Datos personales

Mi foto
Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de El Revisionista, Series de antología, y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Imagen de Woody.






Invitación al Café Carlyle presentando la banda de Woody con Eddy Davis y la New Orleans Jazz Band.
 

 
Extraído de Woody Allen Web.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Un balance sobre su carrera.


Woody Allen: "No tengo la dedicación necesaria para ser un gran artista"

A punto de estrenar su film número 47, el cineasta hace un balance sobre su carrera y sus obsesiones
Por   | Para LA NACION




 
PARÍS.- No hay gente de prensa a su alrededor durante la entrevista. Nadie pide, como suele suceder con otras estrellas, que no se hable de ciertos temas. Woody Allen (Brooklyn, 1935) recibe a LA NACION en una habitación del hotel Le Bristol, de la capital francesa, para presentar su última película, Magia a la luz de la luna, con Emma Stone y Colin Firth , que fue filmada en la Provenza francesa, y llegará a las salas locales el próximo jueves.
Allen está vestido con su ya clásica combinación de pantalón y camisa color kaki que hace que se confunda con el sillón beige en el que está sentado a la manera de Zelig, el personaje camaleónico de su película de 1983. A los 78 años, tras dirigir 47 películas, recibir 27 nominaciones al Oscar, ganar 5 y continuar con su metódico récord de estrenar una película por año, está aceitado en esto de las entrevistas. Responde con facilidad y sin interrupciones en un tono de voz monocorde. Sus expresiones no se alteran en ningún momento durante el encuentro. Es difícil imaginarlo gritando o enojado.
Escribió chistes para otros en diarios y revistas, así como monólogos y talk shows; dirigió películas humorísticas -y "más triviales" según él mismo las califica-, se interesó por la condición humana y eternizó reflexiones brillantes. Manhattan tuvo un rol excluyente en sus films, a la que mostró en todos sus aspectos, hasta que aparecieron Londres, Barcelona, París, Roma, San Francisco y, próximamente, Rhode Island. En estos últimos años, para algunos se reinventó, para otros comenzó a repetirse. Él prefiere pensar que, si sigue filmando, en algún momento saldrá una buena película.
-¿Qué sabe sobre la Argentina?
-Sé que allí vivió Jorge Luis Borges, porque yo era miembro de la Borges Society. Sé que cuando aquí es verano, ustedes están en invierno; que una mujer dirige el país, que tienen grandes problemas económicos y financieros. Supuestamente tienen muy buena carne. No puedo imaginar que sea mejor que la de Nueva York, pero no lo sé. Y son famosos por tener gauchos. Sé también que tienen una gran población de psicoanalistas.
-¿Hace terapia?
-Vuelvo de vez en cuando para darles ánimo a mis labios.
-Sabe bastante sobre la Argentina, casi podría hacer una película..
-Estuve muy cerca de hacer una película en Buenos Aires. Lo hablamos muy seriamente. Mi hermana Letty Aronson, que es también una de mis productoras, junto a otro de mis productores fueron a Buenos Aires para ver las posibilidades. Busqué una idea que fuera buena para Buenos Aires, pero no la encontraba, y después las conversaciones se fueron apagando. Fue un poco mi culpa: si hubiera dicho "Sí, tengo esta idea, hagamos rápido los contratos", podría haber sido distinto. Quizás algún día la haga, me dijeron que me va a gustar Buenos Aires, que es muy lindo, que es como París.
-En Magia a la luz de la luna, Colin Firth es un escéptico que no cree en el espiritismo ni en el ocultismo ¿Es quien mejor representa al Woody Allen actual?
-Sí, él habla por mí. Creo que lo que ves es lo que hay. No hay cosas súper especiales en ningún lado, no hay un Dios escondido, ni tampoco un lugar mágico. No hay una razón por encima de todo, no hay una explicación teológica. Pero en la película, Colin Firth dice que desearía estar equivocado, que le probaran que está equivocado. A mí también me gustaría despertarme una mañana y que me dijeran: "¿Escuchaste que ahora la gente puede predecir el futuro?"
-Sus últimas películas fueron filmadas en diferentes ciudades, ya no sólo en Manhattan, y parecen menos introspectivas, menos enfocadas en la exploración de la condición humana ¿Este giro refleja un cambio personal?
-No lo creo, pero desearía que así fuera. Me gustaría cambiar mi personalidad. No me gusta mucho. Creo que simplemente me vienen ideas. Una de ellas fue Blue Jasmine, luego vino Magia a la luz de la luna y, después, la que acabo de terminar de filmar en Newport, Rhode Island (nuevamente con Emma Stone, ahora acompañada por Joaquin Phoenix). Es sólo una cuestión de suerte, como el universo.
-¿Por qué no está contento con su personalidad?
-Desearía ser menos tímido y más feliz. Que mi actitud frente a la vida fuera más feliz. Mirar el lado luminoso, más místico, de las cosas cuando ocurren. Tener una comprensión más positiva de las cosas que observo y no siempre la visión negativa. Me veo con una pequeño atisbo de depresión. No es el tipo de depresión que no te permite salir de la cama: soy activo porque, si no, pienso, y cuando pienso me deprimo, así que de esa manera no pienso tanto. Pero siempre está ese pequeño atisbo de depresión.
