico y la anodina postal. Es una pena que el neoyorquino no se haya dejado llevar mucho más por la locura y el absurdo que solo apunta.



‘A Roma con amor’ (‘To Rome with Love’, 2012) se compone de varias historias intercaladas, todas ellas situadas en Roma y todas ellas, como indica su título, relacionadas con el asunto romántico. Como es lógico que ocurra en un film de multi-historia, algunas de estas tramas son superiores a otras y siempre queda una que entendemos que funciona de relleno o que se nos olvida con mayor rapidez.

Más surrealista, por favor



Como indicaba al inicio, me decanto por aquella que más se acerca al absurdo surrealista, la que incluye, además a Allen como actor. El cantante de ópera tan particular acapara sin lugar a dudas los mejores lapsos de la cinta y, lo más importante para mí, la escena más sorprendente de todas, aquella que logró que mi actitud hacia ‘A Roma con amor’ cambiase y me hiciese acomodarme mejor en la butaca y meterme en el film con mayor tranquilidad y aceptación.

Allen no es nuevo en el empleo de la fantasía y del humor metalingüístico, como aquellos coros griegos de ‘Poderosa Afrodita’ (‘Mighty Aphrodite’, 2012). No es la primera vez que rompe el realismo un hombre que ha hablado a cámara, que ha introducido muertos parlantes o actores que escapan de la pantalla. Pero el surrealismo, más europeo que norteamericano, puede escapársele o causarle miedo, por mucho que varias de sus fuentes estén en Europa. Por eso, más que una falta de imaginación para convertir a ‘A Roma con amor’ en un puro relato surrealista, introduciendo muchos más elementos como la ducha, lo que creo percibir es una autocontención que le ha impedido seguir por ese camino que, en mi opinión, habría convertido al film en más original y sugerente.

Desiguales historias

La trama que protagoniza Jesse Eisemberg recuerda al Woody Allen de sus mejores épocas, especialmente por el retrato de la mujer seductora, pero dañina, que tantas veces ha protagonizado películas en las que él daba la réplica. Ellen Page es perfecta reflejando las dos vertientes, dándose aires de sabihonda mientras emana sexualidad. Aquí, un Alec Baldwin muy inspirado, pone en palabras la conclusión que durante todos aquellos films, Allen podría haber extraído de las relaciones que perseguía y perdía, y que Baldwin aprende demasiado tarde a través de un imaginado alter ego que lo introduce en un peculiar flashback.

Los otros dos cuentos contienen algunos de los destellos brillantes del film. No obstante, al cabo de un tiempo comienzan a resultar repetitivos y pierden la capacidad de sorprender, por lo que considero que se habrían beneficiado de una depuración mayor, en especial el que cuenta con Roberto Benigni. Los aprendizajes vitales que se pueden extraer de esta fábula están, como sucedía ya en ‘Si la cosa funciona’ (‘Whatever Works ‘, 2009), dichos de manera explícita, cuando lo mejor que puede hacer un autor es tratar de que lleguemos nosotros a esa conclusión.



La historia que menos interés acapara sobre el papel quizá sea la interpretada por Penélope Cruz. Pero la española tiene tanta gracia como actriz que consigue que los encuentros casposos y manidos estén entre las escenas que más carcajadas provocan en la sala –la inevitable referencia al Vaticano nos mete en su bolsillo inmediatamente–.

De turismo por Roma

La banda sonora delata más al Allen turista que los encuadres de las calles más transitadas del Trastevere, la Fontana di Trevi o la Piazza de Spagna. Si su intención es cómica, las canciones están bien elegidas, pero dudo de que se trate de eso en todas las ocasiones. Al ser Roma una ciudad que desde aquí nos queda tan cerca y uno de los destinos turísticos más evidentes, rara será la persona que vea la película y que no haya paseado alguna vez por aquellas calles y, por lo tanto, es fácil sentir cierta identificación observando el film, lo que ayuda a disfrutarlo.

Conclusión

‘A Roma con amor’ me resultó, si no grandiosa ni lograda en todos sus aspectos, más agradable de lo que me esperaba, quizá por las expectativas tan bajas con las que acudí al cine a verla, desalentada por ese tráiler que arranca, como el largo, con el tosco humor que rodea al guardia de tráfico. Eso no impidió que fuese el día siguiente al del estreno –no he tenido tiempo hasta ahora de ponerme con la crítica–, ya que supongo que me pasa como a los que abarrotaban esa sala y las demás: que es cita obligada, por mucho que nos haya decepcionado con sus trabajos anteriores.

Esta nueva entrega contiene momentos de humor y alguna frase grandiosa, casi todas dichas por el personaje al que da vida el propio director y en la línea del neurótico que siempre ha representado. En alguna de las tramas, ‘A Roma con amor’ recuerda al Allen de sus mejores épocas, a ese que tanto estamos añorando y deseando que regrese.

Fuente: Blog de cine.