Datos personales
- Julio Diz
- Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.
martes, 2 de abril de 2019
Los ensayos de juventud.
Ofrecemos algunos de los ensayos de juventud de Woody Allen. No existen ensayos de madurez, porque se le agotaron las ideas. Tal vez al envejecer Allen comprenda mejor la vida y se decida a recoger sus experiencias por escrito, para luego retirarse a su dormitorio y permanecer allí indefinidamente. Al igual que los ensayos de Bacon, los de Allen son breves y están llenos de pragmática sabiduría, aunque razones de espacio impiden incluir aquí su más profunda manifestación. "Mirando el lado bueno de las cosas".
Sobre la imagen de un árbol en verano.
De todas las maravillas de la naturaleza, un árbol en verano es quizá la más notable, con la posible excepción de un alce con botines que cante "Abril en París". Considerad las hojas, tan verdes y frondosas (si no lo son, es que algo anda mal). Ved cómo las ramas se yerguen hacia el cielo como si dijeran: "Aunque no soy más que una rama, me gustaría cobrar Seguridad Social!". ¡Y las especies! ¿Es ese árbol un abeto o un chopo? ¿O una sequoia gigante? No, me temo que es un olmo majestuoso y que una vez más has hecho el asno. Naturalmente, reconocerías todos los árboles en un momento si fueses una criatura de la naturaleza como el pájaro carpintero, pero entonces sería demasiado tarde y no conseguirías poner en marcha el coche.
Pero ¿por qué un árbol resulta más deleitable que, digamos, un riachuelo murmurador? ¿O cualquier cosa que murmure, en cuanto tal? Porque su magnifica existencia es testimonio mudo de una inteligencia infinitamente mayor que ninguna otra cosa de la tierra, ciertamente en la actual Administración. Como el poeta dice "Sólo Dios puede crear un árbol"... probablemente porque se hace muy cuesta arriba imaginar cómo se le podría poner la corteza.
En cierta ocasión un leñador se disponía a cortar un árbol, cuando descubrió un corazón grabado en la corteza, con dos nombres en el interior. Tirando el hacha, aserro el tronco en cambio. El quid de esta historia se me escapa, aunque seis meses más tarde el leñador fue multado por enseñarle la numeración romana a un liliputiense.
Sobre la juventud y la vejez.
La medida auténtica de la madurez no reside en la edad de una persona, sino en cómo reacciona a la primavera en la zona media de sus calzoncillos. ¿Que importancia tienen los años, sobre todo si tu apartamento es de renta limitada? Lo que hay que tener presente es que cada época de la vida ofrece sus propias satisfacciones, mientras que si estás muerto es difícil encontrar el interruptor de la luz. El problema principal que plantea la muerte, inherentemente, es el temor de que pueda no haber otra vida... un pensamiento deprimente, en particular para aquellos que se han molestado en afeitarse. Asimismo, puede darse el temor de que exista otra vida, pero que nadie sepa dónde se ha metido. En el aspecto positivo, la muerte es una de las pocas cosas que pueden efectuarse estando cómodamente tumbado.
Consideremos, pues: ¿es realmente tan terrible la ancianidad? ¡No. si te has cepillado los dientes con energía! ¿Y por qué no hay tope en el furioso asalto de los años? ¿O un buen hotel por el centro de Indianápolis? Oh, vamos.
En resumen, lo mejor que se puede hacer es comportarse de modo acorde con la propia edad. Si tienes dieciséis años o menos, procura no quedarte calvo. En el extremo opuesto, si pasas de los ochenta, no hay nada tan bueno para mantenerse en forma como bajar la calle arrastrando los pies con una bolsa de papel marrón y murmurar "El Kaiser me robará el string". Recordadlo, todo es relativo... o debiera serlo. Si no lo es, tendremos que empezar de nuevo.
Sobre la frugalidad.
