Por Álex Vicente París
¿Ser feliz implica tener talento para contarse esas mentiras?
Por supuesto. La felicidad depende del grado de habilidad que tengas para el autoengaño. En ese sentido, el amor es el principal mecanismo de supervivencia que nos ha dado la naturaleza.
¿El cine es otra mentira que ayuda a que el trago sea más llevadero?
Las películas te permiten distraerte y dejar de pensar sobre lo terribles que son las cosas, ni que sea durante una hora y media. Te metes en una sala, observas a Fred Astaire o a Penélope Cruz en la pantalla y la vida se vuelve un poco más bonita durante un rato. Cuando sales del cine y vuelves a la vida real, te sientes un poco más fresco. El cine es como tomarse una bebida fría en un día de un calor sofocante.
¿Se acentúa el escapismo en tiempos de crisis económica?
Uno de los pocos efectos buenos de la crisis es que ha provocado que el cine vaya mucho mejor. En tiempos de dificultades, la gente necesita más distracción y espectáculo. En la Gran Depresión de los años treinta sucedió exactamente lo mismo. Esta crisis no está siendo tan dura como aquella, pero tampoco está nada mal.
“Envejecer es un mal negocio: intenten evitarlo si pueden”, ha dicho. ¿No tiene nada bueno?
De joven me preguntaba por qué todo el mundo odiaba hacerse mayor. Ahora lo entiendo. No hay nada bueno en la vejez. De nuevo, es una de esas mentiras que nos contamos. El cuerpo empieza a fallarte, tus opciones disminuyen, el futuro se acorta, te vuelves sordo y pierdes la vista. Ya me dirá qué hay de bueno en todo eso.
¿Tal vez la experiencia?
Contrariamente a lo que se dice, al hacerte mayor no te vuelves más sabio. Yo siento la misma ansiedad hoy que a los 20 años. Claro que aprendes cosas sobre la vida, pero son cuatro tonterías prácticas y poco más. Por ejemplo, con la edad aprendes a utilizar una lente u otra para rodar una escena. En cambio, en lo que se refiere a las relaciones humanas, las mujeres, la familia, el amor y los asuntos existenciales, no tienes la mínima idea ahora ni la tendrás nunca. Nadie ha tenido nunca la menor idea sobre esto. Ni los filósofos griegos ni Dostoyevski ni nadie.
¿Se ve capaz de rodar sobre la guerra en Irak o en Afganistán?
La política me interesa como ciudadano, no como cineasta. Podría hacer una película sobre Irak, pero no me dice nada. Todos estos asuntos son efímeros. Hoy estamos convencidos de que tienen una importancia desmedida, pero en años se quedarán anticuados. Es como el divorcio, la infidelidad o el aborto. Hoy nos parece ridículo que en otra época la gente se escandalizara por cosas así. Los temas de actualidad caducan. En cambio, dentro de 100 años seguiremos interesándonos por los temas de los que hablo.
Es decir, por la muerte.
Por la muerte, la angustia y todos los demás problemas existenciales. El resto de cosas tienen solución. Otra cosa es que seamos tan estúpidos de no encontrarla. Pero la pobreza tiene solución, las dictaduras tienen solución y el sida tendrá solución algún día. En cambio, la muerte.
¿Los lugares donde rueda son intercambiables?
Mis películas podrían transcurrir en cualquier ciudad, siempre que sea sofisticada como Nueva York, Londres, París o Barcelona. Pero no podría hacer una película en Sudán o en el Amazonas. Cuando ruedo en una ciudad me mudo allí con mi familia durante tres meses, así que busco lugares cómodos y agradables. Y luego, claro, está la cuestión del dinero. Me marché a Londres porque era mucho más barato que Nueva York. Aunque el dinero no es lo único que cuenta. Nunca iría a rodar a Abu Dhabi, por muchas facilidades que me pusieran. Y nunca rodaría en el desierto, como hizo David Lean durante el rodaje de “Lawrence of Arabia”. ¿Se puede creer que se pasó dos años viviendo allí?
¿No tiene curiosidad por descubrir lugares desconocidos?
