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Charles K. Feldman, un productor de alto vuelo, descubrió a Woody en el Club Blue Angel de Nueva York y le contrato para escribir el guion de "Que pasa, Pussycat? (What's New, Pussycat?, de Clive Donner, en 1965.
La película iba a ser una de esas ¡locas, locas!, ¡tronchantes! ¡irresistibles! comediolas de los sesenta, con un "gancho" solo comparable al encuentro de los hermanos Marx con los Beatles. Peter Sellers hacia de psiquiatra chiflado. Ni el ni Woody pueden dar golpe en tanto el director de una revista de modas, Peter O'Toole, se la pasa en grande con chicas como Romy Schneider, Paula Prentiss (poetisa y experta del strip tease), Capucine (una modelo despampanante) y Ursula Andress (una amazona vestida de piel de serpiente).
"Que pasa Pussycat?" es un film norteamericano dirigido por un ingles, muy influenciado por "Socorro" (Help), "Anocheser de un día agitado" (Hard Day's Night) y "El Knack y como lograrlo" (The Knack), tres películas inglesas dirigidas por el norteamericano Richard Lester. Lamentablemente es una nadería, pero la taquilla fue buena, Woody sabia que el film seria una basura, pero secundo la idea porque significaba poner el pie en el cine. Mas tarde aparecería en "Casino Royale", producida asimismo por Feldman.
En este periodo aparecio muchas veces en televisión y escribió dos exitosas comedias para Broadway "No te bebas el agua" (Dont drink the water) y "Tócala de nuevo, Sam" (Sueños de seductor en Argentina) (Play It Again, Sam). En esta ultima también desempeño el papel principal. Otro proyecto que muestra a que alturas volaba su imaginación en los años sesenta se plasmo en "Que pasa, Tiger Lily? (What's Up, Tiger Lily), una barata producción japonesa de espías hecha al modo de 007 cuyos derechos para los Estados Unidos adquirió para modificar los diálogos y lanzárla al mercado, donde obtuvo mucho éxito.
Hacer películas es realizar un trabajo en equipo; y la alquimia de la colaboración es a veces engañosa, por decirlo de un modo amable. Films diferentes se realizan de diferentes maneras. Los actores productores como Robert Redford y Warren Beatty a veces compran un guión y establecen el reparto antes de ir en busca de un director. En otros casos, el productor manda hacer a la medida un guión para una estrella que de pronto cae, obligandole a salir en buscar de otra, la cual solicita otro director. Grandes escritores de cine pueden verse, y así sucede a menudo, obligados a trabajar en el guión alterado de un guión alterado de un guión alterado. No es raro que este proceso lleve varios años; y por mucho empeño que pongan los patrocinadores de un proyecto, en general, conducirlo a buen puerto requiere de una tenacidad rayana en la obsesión.
Es claro que sí alguien puede realizar por sí sólo varias de las funciones esenciales, necesita menos gente. En teoría al menos, encontrará menos obstáculos, Woody Allen, al comenzar como escritor y actor, se ha constituido en un comediante auto-contrato y auto-obsesionado que trabaja sin descanso para definir, refinar y redefinir la visión que pretende llevar a la pantalla. Ha trabajado para darnos una versión del mundo de Woody. A una década de reverencia por los directores como fue la de los setenta, Woody supo sacarle partido. Se diría que aún vivimos en la era del director superstar: no dejamos de oír hablar de magnates tales como Altman, Spielberg y Coppola. Los "mocosos del cine", como se les ha dado en llamar. Como diría Billy Wilder, los chicos barbudos se han quedado con todo. Los comediantes más gustados, como Elaine May, Mel Brooks y Woody Allen son todos ellos escritores-actores-directores y han venido a demostrar que el estilo "hágalo usted mismo" puede ser fuente de films extraordinariamente graciosos. En los últimos años Alan Alda ha resuelto seguir el mismo camino y se ha puesto a escribir y a dirigir.
