Por Andrés Di Tella
Si "Zelig" es una obra maestra, como parece haber dictaminado la crítica norteamericana (llegó a hablarse de un nuevo "El Ciudadano"), se puede precisar que es una obra maestra, pero en su género. También se puede decir, haciéndose eco del espíritu de la película, que es un acabado ejemplar de un género inexistente.
Woody Allen tuvo una idea vertiginosa, original, como algunas de las que a veces asoman en sus libros (la de "Zelig" tiene algún parentesco con la de "El episodio Kuggelmass", de su ultimo libro, donde un judío neoyorquino contemporáneo se infiltra en las paginas de una novela francesa del siglo diecinueve, conquistando a la heroína y desconcertando a centenares de profesores de literatura. "Los clásicos se renuevan con cada lectura", concluye uno de ellos.)
Esa idea Allen la trabajó maniaticamente, durante casi tres años, hasta la perfección. El mayor acierto del realizador consiste en la felicidad con que la idea de la película se confunde con su forma. La paradoja, o una de las paradojas de "Zelig", acaso esté en que la técnica puesta al servicio de la forma es tan compleja (y admirable), que tiende a relegar en importancia la elaboración de la idea. "Zelig" es una película única, brillante, y enormemente seductora, pero su visión puede dejar una curiosa sensacion de insustancialidad. Bueno: la insustancialidad es, por cierto, su tema.
Leonard Zelig (Allen) es un ser carente de entidad propia: deseoso de ser aceptado y amado por los demás, adopta las características mentales y físicas de quienes se le aproximan. En los noveleros años 20, época en que personalidades casi tan extravagantes como la suya inflamaban la imanación del público, Zelig se convierte en una celebridad. La película de Allen es un pastiche meticuloso de un documental sobre este "Camaleón humano", combinando material de archivo autentico con "material de archivo" fabricado y planos trucados, en los cuales el ficticio Zelig comparte la pantalla con figuras públicas reales de la época.
La identidad de Zelig está dada por la misma cancelación de su personalidad, y es eso lo que lo hace interesante. "Zelig" se construye sobre la cancelación (o al menos, la subordinación) de la personalidad de su realizador e intérprete. Allen interpreta a Zelig con gran humildad, prestando su máscara y renunciando mayormente a su papel habitual de bufón genial. También hay una renuncia estética en la deliberada pobreza de las imágenes seudodocumentales. Lo cierto es que sólo se puede renunciar a algo cuando se está en condiciones de hacerlo y, a esta altura, Allen es alguien que confía plenamente en sus recursos.
La sensación de insustancialidad quizás se deba, entonces, a esa presencia casi ausente del protagonista, y al distanciamiento que impone la forma documental. (Pero acaso se pueda decir lo mismo de su enorme gracia y de su misterio.) De haberse aproximado mucho más al hombre Zelig, la carga de patetismo hubiera sido excesiva para una comedia.
Toda la película ha sido concebida en términos de la imagen cinematográfica, y por extensión, al evocar el impacto social que causaba la imagen cinematográfica en los años 20, en términos de la iconografía de los medio masivos de comunicación. La presencia escandalosa del polizonte Zelig, inmiscuido en la realidad documentada de los años 20 y 30, subvierte la certidumbre histórica y la confianza pública depositadas en los registros audiovisuales del pasado. Leonard Zelig nunca existió, y sin embargo, existe un documental que atestigua su paso por los Estados Unidos de medio siglo atrás.
"Zelig" es en esencia un chiste. Pero también se presenta como una parábola a la manera de Kafka o Melville, donde la extraña enfermedad de un hombre se vuelve un símbolo de la condición humana. La fábula tiene sus exégetas incorporados. En entrevistas actuales, varios especialistas, como Susan Sontag, Bruno Bettelheim, Irving Howe y Saul Bellow, aportan sus interpretaciones del fenómeno Zelig, así, con humor e ironía, la película engendra su propia rreflexión y su comentario: el deseo de Zelig de confundirse en el otro, ¿no es la expresión más acabada del conformismo? El conformismo social, ¿no conduce en última instancia al fascismo? (Zelig se suma a las filas del nazismo.)
Tambien cabe otra clave interpretativa, constante en los últimos trabajos de Allen, la autobiografica. ¿No es posible ver en "Zelig" la historia del artista que siempre optó por esconderse detras de las parodias de diversos generos o detras del estilo de otros realizadores? En todo caso, la carrera de Zelig, tal como la resume uno de los especialistas hacia el final, no carece de paralelos con la de su creador: "El tenía ese talento extraño, que hizo que la gente lo amara. Despues, la gente dejó de amarlo, hasta que les ofrecio esa última acrobacia y volvio a ser un heroe".
"Zelig" es una acrobacia genial, ¿Es una obra maestra? Es, de cualquier manera, una pelicula que hay que ver.
Fuente: Diario Tiempo Argentino, Suplemento Platea, Viernes 22 de junio de 1984.