Por Tomás Obregon
Woody junto a Elizabeth Shue y Billy Cristal. |
En Los secretos de Harry , la última película de Woody Allen, un
escritor descubre que la realidad es insoportable y que la ficción es la
única carta que le queda para no volverse loco. Aún más: descubre que
la realidad no tiene ningún sentido y que sólo la ficción, sólo los
relatos imaginados o soñados, pueden hacerla verosímil.
La vida de Harry Block, el escritor del que hablamos, es algo parecido al infierno. Los hechos se suceden unos a otros, y él no logra hacer parte de nada, como si en algún punto de su vida se hubiera dado cuenta de que su destino sería el de errar y errar hasta la muerte, con el único objetivo de convertir en cuentos y novelas su navegar sin un puerto en mente, y sus constantes traiciones y mentiras. Pero Harry Block no es sólo un escritor que basa sus relatos en su propia incapacidad para vivir la vida de este mundo. Es, además, un obseso sexual que ha vencido el insomnio gracias a una pasión desmedida por las relaciones con prostitutas y con todas aquellas mujeres que le ayuden en su empeño inconsciente de no comprometerse con ninguna vida aparte de la suya, para, de paso, marginarse del mundo que le ha tocado vivir. Y, en ese momento de su vida, el momento que narra la película de Woody Allen, Harry Block, después de publicar su última novela autobiográfica, vive una especie de larga pesadilla. Es una larga pesadilla, no cabe la menor duda: Harry sufre un bloqueo de escritor que no parece tener salida inmediata, y una antigua amante, la hermana de su primera esposa, lo amenaza con suicidarse o con matarlo cuando descubre que el escritor ha utilizado su romance a escondidas para uno de los capítulos más divertidos de su última novela; su mejor amigo ha decidido casarse con la que fuera su novia, y Harry ha descubierto, al oír la noticia, que, a pesar de que nunca la quiso mientras estuvieron juntos, existe la posibilidad de que al fin se haya enamorado de ella; además, se enfrenta por enésima vez a su hermana, que no resiste que odie sus orígenes judíos y no puede creer que la haya utilizado como inspiración para uno de sus cuentos despiadados; y finalmente, la Universidad de la que muchos años antes fue expulsado, ha decidido homenajearlo y, como su segunda esposa no lo deja ver a su hijo, se le ha ocurrido secuestrar al niño para que éste recupere la fe en su padre y se de cuenta, de una vez por todas, que existe algo en el mundo que el que le dio la vida sabe
La vida de Harry Block, el escritor del que hablamos, es algo parecido al infierno. Los hechos se suceden unos a otros, y él no logra hacer parte de nada, como si en algún punto de su vida se hubiera dado cuenta de que su destino sería el de errar y errar hasta la muerte, con el único objetivo de convertir en cuentos y novelas su navegar sin un puerto en mente, y sus constantes traiciones y mentiras. Pero Harry Block no es sólo un escritor que basa sus relatos en su propia incapacidad para vivir la vida de este mundo. Es, además, un obseso sexual que ha vencido el insomnio gracias a una pasión desmedida por las relaciones con prostitutas y con todas aquellas mujeres que le ayuden en su empeño inconsciente de no comprometerse con ninguna vida aparte de la suya, para, de paso, marginarse del mundo que le ha tocado vivir. Y, en ese momento de su vida, el momento que narra la película de Woody Allen, Harry Block, después de publicar su última novela autobiográfica, vive una especie de larga pesadilla. Es una larga pesadilla, no cabe la menor duda: Harry sufre un bloqueo de escritor que no parece tener salida inmediata, y una antigua amante, la hermana de su primera esposa, lo amenaza con suicidarse o con matarlo cuando descubre que el escritor ha utilizado su romance a escondidas para uno de los capítulos más divertidos de su última novela; su mejor amigo ha decidido casarse con la que fuera su novia, y Harry ha descubierto, al oír la noticia, que, a pesar de que nunca la quiso mientras estuvieron juntos, existe la posibilidad de que al fin se haya enamorado de ella; además, se enfrenta por enésima vez a su hermana, que no resiste que odie sus orígenes judíos y no puede creer que la haya utilizado como inspiración para uno de sus cuentos despiadados; y finalmente, la Universidad de la que muchos años antes fue expulsado, ha decidido homenajearlo y, como su segunda esposa no lo deja ver a su hijo, se le ha ocurrido secuestrar al niño para que éste recupere la fe en su padre y se de cuenta, de una vez por todas, que existe algo en el mundo que el que le dio la vida sabe
hacer bien, algo por lo que se le quiere y se le respeta.
