La película del director neoyorquino inaugura fuera de concurso la 69 edición del Festival de Cannes.
Jesse Eisenberg y Kristen Stewart |
¿Y qué tal?: Romántica y serpenteante, 'Café Society' pone en juego varios focos de nostalgia. El primero toma forma en el retrato idealizado del Hollywood de los años 30, que la cámara del director de fotografía Vittorio Storaro describe como un océano de luces cálidas y rostros iluminados por un resplandor de otro mundo: una versión amable del Hollywood que los hermanos Coen retrataron en 'Barton Fink' y '¡Ave, César!'. Eso sí, en la soleada Meca del Cine de Woody Allen y Storaro los potentes haces de luz generan una danza paralela de sombras. Luces y sombras que perfilan uno de los temas centrales de la película: la naturaleza esquiva del deseo, la vida sentimental como un claroscuro irresoluble. Cuestiones que vinculan 'Café Society' con la también interesante Medianoche en Paris', con la que Allen ya inauguró el Festival de Cannes hace cinco años.
'Café Society' también despertará la nostalgia de aquellos que disfrutaron con la emocionante (y en sí muy nostálgica) 'Adventureland' de Greg Mottola. Aquí tenemos de nuevo a Jesse Eisenberg enamorándose perdidamente de Kristen Stewart mientras ella mantiene un affair con un hombre mayor. Cambiamos el parque de atracciones de los años 80 por el Hollywood de los años 30, y Stewart ya no lleva camiseta y vaqueros sino un top y minifalda, pero la química entre los actores sigue intacta. De hecho, el personaje de Vonnie parece escrito para Stewart, que vuelve a encarnar a una chica enigmática, volátil a nivel emocional y tocada por un palpable pozo de amargura. Puede que el registro interpretativo de Stewart sea bastante limitado, pero la actriz sabe sacar provecho de sus virtudes. Por su parte, Eisenberg, que ya trabajó con Allen en la olvidable 'A Roma con amor', tiene problemas a la hora de representar la cara más inocente y enamoradiza de su personaje, aunque se resarce con creces en la segunda parte del film, cuando Bobby madura y medita sobre la sedimentación de la pasión juvenil en la realidad adulta. Durante el maravilloso tramo final de 'Café Society', a este crítico le dio por recordar el desenlace de 'Hannah y sus hermanas', donde el personaje de Michael Caine reflexionaba sobre la odisea sentimental que le había tocado vivir. La agridulce 'Café Society' se sitúa a varias décadas y estrellas de distancia de aquella obra maestra, pero la escritura de Allen, acompañada por un mágico fundido encadenado que superpone dos rostros melancólicos, todavía es capaz de lograr milagros.
Delineada con elegantes planos secuencia y delicados primeros planos, iluminada con poderosos focos y discretas velas, 'Café Society' es un producto 100% Allen. Suya es la voz en off que nos orienta por el elíptico relato; suyo es el Nueva York hacia el que nos conduce la historia, esta vez un Manhattan aristocrático, bohemio y también muy romántico; y son también muy suyos los chistes sobre judíos que aliñan la historia de Bobby y Vonnie. Para rematar el cóctel alleniano, uno de los cuñados del protagonista es un judío comunista con tendencias existencialistas, un personaje que introduce en la película unas pinceladas de reflexión moral. Todos estos ingredientes –incluidos unos anecdóticos guiños al cine de gángsters– tienden a distraer más que enriquecer la historia de Bobby y Vonnie. En un momento determinado, un personaje afirma que “el timing (el ritmo, el momento adecuado) lo es todo en la vida”. En cuanto al ritmo, 'Café Society' tiene algún que otro titubeo. En cuanto al momento adecuado para introducir un giro narrativo, un primer plano o una línea de diálogo (también un silencio), Allen demuestra dominar la materia.