Por Woody Allen
Entonces la función doble ha terminado y abandono la magia oscura y reconfortante de la sala de cine y vuelvo a emerger en la Coney Island Avenue, con el sol y el tráfico, y emprendo el regreso al triste departamento de la Avenida K. Otra vez en las garras de mi archienemiga, la realidad. En mi película "El dormilón", hay una secuencia cómica en la que, mediante alguna clase de endiablado proceso, me imagino que soy Blanche Du Bois en "Un tranvía llamado deseo". Hablo con acento femenino y sureño, tratando de que la secuencia tenga alguna gracia, mientras Diane Keaton hace una imitación perfecta de Brando. Keaton es de las que se quejan: "Oh, no puedo hacer esto. No puedo imitar a Marlon Brando". Como esa chica en clase que te dice que le ha salido fatal el examen y cuando le dan la nota tiene un diez. Como es lógico, su Brando es mejor que mi Blanche, pero lo que quiero dar a entender es que, en la vida real, yo soy Blanche. Blanche dice: "No quiero realidad, quiero magia". Y yo siempre ha despreciado la realidad y he anhelado la magia. Traté de ser mago, hasta que descubrí que solo podía manipular naipes y monedas, pero no el universo.
Fuente: Woody Allen, A propósito de nada. Autobiografía, Alianza Editorial, 2020