Es un hecho indudable que ser actor es mucho más que ser actor es mucho más fastidioso que ser director. El actor ha de esperar a los demás y depender de ellos. Se sienta junto al teléfono esperando que suene, se somete a pruebas y, si es religioso, se dedica a rezar para que alguien le otorgue un papel. El director Paul Mazursky habló de esto con John Higgins en una entrevista publicada en el "Times", al ser interrogado sobre su película "Next Stop Greenwich Village" (Barrio bohemio, en Argentina), la cual tiene que ver con un joven y luchador comediante de los cincuenta que trata de sacudirse el yugo familiar. Dijo que comenzó tratando de ser actor. "En aquellos días lo probé todo: fui actor, director (de films menores) y hasta trabajé como animador de un club nocturno durante cinco años. Lo malo fue que en ningún caso obtuve mayor éxito; y no tardé en comprender que una de las cosas más humillantes, tediosas y tristes que puede arrastrar a un ser humano consiste en ser un actor a quien no se le dejan de ofrecer papeles insignificantes,si es que le dan alguno".
Woody no acepta en principio papeles en películas de otros. Sin embargo, en alguna ocasión ha sido persuadido para desempeñar el papel estelar en obras ajenas, porque el tema le resultaba interesante. Tal fue el caso con "The Front" (El testaferro).
Dirigida por Martin Ritt, la película abordaba el tema del "Terror rojo", que en la década de los cincuenta hizo que se redactaran listas negras de actores sospechosos de comunistas, a los cuales se les impidió trabajar en el cine, la radio y la televisión. El Comité Parlamentario de actividades antinorteamericanas persiguió asimismo a aquellos sospechosos y dificultó todas sus tareas. Los actores que resultaron víctimas del acoso dejaron los Estados Unidos o se pasaron al teatro. Directores como Joseph Losey y Jules Dassin ser fueron a trabajar a Francia y a Inglaterra y los guionistas vendieron su trabajo bajo nombres supuestos o haciéndolos pasar por obras de otras personas. Muchos excelentes escritores se negaron a colaborar con el comité, entre ellos Dashiell Hammet, Irwin Shaw, Lillian Hellman, Ring Lardner Jr. y Dalton Trumbo. El tema de "The Front", primer intento de Hollywood por exorcisar aquellos fantasmas de principios del cincuenta, se desarrolla no en Los Angeles, sino en el ambiente televisivo de Nueva York hacia 1950. Por entonces Walter Bernstein y Martin Ritt, respectivamente autor y actor en un telefilm seriado, se hallaban en la lista negra del comité. Se trataba, claro, de un maravilloso material para hacer un film: los aspectos morales, políticos y psicológicos de aquellos sucesos suministraban el contexto ideal para hacer una película fuerte. Pero, tras veinticinco años de esperas y muchos intentos para hallar el dinero demandado por tema tan controvertido, Ritt lo frutró, quitándole agallas. Hizo un film inteligente pero sin pasión. En definitiva perdió la oportunidad.
Allen se cuida de la caja registradora de un bar. Lleva apuestas clandestinas y en general pasa el tiempo. Es un fracasado, pero no un fracasado al modo típico de Woody Allen, en el terreno social y sexual, sino del tipo caótico y torpe, aunque no por eso incapaz de interponer algún comentario faux nair y agudo.
Uno de sus amigos es guionista de la televisión (Michael Murphy) y acaba de ser puesto en la lista negra, razón por la cual se halla sin trabajo. Le ofrece a Woody el diez por ciento de todos los beneficios, si es capaz de vender sus trabajos. Woody logra lo deseado y obtiene excelentes beneficios. Una vez por semana llega despreocupadamente a los escritorios de los agentes y "sus" escritos le son literalmente arrebatados de las manos. Hasta que se ve en aprietos, porque un editor de guiones (Andrea Marcovicci) le brinda demasiada atención y termina por llevarle ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas para que explique sus antecedentes políticos.
"El Testaferro" suscita muchas carcajadas. En el film, Allen es más actor cómico que un comediante. Hay algunos atisbos de la víctima perpetua, pero también se ven algunos momentos dramáticos planteados en los que la víctima no puede salirse con la suya apoyándose en unos cuantos chistes. Aquí Allen nos resulta algo diferente al usual; pero sigue siendo un Allen eficiente y acertado.