Mientras uno pasa por la vida, es extremadamente importante conservar el capital, y no se debe gastar el dinero en simplezas, como licor de pera o un sombrero de oro macizo. El dinero no lo es todo, pero es mejor que la salud. A fin de cuentas, no se puede ir a la carnicería y decirle al carnicero: "Mira qué moreno estoy, y además no me resfrió nunca", y suponer que va a regalarte su mercancía. (A menos, naturalmente, que el carnicero sea un idiota.) El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones financieras. No es que con él se pueda comprar la felicidad. Tomad el caso de la hormiga y la cigarra: la cigarra se divirtió todo el verano, mientras que la hormiga trabajaba y ahorraba. Cuando llegó el invierno, la cigarra no tenía nada, pero la hormiga se quejaba de dolores en el pecho. La vida es dura para los insectos. Y no creáis que los ratones se lo pasan muy bien tampoco. La cuestión es que todos necesitamos un nido en el que refugiarnos, pero no mientras se lleve un traje bueno.
Para terminar, tengamos presente que es más fácil gastar dos dólares que ahorrar uno. Y por el amor de Dios no invirtáis dinero con ninguna agencia de bolsa en la que uno de los socios se llame Casanova.
Sobre el amor.
¿Es mejor ser el amante que el amado? Ninguna de las dos cosas, si tu índice de colesterol sobrepasa de 600. Por amor, naturalmente, entiendo el amor romántico... el amor entre el hombre y la mujer, antes que el que existe entre madre e hijo, o entre un niño y su perro, o entre dos jefes de personal.
Lo asombroso es que cuando uno está enamorado experimente un impulso de cantar. Hay que resistirlo a toda costa, y debe procurarse también que el macho ardiente no "recite" las letras de las canciones. Ser amado, ciertamente, es distinto de ser admirado, como se puede admirar a uno de lejos, pero para amar realmente a alguien resulta esencial estar en la misma habitación con la persona, abrazándose debajo de las sábanas.
Para ser un amante realmente bueno, por lo tanto, uno tiene que ser fuerte y, sin embargo, suave, ¿Fuerte hasta qué punto? Supongo que con ser capaz de levantar veinte kilos basta. Téngase presente también que para el amante la amada es siempre el más bello objeto imaginable, si bien para un extraño resultará indistinguible de cualquier variedad de salmónidos. La belleza está en el ojo del observador. En el caso de que el observador sea corto de vista, deberá preguntar a la persona más cercana qué chicas son bien parecidas. (De hecho, las más lindas resultan casi siempre las más aburridas, y ese es el porqué de que ciertas personas no crean en Dios.)
"Las alegrías del amor sólo un instante duran", cantó el trovador, "pero las penas del amor siempre perduran". Esta fue casi una canción del verano, pero la melodía se parece demasiado a la de "Yankee Doodle Dandy".
Sobre retozar por los arbustos y recoger violetas.
Eso no tiene nada de divertido y recomendaría cualquier otro tipo de actividad. Procura visitar a un amigo enfermo. En el caso de que sea imposible, vé un espectáculo o metete en una bañera caliente para leer. Cualquier cosa es mejor que retozar por los arbustos con una de esas sonrisas estúpidas y metiendo flores en una cesta. Cuando te quieras dar cuenta, estarás dando brincos de un lado para otro. ¿Y en cualquier caso, qué vas a hacer con las violetas una vez recogidas? "Bueno, ponerlas en un florero", me dirás. Vaya una respuesta tonta. En lo sucesivo llamas a la florista y las encargas por teléfono. Que retoce ella por los arbustos, para eso se le paga. De este modo, si estalla una tormenta eléctrica o rueda por el suelo un panal de abejas, será la florista la que sea arrastrada al monte Sinai.
De lo anterior no deduzcas, consecuentemente, que soy insensible a los goces de la naturaleza, aunque he llegado a la conclusión de que como puro esparcimiento no hay nada como pasar cuarenta y ocho horas en la Ciudad de Gomaespuma Foam a mitad de agosto. Pero esto ya es otra historia.
Extraído de "Sin plumas" de Woody Allen, Cuadernos ínfimos 71, Editorial Tusquets, octubre 1978.