-¿Pero hubo algún momento de su vida en que fue diferente?
-No. Hay momentos esporádicos en el día en los que me olvido de ello porque me distraigo, por ejemplo cuando voy a ver partidos de básquetbol, que son muy excitantes y hacen que todo parezca genial. Pero esos momentos se terminan. Cuando era chico solía ir a ver películas todo el tiempo. Dos, tres, cuatro y hasta cinco veces por semana. Veía a Humphrey Bogart y Katharine Hepburn y me olvidaba de todo, era genial. Pero cuando salía y veía brillar el sol, me chocaba de nuevo con el mundo real.
-Alguna vez dijo que no sentía haber hecho aún la "gran" película. ¿Hay en usted algo de esa "insatisfacción crónica" que evoca Penélope Cruz en Vicky Cristina Barcelona?
-No estoy satisfecho porque siempre estoy intentando hacer ese gran film. Lo voy a formular de esta manera: soy realista. No creo que mis películas sean malas. Creo que algunas, no todas, son buenas. Pero si se organizara un festival con películas como Rashomon, Ladrones de bicicletas y El ciudadano, y me llamaran a ver si tengo una película para sumar a ese festival, diría que no, no para ese festival. No hice una película de la que podría estar orgulloso como para que esté al lado de La gran ilusión o alguna de Buñuel. No odio mis films, pero no puedo señalar alguno de ellos y decir "¡Qué gran película!" Creo que soy correcto y objetivo. No me miento. No puedo.
-¿No se siente un gran artista?
-No tengo la concentración ni la dedicación necesarias para ser un gran artista. Esas personas hacen películas y viven en Nueva York o en California y de repente se van a África, se quedan un año, cada detalle es importante, gastan dinero. Yo no hago eso: me gusta filmar en Nueva York o en París, en lugares donde es agradable vivir, y no me gusta trabajar hasta las ocho de la noche. Me gusta volver a casa a las cinco o seis de la tarde, cenar, ir a la cama y mirar los partidos de béisbol. Las películas no son todo lo que hay en la vida. Me metí en el mundo del espectáculo para conocer mujeres. Conocí lindas mujeres en mi vida, y eso está bien. Hace años, cuando empecé, me encontré trabajando y trabajando sin parar. Me decían que no podía volver a casa a ver partidos de básquet porque estaba trabajando. Y recuerdo haber pensado: "¿Para qué trabajo en esto?" Trabajo en una película para tener el dinero para poder comprarme la entrada para ver un partido de básquet. ¡Algo está mal aquí! Esto no es el fin, esto es un medio para lograr un fin. Así que no me considero demasiado artísticamente. Creo que hago las mejores películas que puedo hacer, sobre y para la clase media.
-¿Le importa cómo el público reaccione frente a sus obras?
-Sí. Cuando hago una comedia y quiero que el público ría, me molesta si descubro que no produce gracia. Cuando les muestro a mis amigos una escena en la que deberían reír y no lo hacen, entonces la cambio, la recorto, la tiro a la basura [N. de la R.: alude a su manera habitual de trabajar sus guiones: escribe en una vieja máquina de escribir y recorta y pega literalmente los cambios sobre las páginas] y vuelvo a empezar. Si quiero que ellos rían, los tengo que hacer reír. Si no, es un desastre total.
-¿Cómo ve el cine de su país?
-Creo que hay algunas buenas películas cada año, pero no son muchas. La mayoría de las propuestas son lucrativas para los estudios pero una pérdida de tiempo para los espectadores. Es por eso que gran parte del público inteligente va a ver sólo esos buenos films en los cines y si no los encuentran ven televisión, donde hay propuestas más inteligentes que en el cine.
-¿Cómo le afectaron las últimas acusaciones sobre su vida privada? [N. de la R.: Su hija adoptiva Dylan Farrow, de 28 años, publicó una carta abierta en The New York Times en donde contó con detalles cómo su padre habría abusado sexualmente de ella en 1992, cuando tenía 7 años].
-Nada me afecta. Yo trabajo y nada más. Nunca leo las críticas de mis películas, nunca leo las entrevistas que me hacen, nunca miro mis películas después de realizadas. Hice Take the Money and Run en 1967 o 68 [Robó, huyó y lo pescaron, el primer film que dirigió en solitario, en 1969] y nunca más volví a verla. Sólo me concentro en hacer mis películas, nada más. Nada me afecta, y tampoco voy a recibir premios. No me importan.
-Pero va a festivales como el de Cannes...
-Sí, porque los distribuidores me piden ir, y no tengo problema en hacerlo si es para ayudar a publicitar mis películas.
-Jamás pensó que podría tener un éxito comercial como Medianoche en París, pero sucedió. ¿Cambió en algo su manera de concebir las siguientes películas?
-No. Medianoche en París fue muy exitosa comercialmente, pero ni un solo estudio me llamó diciéndome que les gustaría financiar mi próxima película. No hizo ninguna diferencia. Fue como si nadie hubiera ido a verla. Como si las luces de la proyección se hubieran prendido y no hubiera nadie en la sala.