La mayor parte de los críticos se mostraron comprensivos. Alan Brien expresó sus reservas, aunque halló el film en general "extraordinariamente divertido, personal e inventivo". David Robinson, tras pasar revista a todo el film obtuvo la conclusión de que "El testaferro es sensato, culto, humorístico e inteligentemente interpretado, en especial por Woody Allen, que hace un sonado debut como hombre corriente, y por Andrea Marcovicci, siempre gracioso". Sin embargo se trata de una película que es melancólica y contenida cuando debería ser, aun hoy, colérica. El papel desempeñado por Zero Mostel me parece sintomático. Colocado en la lista negra en 1950, Mostel era celebrado por la beligerancia de las actitudes. (Al ser llevado ante el comité, en 1955, agitó los cinco dedos de una mano para indicar que invocaba la quinta enmienda y, al terminar su testimonio, que era televisado, agradeció formalmente al Comité por haberle facilitado reaparecer en televisión, de la cual permanecía al margen en los últimos cinco años por haber sido colocado en la lista negra)".
En el Chicago Tribune, bajo el título "Woody y la jovialidad escenifican el mensaje", Gene Siskel muestra haber visto el film bajo un ángulo diferente. "Una equivocación en el reparto anula lo que "El testaferro" tenía que haber sido y lo transforma en una película a menudo cómica sobre un tema serio".
¿Puede hacer eso un reparto equivocado?
Si, desde luego, en especial cuando el personaje erróneamente incluído se llama Woody Allen.
"El testaferro" no es la comedia más nueva de Woody Allen. Al menos tal es el mensaje que la Columbia Pictures y Woody Allen pretenden que el espectador crean".
Esta actitud es fácil de comprenden cuando se piensa en algunas frases cortas, típicas de Woody, que saltan de improviso para darle a uno en las costillas.
Ella: Yo soy de Connecticut
El: Estupendo
Ella: Si, vengo de una familia muy decente, la clase de familia donde lo peor que puedes hacer es hablar demasiado alto.
El: pues lo peor que puede hacerse en la mía es comprar al detalle.
Lo incongruente de la broma sirvió para acelerar la destrucción de la carrera del cómico de televisión Heckey Brown, ya medio perdido bajo una barrera de previas carcajadas.
El propio Allen se había visto atraído a "El testaferro" (entre otras cosas) por su afición al drama serio. Con este film se le presentaba la oportunidad de hacer cine a un nivel aún no experimentado por él. Sin embargo nada de eso sofocó las dudas.
"¿Y si contrataras a Peter Falk para hacer mi papel?" le dijo al director Martin Ritt pocos días antes de comenzar el rodaje. Y dijo antes del estreno: "Decidí correr el albur. Desde el principio albergaba enormes reservas sobre esto de hacer un film cuyo guión yo no había escrito y sobre el cual no tenía el control de dirección. No sabía cómo era la sensación de ser un actor contratado para hacer una película dramática, de modo que dije: "Si queréis a alguien que haga bien un papel conversado, ¿porque no ofrecérselo a Jack Nicholson?" Me sentía incómodo a todo lo largo del rodaje, porque no era posible improvisar ni cambiar nada. Además, no podía apreciar cómo iban desenvolviéndose las cosas. ¡Mi único metro es la comicidad!".
La ambivalencia experimentada por Woody Allen con respecto a su papel en "El testaferro" era compartida por Russel Davier, quien escribió:
El problema con esta película no radica en que Allen haya pechado con un papel "serio" que le queda grande, sino que el director Martin Ritt le hizo sentirse a sus anchas. Al advenir el clímax político Woody sigue siendo gracioso -graciosísimo- y entonces su choque final con el Comité de Actividades Antinorteamericanas no es captado por el espectador como un autosacrifícío histórico, sino apenas como el gesto culminatorio de una comedia. Que Ritt calculó al detalle el alcance de sus propias actitudes es cosa que puede darse por descontada, ya que él y también su guionista Walter Bernstein figuraban en la lista negra. Pero en este caso, ambos parecen haber querido evitar las amargas conclusiones que podían extraerse de los hachos acaecidos en la primera mitad de los años cincuenta".
Extraído de Woody Allen, biografía ilustrada, por Miles Palmer, Los libros de Plon, Barcelona, Septiembre 1981.
Datos personales
- Julio Diz
- Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.