Todo cinéfilo que se
precie tiene, ya sea para bien o para mal, una opinión bastante definida sobre Woody
Allen, el cineasta neoyorkino por excelencia. Por mi parte, ‘Manhattan‘
(1979) es una de las pocas películas que considero una obra maestra y ‘Annie
Hall‘ (1977) es casi igual de sensacional, pero no tengo problema en
afirmar que varios trabajos suyos son bastante flojos, y no sólo dentro de sus
propuestas de los últimos 10-15 años, sino dispersas a lo largo de toda su
carrera. Es cierto que no hay ninguna tan horrenda como ‘Contrarreloj’ (Stolen,
Simon West, 2012), el otro estreno de esta semana del que ya os he hablado,
pero ‘A Roma con amor‘ (To Rome with Love, 2012) tenía a priori
bastantes boletos para poder entrar en ese poco estimulante grupo de películas
de la filmografía de Allen. Ya adelanto que no es el caso.
El encanto italiano
Es evidente que uno
de los puntos que potencia ‘A Roma con amor’ es la belleza de la capital
italiana, ya que es algo habitual en sus últimas producciones. Y es que,
dejando de lado su calidad cinematográfica, podría decirse que cintas como ‘Vicky
Cristina Barcelona‘ (2008) o ‘Midnight in Paris‘ (2011) funcionaban
perfectamente como postales publicitarias de la ciudad en la se ambientaba su
historia, y eso es algo que persiste en ‘A Roma con amor’, donde pasa por
multitud de lugares emblemáticos de la ciudad con la finalidad de embellecer
las cuatro amoríos que nos cuenta. Eso sí, lo primero que debe quedar claro es
que no estamos ante un ‘Midnight in Rome’, ya que el delicioso y mágico cóctel
nostálgico de su anterior trabajo deja paso a una propuesta mucho más mundana.
Sin embargo, esta
mayor normalidad no se traduce en que los cuatro relatos sean
intercambiables entre sí, ya que Allen los diferencia tanto en tono como en
objetivos: De la alocada absurdez de la que él protagoniza hasta el choque
cultural de dos recién llegados de un pueblecito italiano, pasando por una
reflexión sobre el mundo del famoseo y una imaginativa aproximación a una
relación a tres bandas. Es obvio que mantiene sus constante habituales en
cuanto a puesta en escena (nunca ha sido un gran virtuoso en esa faceta, pero
sí muy cumplidor), pero se agradece que no haya apostado por ir con piloto
automático en el guión como pasó hace bien poco con la anodina ‘Conocerás al
hombre de tus sueños‘ (You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010), siendo
quizá su mayor acierto la inclusión de un efectivo Alec Baldwin como un
personaje fuera de las propias reglas cinematográficas, ya que interactúa
(sobre todo) con Jesse Eisenberg con otros delante para intentar evitar que
caiga rendido a los encantos de Ellen Page.
Allen ya había demostrado en otros trabajos suyos como la
estupenda ‘Annie Hall’ (1977) que no tenía problemas en transgredir las
convenciones narrativas del séptimo arte, pero no por ello deja de ser
disfrutable que eche mano de ello para aportar comicidad y cierta carga reflexiva
a una historia que corría el riesgo de ser monótona y demasiado previsible (es,
de lejos, la que más se centra en retratar la belleza de Roma) de haberse
desarrollado con normalidad. Además, la propia base de la misma muestra las
raíces surrealistas de las cuatro propuestas: La novia de un estudiante de
arquitectura invita a una amiga suya a venirse a Roma a vivir con ellos para
sobrellevar su ruptura sentimental, pero al mismo tiempo no podría tener más
dudas sobre que su pareja va a acabar enamorándose de ella. Esto se contagia a
las otras cuatro con, por desgracia, bagaje algo desigual.
Romances (y otras historias) alargados en Roma
Hay una serie de
pegas que convierten a la película en una producción irrelevante más allá de
ser un buen pasatiempo. El más evidente es que ‘A Roma con amor’ aspira a
más de lo que realmente es capaz de ofrecer, algo que la lleva a padecer una
duración desmesurada que provoca que el interés vaya desinflándose a medida que
avanzan las diferentes historias que nos cuenta. Esto afecta sobre todo a la
trama protagonizada por un correcto Roberto Benigni, la cual era una
buena pase para un sketch de, como mucho, unos 5 minutos, pero Allen lo estira
sin más argumentos que alguna gracieta tan evidente que parece impropia de él.
Algo similar pasa con la historia en la que una cumplidora Penélope Cruz
da vida a una prostituta de alto target, ya que los giros de tuerca sobre la
inocencia del matrimonio protagonista no dan más de sí, aunque aquí sí que
incluye algunos gags efectivos que hacen la cosa más llevadera.
Este problema resulta
mucho menos acusado en las otros dos bloques argumentales, siendo
bastante evidente que Allen se ha esforzado más en la que él mismo protagoniza,
ya que es done más ahonda en el absurdo de lo que quiere criticar, pero lo hace
sin llegar a resultar redundante o perderse en cosas que no aportan nada. A
cambio, el romance incluido en la misma está tan diluido que la presencia de Alison
Pill, de actualidad en los últimos días por haber subido por accidente una
foto en topless a su cuenta de twitter, no va más allá de lo anecdótico,
algo de agradecer, ya que, tal y como estaba planteada, no daba mucho más de
sí. No es que no haya fallos, como una resolución de la misma un poco pobre,
algo que también afecta a la de una sexual Ellen Page y un algo atontado
Jesse Eisenberg, la cual tiene un cierre muy obvio, pero es cierto que
en la propia trama de la misma había una crítica implícita ante la
previsibilidad de lo que iba a suceder, así que es algo más perdonable.
En definitiva, ‘A
Roma con amor’ es un buen entretenimiento para todos los amantes de la obra
de Woody Allen, pero también es una película demasiado larga y un tanto
irregular, un fallo recurrente en varias de sus películas. Sigue habiendo
bromas o diálogos bastante simpáticos por su absurdez, en especial en la
historia protagonizada por el propio director, pero también hay varias
situaciones que no aportan nada y otras que acaban resultando un tanto cansinas
por redundantes con lo ya visto minutos antes. Vamos, una tontería agradable
para pasar un buen rato, ni más, ni menos.