No soy una persona nada curiosa. He vivido toda mi vida a una hora de avión de Canadá, pero no fui hasta los 65 años. Y nunca he ido a México, que está a la vuelta de la esquina. Soy una persona con hábitos muy determinados. Siempre voy a los mismos restaurantes, hago los mismos paseos y veo los partidos de los mismos equipos. Cada día desayuno los mismos cereales Cheerios y una banana que corto inalterablemente en siete pedazos.
Pero sí tiene curiosidad por la vida humana.
Sí, pero tampoco hay que pasarse. No es como si me encantara conocer a decenas de personas nuevas ni que me pase horas escuchando historias sobre la vida de los demás. Nada de eso. Soy un tipo muy sencillo, que se pasa el día en casa vestido en camiseta y con una cerveza en la mano, viendo deportes en la tele y tocando el clarinete. No soy una persona que lea ni que se pase el día meditando sobre la vida.
¿Es usted un nostálgico?
Intento no serlo, porque la nostalgia es una trampa. Es muy fácil acomodarse en ese sentimiento tan maravilloso que, al mismo tiempo, resulta inútil y pegajoso. Es como acurrucarse en una silla recubierta de miel, que al cabo de poco te paraliza y te impide escapar. El pasado no sirve de nada.
En ese caso, sorprende que siga negándose a utilizar música actual en sus películas.
Me gusta la música antigua, porque es lo que escuchaba en la radio cuando era joven. Por ejemplo, Cole Porter, George Gershwin y Richard Rodgers. A partir de los cincuenta todo se volvió eléctrico y ruidoso. La cultura emprendió un giro radical, pero yo decidí quedarme donde estaba. Mis amigos me dicen que estoy ciego, que me estoy perdiendo cosas estupendas. Y seguro que tienen razón, pero me da un poco igual.
Cuando rodó en Barcelona le llovieron ciertas críticas acerca de los estereotipos. ¿Le dolió?
No, porque era justo lo que buscaba. Estaba mostrando la ciudad desde el punto de vista de dos turistas. ¿Qué quiere que vayan a ver, más que Gaudí? Hacen lo que haría todo visitante que nunca ha estado allí, que es exactamente lo mismo que hice yo cuando vine por primera vez. Es la Barcelona que quería proyectar, la ciudad observada a través de mi prisma. No tenía ninguna intención de ser realista. En todo caso, no me duelen las críticas, porque siempre me han dicho cosas así. Cuando rodé Manhattan, todo el mundo dijo que ese Nueva York no existía. Y tenían razón: Martin Scorsese y Spike Lee describen la ciudad de una forma mucho más precisa y fiel. Pero yo nunca he querido ser preciso o fiel, sino imaginativo. Y les advierto que con París sucederá exactamente lo mismo.
¿Cómo está transcurriendo el rodaje de “Midnight in Paris”?
Está siendo genial. París me gusta porque me recuerda a Nueva York. Tiene el mismo tráfico, el mismo ruido, la misma gente nerviosa y estresada, la misma acumulación de restaurantes, teatros y librerías. Pero encima es diez veces más bonita que Nueva York. Por eso, cuando estoy aquí, me entran ganas de volar.
El 24 de agosto de 2010 estará en Avilés para el estreno de “You will meet a tall dark stranger”. ¿Cómo se enamoró de Asturias?
(Se entusiasma) Por puro accidente. Llegué para recoger el Príncipe de Asturias sin esperar nada en particular, pero me acabé encontrando con un lugar absolutamente maravilloso. Me gustó todo: la gente, el clima, el paisaje y la comida. Es como un paraíso que no se ha echado a perder, pero que tampoco resulta primitivo. Es un lugar sofisticado y cultivado, donde todo resulta magnífico. Si tuviera que escaparme del mundo y escoger un refugio, ese lugar sería Asturias.
Si decide jubilarse, ¿le veremos allí?
Si me jubilo, creo que me quedaré en Nueva York, porque es donde tengo a todos mis amigos. Pero si tuviera que escapar de allí porque todo el mundo hubiera decidido odiarme, entonces mi plan B sería Asturias. Sin ninguna duda. Qué lugar tan maravilloso. A mi familia le encanta ir allí. Cuando supe que el estreno sería en Avilés me puse a dar saltos de alegría. Cualquier excusa es buena para volver.
¿Dónde le llevará su próxima película?
Todavía no lo sé. Tengo que hablarlo con mi mujer.