martes, 4 de noviembre de 2014

Chicos poco luminosos.


por Sara Vilkomerson


“Diane Keaton siempre me decía, ‘Soy terrible, soy terrible, no puedo hacerlo, debes conseguir a alguien más. Y ella siempre fue brillante. Bueno, Larry es así”, dice Woody Allen a través del teléfono de su departamento en el Upper East Side de New York. El director nos habla de su nueva película “Whatever works” (“Si la cosa funciona”), que protagoniza Larry David, y abrió el Festival de Cine de Tribeca el 22 de abril para estrenarse el mes que viene.”Yo siempre había sido su fan. Le pregunté si quería hacerlo, y dijo: ‘Pero yo no puedo actuar. Sólo puedo hacer lo que hago, no soy un actor, te decepcionaré'”, afirma Allen. “Ya sabes, esos son los que siempre pueden hacerlo. Los que te digan cuan grandes son nunca lo harán”. “Larry es todo, ‘No puedo hacerlo. No puedo hacerlo’, pero cuando llegó el momento de actuar, de sacarlo todo afuera, lo hizo. Y no sólo la comedia, que yo esperaba, sino todas las otras cosas que tenía que hacer, las que requieren actuar y tocar emociones, también.”

Woody con Larry David
“Ni siquiera sabía que estaba en la mira de su radar, a decir verdad”, dice Larry David, con la máxima seriedad, hablando desde Los Angeles un par de días más tarde. “Estoy muy sorprendido por eso. Cuando escuché que Woody Allen es un fan mío… (pausa) Es sorprendente”.

