Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.
Woody Allen es un director con muchísimo peso propio dentro de la industria del cine moderno, siendo quizás uno de los pocos realizadores a los que la palabra “cine de autor” le calza perfecto.
Obviamente al ser un artista que se embarca en un nuevo proyecto cinematográfico todos los años (de forma religiosa desde 1982, siendo su primer largometraje del año 1969) y un personaje más que interesante también delante de las cámaras, Allen despierta pasiones y emociones que se manifiestan de mil formas en el público y la crítica.
Personalmente soy de los que piensan que si tuviéramos que graficar la calidad de los proyectos de los últimos años en la carrera del realizador neoyorquino el resultado se asemejaría bastante al electrocardiograma de un hipertenso.
Es decir, Allen en los últimos años se encargó él solito de borrar con los codos lo que escribió con sus propias manos, dejando un sabor semi-amargo en todos los consumidores (frecuentes, momentáneos, devotos y debutantes) de sus películas.
Por un lado ese panorama es obvio, ya que como dije más arriba, un tipo que todos los años emprende la difícil tarea de escribir un guión y filmarlo puede caer en el más previsible de los errores que presenta ese escenario: la repetición.
Por otro lado tampoco dicha situación actual no parece tan grave debido a que, paradójicamente, luego de una extensa carrera dentro del cine (algunos arriesgados hablaban incluso de que la misma estaba cerca de fin) el éxito, tanto económico como por parte de la crítica acompañado del reconocimiento de diferentes círculos y grupos del cine, por primera vez van firmes de la mano a las películas del inoxidable Woody.
Dentro de ese marco es donde aparece “Blue Jasmine”, su nuevo trabajo que viene a levantar los niveles de calidad que se desparramaron por el piso gracias a “A Roma con Amor” y que lamentablemente no pudieron seguir la línea de “Medianoche en París”, film con el que Allen volvió a levantar un Oscar y gracias al cual logró un record personal en la apertura de taquilla norteamericana.
Y precisamente porque la carrera de Allen en los últimos años parece un subibaja, “Blue Jasmine” irrumpió este año en los cines de Estados Unidos arrebatándole ese lugar a “Midnight in Paris” posicionándose así como el mayor éxito de apertura de taquilla en el país de donde el bueno de Woody no debería salir muy seguido.
Retratando con lentes hermosos San Francisco y algunas partes de Nueva York (de la mano de Javier Aguirresarobe, con quien ya había trabajado en “Vicky Cristina Barcelona”) Allen se mete de lleno en un guión bastante aceitado, dinámico y con ritmo sobre la vida de una snob con problemas psiquiátricos que pierde todo su status social de forma inesperada y decide irse a vivir con su hermanastra para tratar de reconstruir su vida, la cual es desprolija desde mucho antes del incidente.
En esa pequeña sinopsis de “Blue Jasmine” encontramos varias pistas para hablar de los pilares que sostienen este trabajo, entre ellas los personajes creados por Allen que desataron las grandes actuaciones de Cate Blanchett (Jasmine, el personaje central), Sally Hawkins (la hermanastra, Ginger) y Alec Baldwin (Hal, el ex-marido de Jasmine).
Sin lugar a dudas, lo de Blanchett es un trabajo descomunal, de esos que pagan por completo la entrada del cine. Va mucho más allá de lo que supieron ofrecer las últimas actrices con las que Woody trabajo en sus anteriores proyectos de este último tiempo y difícilmente el realizador pueda dar vuelta la hoja de un nuevo guion sin pensar en esta actriz como protagonista.
Pasó y seguramente volverá a pasar que, actrices de talento irregular, se luzcan con los guiones escritos por Allen, pero ojalá que el panorama de aquí en los próximos años sea el mismo que el de “Blue Jasmine” donde una gran actriz tenga entre sus manos un gran guión que le permita construir un personaje maravilloso.
Jasmine cumple ese rol dentro del film, porque atrae desde el minuto cero debido a su personalidad avasallante, pero al mismo tiempo solitaria y necesitada de ayuda para salir de una crisis personal gravísima.
Por si fuera poco, “Blue Jasmine” es por lejos la película que mejor retrata esa belleza característica que tiene Blanchett y que algunos se animan a discutir.
Luego se acomodan en el podio Sally Hawkins (a quien el próximo año veremos en “Godzilla” de Gareth Edwards) quien como la hermana de Jasmine ofrece algunos momentos realmente brillantes, ácidos y bastante polémicos como para discutir a la salida del cine.
El personaje de Alec Baldwin es quien completa el combo, aunque poco se puede hablar de él sin desmenuzar la trama y una de las características más importantes que esta presenta: el ritmo y el misterio.
Porque en definitiva “Blue Jasmine” es un gran trabajo de Allen en materia de guiones aceitados que te mantienen pegado a la butaca hasta el final, acompañado siempre de risas y situaciones incomodas, algo que el realizador no había podido lograr últimamente.
Quizás por eso la única falla que tiene esta producción es que, una vez que conoces todas las razones que desencadenan esta historia, Allen se toma un par de minutos más para cerrar la historia y le quita ese ritmo perfecto que la caracterizaba.
De cualquier forma, frente a un año que ofrece espectáculos cinematográficos impresionantes gracias a un gran presupuesto y guiones con firmas multiples, “Blue Jasmine” es la muestra de que el buen cine se construye en base a tres elementos fundamentales que muchas veces se dejan de lado.
Una gran película necesita de un muy buen guión, una ágil dirección y una fuerte interpretación.
La última producción de nuestro amigo Allen cumple con esa regla antigua e inoxidable, como la pasión del realizador por el cine de la vieja escuela.