Datos personales

Mi foto
Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

martes, 22 de marzo de 2016

Beneficios y maleficios de Woody Allen.


 Por: Sahidt Ortega Ibarra


Este texto es una parodia de Beneficios y Maleficios de Jorge Luis Borges de Augusto Monterroso. Se recomieda su lectura previa a la de este escrito en este link.

 " Para Helena" 

Cuando descubrí a Allan Stewart Konigsberg (mejor conocido como Woody Allen), en el 2002, no lo entendía y al igual que otros antes que yo, terminé detestándolo. 

Buscando películas de Humphrey Bogart, me encontré con Play It Again, Sam (1972) uno de los primeros largometrajes de Woody, donde un crítico de cine afectado por su reciente divorcio, emprende la búsqueda de un nuevo amor teniendo como consejero ni más ni menos que a Bogie. Por primera vez me enfrenté a su humor intelectual,  sus neurosis, a su freudiana postura sobre la sexualidad, esas incontestables preguntas existenciales, la eterna búsqueda por la mujer ideal, su capacidad única para desnudar la naturaleza humana. Sin lugar a dudas, un universo nuevo, deslúmbrate y atractivo.Pasar de aquel filme a todo lo que viniera de Woody ha constituido para mí (y para tantos otros) algo tan necesario como respirar, y por desgracia tan adictivo como un opiáceo (la crítica mundial anhela el estreno de la película anual de Allen, que desde 1982 las realiza ininterrumpidamente). Seguirlo fue descubrir y descender a nuevos círculos: Haws, Wilder, Kubrick, Lubitch, Godard, Fellini, Bergman; reanudar viejas relaciones: Wells, Chaplin, Hope, Keaton, Lang o los hermanos Marx; y finalmente la revelación de ciudades que solo él puede filmar: Paris, San Francisco, Londres, Barcelona, Roma, y por supuesto, Nueva York. 

Por otra parte, su humor. Hoy lo recibimos con cierta naturalidad, pero en aquel entonces el humor solo eran comedia física (slapstick) o comedia circense (vaudeville) empujado, claro, por la ausencia de diálogos. Con la llegada del sonido el género muto y se volvió convencional en manos de directores como Lubitsch, Renoir, Hawks, Capra o Cukor siendo destinado a alimentar el Star system y las arcas de Hollywood.El humor pasó del ridículo a la pedantería, y tenía destinado un futuro incierto, sin embargo se vio renovado con el sarcasmo y la sátira del genio de Brooklyn, quien con grandes dosis de intelectualidad y agudeza logra fusionar muchos géneros (el cine negro, el musical, el falso documental, la ciencia ficción, el thriller, el drama, etc.) con la comedia.Acostumbrados como somos a cierto tipo de comedia (al chiste simple, al pastelazo, a las risas grabadas), no es extraño que los modos de Allen nos desafíen y que desde el primer momento lo aceptemos o no. Su principal recurso humorístico es precisamente eso: el humor sofisticado, el “a prueba de mentes”. A partir de la primera escena de cualquiera de sus filmes, todo puede suceder. Sin embargo, tras observar en conjunto su filmografía nos demuestra que lo único que podía suceder era lo que desde un principio él se propuso.

Todo pertenece a su universo, único e inmejorable. Así sea en el papel que juega el azar en las personas (Match point, 2005); así en la encrucijada perenne de hacer lo correcto o lo mejor (Crímenes y pecados, 1989); así en la melancolía, regresando al pasado a sabiendas de que éste es mejor que el presente (Medianoche en Paris, 2010); así en la mentira para no sentirse excluido de la sociedad, la necesidad de ser aceptado (Zelig, 1983). Aunque parecen las mismas historias del cine, él las hace nuevas, las refresca, las cuenta como nadie se atrevió a hacerlo. Convierte lo común en ingenioso. Y por último el gran problema: la tentación de imitarlo era casi irresistible; inútil. Cualquiera puede permitirse imitar impunemente a Hitchcock, a De Palma, a Kurosawa; no a Kubrick, no a Bergman, no a Woody. Resulta demasiado fácil, demasiado evidente.

El encuentro con Allen no sucede nunca sin consecuencias. He aquí una lista (manía postmodernista) de cosas entre benéficas y maléficas que pueden ocurrir al encontrarse con sus el.

1. Ver una de sus películas sin darse cuenta (maléfica).
2. Ver una de sus películas, buscar más, verlas todas y esperar con ahínco su próximo estreno (benéfica).
3. Ver una de sus películas, buscar más, reverlas y no ver de otros directores (maléfica).
4. Descubrir que uno es tonto y que hasta ese momento no se le había ocurrido un guion que más o menos valiera la pena (benéfica).
5. Descubrir que uno es inteligente, puesto que le gusta Woody Allen (benéfica).
6. Deslumbrarse con Bananas (1971) y creer que por ahí va la cosa (maléfica).
7. Descubrir el sexo y las mujeres (benéfica).
8. Preocuparse por el sexo y las mujeres (benéfica).
9. Creer en el sexo y las mujeres (maléfica).
10. Amar el cine (benéfica).


 Extraído de http://hojasnecias.com/nota.php?id=210