“Le di todas las oportunidades para que encontrara otra persona. Estaba incómodo. Fuera de mi zona de confort “, afirma. Entonces ríe. “Por supuesto, mi zona de confort no es muy grande. Hago un paso a la derecha y estoy fuera de ella”.
Analizando, una nueva película de Woody Allen protagonizada por Larry David filmada aquí, en la ciudad de New York. ¿Podría haber una más radical muestra de talento, comedia y neurosis? Para la mayoría de nosotros, Woody Allen es como la quintaesencia de Nueva York, como el edificio Chrysler. Muchos neoyorquinos se criaron con una visión de esta ciudad que es la suma de “Annie Hall” más “Manhattan” y “Hannah y sus hermanas”, donde en el horizonte siempre se tuerce y el romance acecha en cada esquina, entre sesudos y nerviosos hombres y jóvenes, encantadoras, ingenuas y hermosas mujeres en grandes departamentos, donde hay países con langostas para cazar los fines de semana y siempre, siempre, un amor encontrado y fallido. Y está Larry David, otro chico bueno de Brooklyn, co-creador y escritor de la serie Seinfeld, que definió New York de nuevo en los años 90, con su exquisitez, un sinfín de exámenes y la sudoración de las pequeñas cosas, maestro de los garages y de las camisas holgadas. Desde su especial de 1999 en HBO Larry David: Curb your entusiasm, y esa serie que siguió y se sigue transmitiendo, ha realizado obras maestras de las situaciones insoportables. La noticia de que iba a protagonizar la última de Allen había dejado a algunos frotándose las manos con deleite de antemano y a otros afilando sus cuchillos, todos ansiosos por ver si David podría salir de ésta como un paradigma del Woody misantrópico. Cosa que es más difícil de lo que podría parecer… ¿Recuerdan la desastrosa actuación de Jason Biggs en “La vida y todo lo demás” o de Kenneth Branagh en “Celebrity”?
Pero vamos a seguir adelante y decir que: "Si la cosa funciona” es Woody Allen exactamente como usted desea a su Woody Allen. Es ingenioso, oscuro, emotivo, cómico y divertido, y presenta una New York filtrada a través de su lente como nunca la hemos visto antes. Es decir, olvidemos el Upper East Side. Esta película se arrastra a través de las torcidas y estrechas calles del Lower East Side y Chinatown. Y David sale bien parado.
El título hace referencia a una filosofía pragmática cuando se trata de nuestros traidores corazones humanos, a saber, que si encuentras algo o alguien en tu vida que te hace feliz, vayas hacia ello. Independientemente de si a primera vista parece que está todo mal. “Yo creo firmemente en ello,” afirma Allen. “Mientras no esté perjudicando a nadie … o causando algún daño o lastimando a alguien, o algo horrible, que lo que funcione (whatever works, en inglés) para conseguir sobreponerse y continuar con tu vida está bien. Todas las tonterías sobre lo que uno debe y no debe hacer y lo que es apropiado, entre comillas, de acuerdo a lo que yo llamo la “policía de lo apropiado”, es absurdo. Es la dura pelea por la vida”, continúa. “Una situación trágica. Cualquier cosa que ayude a salir adelante en la medida en que no haga daño a nadie, está bien”.
“Si la cosa funciona” tiene su parte justa de rincones oscuros, pero el público puede ser sorprendido agradablemente en última instancia, con un mensaje soleado. “Creo que mi filosofía ha sido coherente a lo largo de los años, y puede que sea persuasiva o idiota en función de cómo la película es de buena”, dice. “Si hago una película y la película en sí funciona, entonces creo que la gente dice: ‘Caramba, aquí la filosofía tiene sentido’. Y si hago una película en la que me he atascado, he hecho malas elecciones artísticas y no es buena, entonces piensan, ‘Sus ideas son estúpidas, narcisistas e irrelevantes’. Pero en realidad las ideas han sido siempre las mismas… Es sólo que he fallado artísticamente”.
El concepto de cosas que parecen correctas enfrentado al de estar en lo correcto, ha aparecido en las películas de Allen antes. “Esto sucede todo el tiempo”, dice Allen. “Conoces a alguien y tienes una relación con esa persona y, en los papeles, parece una relación totalmente lógica y correcta y lo es. Sin embargo, por algún motivo inexplicable, te acercas hacia la persona que está mal para ti, y hace de tu vida un infierno. Y eso te atrae aún más. Y así has resuelto para la persona que era justa en los papeles, que ella no habría sido feliz”.
