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Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

sábado, 21 de enero de 2012

Los films de Woody: El Testaferro.

[el+testaferro+2.jpg] [el+testaferro+3.jpg]Woody Allen, cajero, impostor y héroe.
Entre las películas que estuvieron vedadas durante mucho tiempo al público argentino, figura “El testaferro”, de Martin Ritt, donde el gran Woody Allen circunscribe sus responsabilidades en el film al área meramente interpretativa. Compone el personaje de un oscuro cajero de restaurant convertido en falso y exitosísimo escritor, al firmar los libretos de un amigo suyo perseguido por el maccarthismo.

En su búsqueda constante de nuevas formas de expresión –índice no solo de un sano inconformismo sino también de la necesidad de quebrar moldes que pudieran tornarse esquemáticos- el talento de Woody Allen significa para el público una permanente caja de sorpresas. Luego de la brillante etapa cómico satírica, donde se imponía el histrionismo del actor-director (Bananas, Sueños de un seductor, La última noche de Boris Gruschenko, Todo lo que usted siempre quiso saber sobre sexo…, Robo, huyo y lo pescaron), derivo a introspecciones valiosas como Dos extraños amantes, o deslumbrantes en su rigor: Interiores. En Manhattan, nuevamente su calidez e imaginación de realizador le ganaron encendidos elogios.

De alguna manera, quedaba atrás el intérprete. Simplemente, el intérprete, obediente en el acatamiento a un guion ajeno, a una dirección ajena. Desde Casino Royal –su revelación- Allen no había vuelto al rango de “soldado raso” en una producción cinematográfica. Sin embargo, ahora acepto serlo en “El testaferro” (The front), un film de Martin Ritt, con libro de Walter Bernstein, que se atrevió a dar un salto hacia el pasado para ubicar la acción, en la época de las famosas “listas negras” que se confeccionaron a inspiración del senador McCarthy. Precisamente, Woody Allen compone aquí el papel de Howard Prince, un oscuro cajero de restaurant en Nueva York, que “por debajo del mostrador” acepta apuestas llegadas para eventos deportivos.

De pronto, su vida se modifica en forma vertiginosa cuando su amigo Alfred Miller (Michael Murphy) –un escritor que ha sido incluido en la lista negra- le propone presentar libretos suyos para la televisión pero firmados con el nombre de Howard.

Este transa con el loable propósito de ayudar a su amigo, y los libretos son de inmediato aceptados. Prince debe presentarse en la emisora, donde conoce a la figura del programa, Hecky Brown (Zero Mostel), a la “script”, Florence Barrett (Andrea Marcovicci) y al productor Phil Sussman (Herschel Bernardi). La serie se convierte en un gran éxito y, desde luego, se le piden a Howard Prince más y más guiones. Llega una súbita celebridad, Florence se enamora de él, cautivada por su sensibilidad de escritor y Howard se enfunda complacido en los halagos de su falsa personalidad.



Cuando el talento debe disfrazarse

Crítica de Jorge Miguel Couselo

El director Martin Ritt se vale de la ironía para una crítica al maccarthysmo que hizo estragos en el mundo del espectáculo norteamericano. Sobre todo en diálogos filosos que revelan las tácticas intimidatorias que uso entre actores e intelectuales, “El testaferro” interpretado por Woody Allen no fue único y salvo a algunos de la desesperación.

De 1951 a 1958 el escritor Walter Bernstein, guionista de esta película, anduvo en eso de buscar testaferros que firmaran sus libretos destinados a la televisión. Estaba prohibido como consecuencia de la campaña represiva iniciada por el senador republicano Joseph McCarthy.

No fue el único en la pantalla chica o en el cine. El director Martin Ritt, y los actores Zero Mostel y Herschel Bernardi, entre otros créditos del film, integraron la lista negra confeccionada por el Comité de Actividades Anti norteamericanas y prestigiada por nombres como Charles Chaplin y Arthur Miller.

Aquella famosa caza de brujas pudo ser abordada desde la abierta protesta al reportaje de detallada fidelidad histórica. Pero Martin Ritt y Walter Bernstein prefirieron la ironía. Esta parte de un enfoque pequeño, casi ridículo. El hombrecito que muy bien interpreta Woody Allen pasa de humilde cajero y pasador de juego a personaje.

Ese rasgo exterior se lo adjudica la televisión para la cual el no cumple otro cometido que firmar y cobrar los guiones que los prohibidos no pueden suscribir. Como casi siempre suele ocurrir, los prohibidos son los mejores, de ahí el prestigio prestado de que se rodea el antihéroe.

Puestas ya en evidencia las tácticas intimidatorias que el Comité uso para presionar a artistas e intelectuales, hasta incitándolos a la delación (“es un honor ser espía de la libertad” se proclama), las cosas derivan a mayores. Debatiéndose entre el miedo, la tentación de ser confidente y la miseria, un actor se suicida. Es el único momento marcadamente patético del film, merced al extraordinario Mostel, que moriría en la vida real en seguida.

También en la mira policiaca, el testaferro no escapara a la sospecha de subversivo. De cómo reaccionara la nueva víctima depende el desenlace. No es licito aventarlo sino recalar la eficacia humorística del guion para hacerlo creíble e impactante en la figura de Allen.

Puede objetársele al conjunto una visión limitada de un ciclo intolerante cuya magnitud fue desgraciadamente extraordinaria en Estados Unidos de posguerra, con influencias y malos ejemplos hacia el exterior. A la vez no es poco que la sátira desempañe el espejo donde se han mirado los represores que en el mundo continúan. El acierto general es más de idea y libro que de realización. Los filosos diálogos, diciendo o insinuando, pesan sobre todo.

En la Argentina “El testaferro” estuvo prohibida durante cinco años.

Ficha Técnica

Titulo original: The Front
Dirección: Martin Ritt
Ayudante de dirección: Peter R. Scoppa
Producción: Robert Greenhut, Jack Rollins, Lester Persky, Martin Ritt, Charles H. Joffe
Guión: Walter Bernstein
Música: Dave Grusin
Fotografía Michael Chapman
Montaje: Sidney Levin
Vestuario: Ruth Morley
Intérpretes: Woody Allen, Zero Mostel, Michael Murphy, Andrea Marcovicci, Herschel Bernardi, Remak Ramsay
Origen: Estados Unidos
Año 1976
Género Drama, comedia
Duración 95 min.

Fuentes: Diario Clarín, Espectáculos, 30/9/79, 24/1/82 y 26/2/82