Los secretos de Harry comenzó a filmarse en septiembre de 1996 y se estrenó a finales del año
pasado en Estados Unidos. Como "Annie Hall", se trata de una comedia
narrada desde la cabeza de su personaje principal, de tal manera que los
eventos de la realidad de Harry Block se encuentran ordenados a partir
de la forma en que el escritor se imagina sus propios relatos de
ficción. Cada cosa que ocurre en la vida de Harry, tiene una respuesta
en su imaginación. Cada error cometido en la realidad, tiene un castigo
en la ficción. Cada problema inexpresable en la vida cotidiana, tiene
una salida en sus cuentos y sus novelas. La película cuenta, como suele
suceder con las películas de Woody Allen, con un reparto incomparable:
mientras el propio Allen demuestra que nadie más que él podría haber
interpretado a Harry Block, Judy Davis, Billy Cristal, Robin Williams,
Elizabeth Shue, Kirstie Alley, Richard Benjamin, Mariel Hemingway, Amy
Irving, Julie Kavner, Julia Louis-Dreyfuss y Stanley Tucci, demuestran
en un par de minutos, cada uno, por qué se encuentran entre los más
importantes actores del momento.
Gracias a este reparto, a un libreto cercano a la genialidad y a su eterno equipo de colaboradores, Woody Allen ha conseguido, nuevamente, hacer una pequeña obra maestra. Los secretos de Harry es una de sus comedias que hacen reír desde el primer hasta el último minuto de su proyección, pero que en la memoria se nos aparece como una historia supremamente triste. Se trata de la misma sensación que puede producirnos la última escena de La rosa púrpura de El Cairo, Broadway Danny Rose, Crímenes y pecados, o Poderosa Afrodita. Es la sensación de que, como en las tragedias griegas, al final de las películas de Woody Allen, el río ha vuelto a su cauce; es la idea de que, después de la crisis y el desastre, después de la magia y la locura, la vida de los personajes de Allen ha regresado al equilibrio, pero que ese regreso ha ocurrido a pesar de sus propias almas, en contra de sus esperanzas y de sus posibilidades de alcanzar la felicidad.
Gracias a este reparto, a un libreto cercano a la genialidad y a su eterno equipo de colaboradores, Woody Allen ha conseguido, nuevamente, hacer una pequeña obra maestra. Los secretos de Harry es una de sus comedias que hacen reír desde el primer hasta el último minuto de su proyección, pero que en la memoria se nos aparece como una historia supremamente triste. Se trata de la misma sensación que puede producirnos la última escena de La rosa púrpura de El Cairo, Broadway Danny Rose, Crímenes y pecados, o Poderosa Afrodita. Es la sensación de que, como en las tragedias griegas, al final de las películas de Woody Allen, el río ha vuelto a su cauce; es la idea de que, después de la crisis y el desastre, después de la magia y la locura, la vida de los personajes de Allen ha regresado al equilibrio, pero que ese regreso ha ocurrido a pesar de sus propias almas, en contra de sus esperanzas y de sus posibilidades de alcanzar la felicidad.
Los secretos de Harry se estrenó en Europa durante el primer semestre de este año al mismo tiempo que Wild Man Blues,
un documental dirigido por Barbara Kopple en el que las cámaras siguen a
Woody Allen durante la gira que su banda de jazz realizó por varias
ciudades europeas. El documental, por supuesto, no es una película
usual: ha sido producido por el mismo equipo que produce las películas
de Allen y presenta, casi que por primera vez, al Woody Allen real, al
ser humano que se enamora, escribe, filma e interpreta el clarinete y
que no parece hecho para las cosas cotidianas sino, precisamente, para
darle paso al momento en el que la realidad se convierte en ficción. Que
Woody Allen haya permitido la realización del documental no es una
sorpresa; es, por supuesto, una forma de decir que Harry Block y Woody
Allen, a pesar de todas las diferencias, tienen algo en común: que
ninguno de los dos soporta los efectos secundarios de la realidad; que
ambos dependen de los trucos; que sus obras son como el blues, que nos
divierten mientras las oímos y nos entristecen cuando las recordamos;
que los dos escriben porque la vida sería peor si no lo hicieran.
Fuente: Portal Ocho y medio, http://www.ochoymedio.info/article/14/Woody-Allen-y-el-blues-de-los-efectos-secundarios/