De regreso en Los Ángeles, Larry David considera que la filosofía de “lo que funcione” puede aplicarse a él (de hecho, tomó una noche para pensarlo antes de estar de nuevo en el teléfono con sus pensamientos sobre el tema).
“Aunque podría ser algo justo sobre el papel, no significa necesariamente que va a funcionar”, dice. “Considerando que algo muy extraño en los hechos puede ser perfecto, si hay algo acerca de esa persona que te hace sentir bien, eso es lo más importante. Pero generalmente esas son las primeras personas a las que rechazo. Las que me hacen sentir bien. ¿Por qué debo sentirme bien cuando hay mujeres que no pueden estar conmigo y de quienes no puedo estar cerca? Esas son las que quiero”.
Este tipo de sentimiento es exactamente lo que era de esperarse de David que en Curb Your entusiasm desempeña una versión bizarra de sí mismo. Pero considere esto: si la persona que creemos conocer de la serie, está ahora en “Si la cosa funciona”, jugando una nueva versión cinematográfica de Woody Allen, estamos realmente perdidos en altos niveles de confusión cuando se trata de distinguir la línea entre el artista y la realidad. ¿Dónde estamos ubicados? ¿Es Boris, con sus aplastantes inquietudes y asco para con la raza humana, una representación del propio director?
“No conozco tanto a Woody bien, pero es bastante obvio de que Boris es por lo menos alguna de las facetas de Woody,” dice David. “Aunque debe haber visto algo en mí para hacerme un pasable doble suyo”. David llevó recientemente a su casa “Annie Hall” para que la viera su hija de 14 años. “Ella no pudo soportarla debido a que (el personaje de Woody) le recuerda demasiado a mí. Y no puede verme tampoco… Por lo que sé, somos las únicas dos personas de las que dice eso”.
Uno podría pasar horas con la lista de las similitudes entre Allen y David (ambos nacidos en Nueva York en barrio judío, plumas fuertes, importante capacidad verborrágica), pero las diferencias son más interesantes. Por ejemplo, aunque los dos pueden ser llamados pesimistas, las formas en la que lo son se encuentran en lugares opuestos.
“Creo que Woody es probablemente más un pesimista sobre el panorama general,” afirma David. “La desesperanza, la falta de todo sentido, la negrura de la eternidad; esa clase de preguntas. Sospecho que yo soy probablemente más pesimista acerca de cosas más pequeñas: la relación que no funciona, Obama pierde, los Yankees también, cosas así. La gente no puede ver deportes conmigo porque soy muy pesimista. No soy divertido”.
¿Pero qué ocurre cuando Obama gana? “¡Lo sé! Mi mundo va patas arriba. Y todavía no puedo creerlo”.
Respuesta de Allen a lo que quizá se vea como un final feliz. “Soy siempre tan didáctico en todo lo que hago, y así de firme, quería que quede claro que, a pesar de que fue un final feliz, todos siguen viviendo en esta trágica situación, y con una vida trágica, y que la historia termina con un cierto grado de felicidad sólo temporal,” dice. ¿Um, realmente? “Quería retratar Larry asumiendo la vida más cerca de la realidad que otras personas. Él puede parecer un quejoso, un descontento, un misántropo, un cínico, o un nihilista. Pero independientemente de las palabras con que desees describirlo, hay una enorme y triste realidad en su percepción. Y yo quería que quedara muy claro al final de la película”.
Larry David rió cuando le conté después lo que dijo el director. “Creo que en general hay momentos de alegría, pero al final todo es negativo,” afirma. “Entonces hay una gran piscina, que es lo negativo, en la que vives sumergido y de vez en cuando se puede nadar a la superficie como un delfín y obtener alguna alegría y, a continuación, volver abajo”.
“Tengo lo que yo llamo, lo que yo percibiría como una visión muy realista de la vida. Mientras otras personas me critican todo el tiempo por ser, ya sabes, cínico, nihilista y misántropo”, dice Allen. “Y sabes, no creo que esto sea así. Aunque es posible que lo sea y tengo un punto ciego. Pero no lo creo. Creo que mi percepción es correcta y que un acontecimiento trágico requiere de verdadera improvisación, suerte y trabajo para sobreponerse a él”.
El rodaje de “Whatever works” fue agradable en todos los sentidos. Allen dirige largas, difíciles tomas, pero mantiene horarios civilizados, y para los nativos de New York como Patricia Clarkson, fue una oportunidad de caminar a casa del trabajo. Michael McKean, quien interpreta a uno de los pocos amigos de Boris, había trabajado con Allen en 2004 en la producción del teatro Atlantic, Secondhand memory, afirma que Allen estaba especialmente enérgico y feliz. “Parecía estar de buen humor. Tuvo una gran relación con su director de fotografía y el resto del equipo. Él sabe lo que quiere y eso es clave. Y fue un buen grupo”. McKean continúa diciendo que el director llevaba a David y Evan Rachel Wood (recomendada para el papel por Soon-yi Previn) a Katz deli para un corned beef de medianoche.
“Él escribe esas notas realmente hermosas”, comenta por su lado Clarkson, sobre recibir su segundo guión de Woody Allen. “Con ‘Whatever works’ fue algo gracioso como: ‘Si usted tiene algo mejor que hacer, la entenderé’. Y, a continuación, abrir el guión y descubrir este papel divino”.
Y cuando dice notas, quiere decir notas. Nada de e-mails para Woody Allen. “Me sobrepasa”, es su comentario sobre la era de Internet. “No tengo un ordenador, no tengo un procesador de textos o cualquiera de esas cosas. Nunca he sido capaz de trabajar con esos instrumentos. No tengo todos esas herramientas. Tengo una máquina de escribir y aún, después de todos estos años, tengo grandes problemas para cambiar su cinta”. Relata. “Sé que me estoy perdiendo algo. Que los amigos buscan en Google información instantánea o cosas”. El mantiene un diccionario Webster siempre a su lado. “Es sólo que a mí me sigue pareciendo tan futurista… Todavía me esfuerzo y lo hago de la otra manera. No digo que con orgullo, o que sea una buena cosa. No creo que lo sea. Simplemente nunca he sido capaz de hacer la transición”.
Allen dice que él siempre le dice a sus actores que improvisen. “Si vas a pedir el divorcio, pide el divorcio. Y hazlo con tus propias palabras”. David, un excelente improvisador por naturaleza, quiso ceñirse al guión, aunque tuvo el impulso en el inicio del rodaje de intentar cambiar las cosas. “He estado diciendo mis propias palabras toda mi vida”, dice David. “Puede ser refrescante tener las palabras de alguien más en mi boca.”
¿Se acostumbró? le preguntamos. ¿Cuándo se comenzó a sentir cómodo en su papel protagónico? “Tal vez el penúltimo día,” se rió. “Sí, el último día. Estaba como ‘¿Sabes qué?, Pienso que esto es muy fácil'”.
Allen afirma que ahora que ha terminado su película, que ha hecho las copias para el exterior y está terminando las correcciones de color en DVD, nunca va a verla de nuevo.
“Hice ‘Robó, huyó y lo pescaron’ en 1968 y nunca la he visto, igual que a cualquiera de las demás”. Allen asiste a los estrenos pero nunca ve la película. “Voy, camino por la alfombra roja … una sonrisa… responder a las preguntas y continuación, me siento en la sala y al segundo que las luces comienzan a bajar, estoy fuera. Estoy en un restaurante con mi esposa cenando. Y luego a ir a la fiesta y cambio nuevamente a modo de falso tono social para el intercambio de enormes mentiras… Han odiado la película, pero están diciendo, ‘Cielos, gran película. Gran film'”.
Se puede esperar este tipo de comentario de Boris, pero no de Woody Allen…
“Puedo decir que nunca he sido feliz con mis películas”, dice tranquilamente. “Es siempre la misma historia: me puse a hacerlas y me había propuesto hacer, ya sabes, lo más grande que jamás se ha realizado. ‘Othello’ o ‘Citizen Kane’. Pero para el momento que he finalizado, cuando está terminado, y lo he estropeado artísticamente, no pude conseguir aquel actor y no tenía dinero suficiente para ello e imaginé mal esta broma… Cuando armé la película, he pasado de estar seguro de que iba a hacer la próxima gran obra maestra a rezar porque sólo no sea una vergüenza”. Suspira. “Así que me encuentro en la sala de montaje tomando un momento de aquí y pegandolo allí. Poniendo un fragmento de música aquí y emparchando algo allá, con la esperanza de respirar y sobrevivir. Y ya he abandonado toda esperanza de integridad y de una obra maestra sin concesiones”.
Al tener a Larry David en “Si la cosa funciona”, Woody Allen ha añadido algo a su canon al que él nunca podría haber llegado por su cuenta. Contrató al único comediante que ha puesto filo cortante en la usual simpatía del intérprete de Woody Allen. “Si la cosa funciona” puede no ser una obra maestra sin concesiones, pero es la sorprendente colaboración de dos maestros de la comedia intransigente de la psique romántica y torturada de New York.
Y funciona.